Entrevistas

Laura Vicente Villanueva

Entrevista a Laura Vicente Villanueva acerca de su libro Teresa Claramunt, pionera del feminismo obrero anarquista

Teresa Claramunt nació en Sabadell en 1862 y desde niña trabajó en la industria textil por lo que experimentó en primera persona las jornadas extenuantes, los bajos salarios, las pésimas condiciones laborales y los conflictos sociales. Desde muy joven inició su activismo en pro del anarquismo y la defensa de las mujeres, temas fundamentales a lo largo de su trayectoria como propagandista, junto con el anticlericalismo, el acceso a la cultura o el antimilitarismo. Su falta de formación académica no impidió que sus mensajes, tanto en sus discursos como en sus escritos, apelaran a mucha gente que se sentía reconocida, valorada y defendida. A pesar de ser objeto de constante persecución, nunca abandonó la lucha por lo que calificó como “una sociedad más justa, más bella, más humana, que hemos dado por llamar la sociedad anarquista, ácrata o libertaria”; incluso enferma e inmovilizada, hasta el fin de sus días (11 de abril de 1931), estuvo difundiendo entre quienes la visitaban el ideal anarquista.

Pero este libro es más que una biografía al uso centrada exclusivamente en la vida del personaje. A partir de Teresa Claramunt, su autora nos adentra en el convulso contexto social y político de la época, marcado por las luchas obreras y las huelgas generales, y nos ofrece un panorama del papel del sindicalismo anarquista, la represión, la cárcel o las deportaciones que sufrieron diferentes figuras del movimiento libertario, entre las que se encontraba la propia Claramunt.

Laura Vicente es doctora de Historia Contemporánea por la Universidad de Zaragoza, catedrática de esta disciplina en Enseñanza Secundaria y especialista en la historia del anarquismo, el movimiento obrero y las luchas de las mujeres. En esta línea, ha publicado Sindicalismo y conflictividad social, Zaragoza 1916-1923 (1993), Historia del anarquismo en España: utopía y realidad (2013), Mujeres libertarias de Zaragoza: el feminismo anarquista en la Transición (2017), Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente: Rafaela Torrents (1838-1909) y Teresa Claramunt (1862-1931) (2018) y La Revolución de las palabras: la revista Mujeres Libres (2020).

¿Cómo te surgió la idea de adentrarte en la vida de Teresa Claramunt y por qué elegiste a este personaje para narrar toda una época de luchas, fracasos, represiones…?

Me «encontré» con Teresa Claramunt cuando investigaba el sindicalismo zaragozano para la Tesis Doctoral. Esta mujer había sido desterrada a Zaragoza a raíz de la Semana Trágica en Barcelona. Leyendo la prensa de octubre de 1910 encuentro la noticia de su participación en un mitin para tratar de las huelgas de aquellos días. De su intervención me llamó la atención su interpelación a los hombres respecto a las pocas mujeres que asistían al mitin y a la necesidad de poner en marcha una revolución de las costumbres empezando por los hogares. Esa «imagen» de Teresa Claramunt en el estrado y esa idea de la revolución doméstica no la olvidé.

El trabajo y la crianza de dos hijos me apartaron de la investigación durante más de diez años y cuando volví a ella tuve muy claro que quería hacer una biografía de aquella mujer que no había olvidado: Teresa Claramunt.

La Tesis Doctoral se centraba en los años veinte del siglo XX y di un paso hacia atrás en el tiempo histórico puesto que Claramunt nació en 1862. El sindicalismo y el anarquismo del último tercio del siglo XIX me conducían al que había investigado en la Tesis, así que todo parecía encajar.

En el título de tu libro la defines como pionera del feminismo obrerista anarquista, puedes decirnos qué caracteriza a este feminismo frente al convencional.

De entrada, remarcar que no se definió como feminista que identificaba con sufragista. Ese feminismo lo cuestionó por burgués, por su posición contraria a la vía electoral, y por posicionarse en contra de la lucha contra los hombres.

Claramunt consideró que el feminismo burgués descuidaba la «dignificación» de la mujer obrera y que entendían la emancipación femenina como «libertad relativa, ficticia», formal (tan solo ante la ley).

Pese a no asumir el término «feminista» por lo que acabo de señalar, se decantó hacia posiciones que denominamos de feminismo social frente al feminismo de la igualdad. Es un planteamiento mayoritario en Europa ya que el planteamiento de la igualdad ante la ley solo de desarrolló en los países anglosajones. El feminismo social se basaba en dos características:

1ª La diferencia de género: este feminismo aceptaba las distinciones entre los sexos, tanto biológicas como culturales, y la existencia de una naturaleza femenina diferente a la masculina que estaba en la base de la división sexual del trabajo y de las funciones diferenciadas dentro de la familia y la sociedad. Pese a ello este planteamiento era feminista porque reclamaba los derechos de las mujeres considerando que el hecho de contribuir a la sociedad de manera diferente no tenía por qué suponer la desigualdad con los hombres.

2ª Los objetivos principales del feminismo social eran el acceso a la educación (el término utilizado era el de «capacitación»), considerado como un pilar de la inferioridad y discriminación de la mujer que fomentaba los prejuicios, la ignorancia y el fanatismo religioso. Entendida, sin embargo, como educación integral podía ser un elemento clave para su emancipación. El segundo objetivo era el acceso al trabajo asalariado: partían de que las mujeres estaban explotadas como los hombres, ganando un salario inferior. La mayoría de las mujeres tenían trabajos sin cualificación, mal remunerados y sufrían abusos sexuales en los lugares de trabajo. Y, además, tenían que hacer las faenas domésticas cuando llegaban a casa.

El reconocimiento de que la esclavitud de la mujer venía de la dependencia económica del hombre llevó a Claramunt y otras mujeres a señalar que el salario podía ser un factor liberador para las mujeres dotándoles de autonomía económica. Algo que no les impedía seguir cuestionando la explotación que sufrían como obreras.

Por último, la dominación de las mujeres no se daba solo en el taller y en la fábrica sino que se daba en el espacio íntimo de la pareja (espacio doméstico). Claramunt consideraba que las mujeres debían poner en marcha una auténtica revolución doméstica basada en una dura crítica al matrimonio y la familia burguesa, siendo partidaria de las uniones libres.

Al feminismo social se añadía desde el anarquismo la conciencia de clase puesto que eran partidarias de acabar con el capitalismo y la sociedad de clases. Solo con la revolución social se produciría una especie de equilibrio entre la naturaleza femenina y masculina que lograría el fin de las discriminaciones.

Se trata, por tanto, de un feminismo social, obrerista y con influencia anarquista en cuestiones como la sexualidad, la defensa de la libertad, del humanismo integral, la democracia directa, el antipoliticismo, etc.

«Claramunt consideraba que las mujeres debían poner en marcha una auténtica revolución doméstica basada en una dura crítica al matrimonio y la familia burguesa, siendo partidaria de las uniones libres»

En este periodo histórico nos relatas los enfrentamientos que hubo entre el anarco-colectivismo y el anarco-comunismo y cómo Claramunt transitó del uno al otro. Nos puedes explicar las diferencias entre ambos y por qué estas tensiones.

Teresa Claramunt más que transitar de uno al otro por criterios propios, podríamos decir que fue colectivista porque lo eran las sociedades obreras que conoció en Sabadell y luego pasó a ser anarcocomunista cuando la mayoría de estas sociedades obreras lo fueron. No es un tema que le preocupara y no tengo constancia de que hablara o participara en el debate que fue intenso a finales del siglo XIX.

Respecto a los enfrentamientos dentro del anarquismo, el colectivismo es una escuela de pensamiento que aboga por la abolición de la propiedad estatal y privada de los medios de producción, ya que prevé que estos sean de propiedad colectiva, controlados y autogestionados por los propios trabajadores y trabajadoras. Una vez que se lleve a cabo la colectivización, el dinero sería abolido y los salarios de los trabajadores se determinarían en organizaciones democráticas en función de la dificultad del trabajo y la cantidad de tiempo que contribuyen a la producción. Estos salarios se utilizarían para comprar bienes en un mercado comunal.

El anarquismo colectivista se enfrentó con el anarcocomunismo, porque este último defiende la abolición de los salarios y los individuos tomarían libremente de un almacén de bienes siguiendo el principio de “a cada uno según su necesidad”, frente “a cada uno según su trabajo.

En la práctica el colectivismo confiaba en las sociedades obreras y en la huelga ordenada y disciplinada, mientras el anarcocomunismo era partidario de la organización a través de grupos de afinidad y planteamientos más radicales.

El anarquismo colectivista fue la tendencia dominante del anarquismo en el siglo XIX hasta que el anarcocomunismo tomó su lugar.

 

La fama y popularidad que Claramunt alcanzó en Cataluña ¿se extendió a otros lugares de España ―más allá de Andalucía y Zaragoza, que mencionas en el libro―? ¿Llegó a tener relevancia internacional?

Desde luego donde su fama e influencia fue mayor fue en Cataluña, pero vivió en diversos lugares o recorrió muchos lugares dentro de campañas de propaganda. Su figura era conocida y tenía mucho prestigio.

En el ámbito internacional, Claramunt fue conocida en algunos países como Inglaterra o Francia por sus exilios obligados. Relevancia internacional quizás es un exceso, pero fue conocida fuera de las fronteras españolas.

 

“Los anarquistas decidieron bajar del palomar” y “El regreso del anarquismo a su torre de marfil” son los títulos de dos capítulos del libro en los que muestras dos posturas tácticas del anarquismo, ¿en qué situación consideras que se encuentra el anarquismo en este momento? ¿Su llama está viva a nivel de calle o está encerrado en sí mismo y sus certezas?

Es una pregunta difícil de responder. Me parece que la situación del anarquismo en la actualidad es compleja porque no está sabiendo interpretar de forma clara las transformaciones que se están produciendo. La práctica para el anarquismo es fundamental porque de ahí se derivan sus planteamientos teóricos, pero dicha práctica se vincula aún al sindicalismo y este mantiene estructuras organizativas y formas de lucha del siglo pasado poco adaptadas al siglo XXI. El hecho de que los mayores esfuerzos sigan vinculados a un sindicalismo necesitado de renovación provoca una escasa presencia en otros ámbitos y una pobreza en los análisis de lo que está ocurriendo. Esta situación influye en que sea difícil salir de las disputas internas tan habituales en el movimiento libertario.

El lado positivo es que existe una diseminación de ideas ácratas en movimientos que no se reconocen como tales y que nos permite concebir la esperanza de que hay una polinización que tendrá sus frutos.

 

En Teresa Claramunt se produjo con el tiempo un cambio ideológico respecto a los obreros y llegó a menospreciarlos por centrarse exclusivamente en peticiones de salario o jornada laboral, y carecer de una perspectiva revolucionaria. ¿Qué supones que pensaría de la clase trabajadora actual, de su situación laboral en clara regresión y de su sumisión al orden establecido?

Sí, es cierto que paso de una confianza en la actividad sindical a una desconfianza, provocada por los fracasos de huelgas importantes y por la oleada de atentados, en la capacidad de revuelta de la clase trabajadora. Eso la llevo a pensar que una minoría muy activa (una especie de vanguardia) podía desencadenar un proceso de transformación social que arrastraría a la masa obrera.

¿Qué pensaría hoy? Pues que sus suposiciones respecto a la tendencia al conformismo y al reformismo de la clase trabajadora eran acertadas. Lo que seguro que nunca pudo imaginar es cómo la clase trabajadora ha sido seducida por el consumo.

 

De nuevo has escrito sobre Teresa Claramunt en Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente, en donde comparte protagonismo con Rafaela Torrents. ¿Quién era esta mujer y por qué decides confrontar las dos biografías? Parece evidente que, dada la procedencia de clase de cada una, sus vidas fueron muy diferentes, pero ¿has encontrado semejanzas entre ambas mujeres y sus experiencias vitales?

Rafaela Torrents era una mujer de clase acomodada que se casó con un indiano enriquecido (con la trata de esclavos y con el comercio) que les permitió comprar un título nobiliario a la monarquía española. Una familia de gran poder económico en la Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX. Mi idea con este libro era contrastar la vida de dos mujeres catalanas en la sociedad de la época. Muchas veces se observan mejor las desigualdades desde lo que no tienen las clases populares respecto a las altas. Sus vidas fueron radicalmente diferentes en múltiples aspectos: vivienda, alimentación, ropa, maternidad, acceso a la cultura y la educación, etc.

Semejanzas muy pocas: las dos eran catalanas, vivían en Barcelona en la misma época y poca cosa más. El abismo que las separaba era inmenso… de eso trata el libro.

 

Indudablemente, son muchos los valores que encarna Teresa Claramunt, como su conciencia feminista, su capacidad para sobreponerse a las adversidades o su compromiso infatigable, ¿cuál crees que es la principal enseñanza que podemos extraer en la actualidad de una personalidad inspiradora como la suya?

Teresa  Claramunt es representativa de un momento histórico en el que las personas más activas dentro del ámbito anarquista, y llegaron a ser muchas, elegían comprometer su propia individualidad en un activismo cuyas consecuencias no tenían en cuenta y que les podía llevar a la cárcel, la tortura o la muerte. La batalla en la que se enzarzaban era un compromiso diario en el que lo sacrificaban todo como personas porque su apuesta personal se identificaba con la batalla de toda la comunidad.              Desde mi punto de vista, la inspiración puede proceder de su capacidad crítica que la llevo a evolucionar en su manera de entender el anarquismo a lo largo de su vida y en segundo lugar, la importancia que dio a la transformación del ámbito privado en el que supo ver una politicidad femenina distinta a la masculina. Distinta no por esencia de los cuerpos sino porque masculino y femenino son historias diferentes que ella supo detectar muy bien (sobre todo en su folleto “La mujer” auténtico manifiesto del feminismo anarquista). Y en tercer lugar, la consecuencia, no exenta de errores, con la que afrontó su vida personal y su activismo.

«El ámbito libertario hace lo que puede para recuperar y difundir esa genealogía de lucha (la propia FAL es un ejemplo) pero no puede competir con el relato de una memoria que excluye, difama y difunde “basura antilibertaria” que se prolonga hasta la actualidad»

¿Crees que la sociedad es consciente de lo que hicieron las generaciones que nos han precedido, de sus intentos porque alcanzáramos una vida mejor? ¿Cómo y desde qué ámbitos se puede transmitir y poner en valor a esas figuras, como Claramunt, comprometidas y en constante lucha por un ideal?

No, no creo que seamos conscientes de la genealogía de lucha que nos precede. Y no es así porque los “guardianes” de esa memoria, seleccionan aquello que consideran importante para mantener una sociedad de clases, basada en la dominación, jerarquizada, patriarcal y sumisa al Estado, sus instituciones y sus leyes. ¿Por qué sino denominan a la memoria como “democrática”?

Desde la academia (universidades y otros organismos) poco podemos esperar de unas investigaciones que requieren becas y ayudas económicas y de las que depende muchas veces el puesto de trabajo.

El ámbito libertario hace lo que puede para recuperar y difundir esa genealogía de lucha (la propia FAL es un ejemplo) pero no puede competir con el relato de una memoria que excluye, difama y difunde “basura antilibertaria” que se prolonga hasta la actualidad. El propósito fue, y es, invisibilizar toda la obra constructiva, innovadora y transformadora del movimiento libertario y anarquista, de esa manera, solo quedará que muera el recuerdo de aquello que puede producir efectos sobre el presente. Descargar, desde el poder político, mediático y académico, toda esa “basura antilibertaria” contra unas experiencias emancipadoras que es mejor enterrar, para que, desde el presente, no se puedan percibir posibles futuros y nos conformemos con sus pobres proyectos “progresistas”, versión mitigada del despliegue neoliberal que no pueden ocultar. Si nos prohíben el futuro, el pasado solo se repite una y otra vez bajo la forma de la nostalgia y la retromanía.

Esto no anula que hagamos todo lo posible para que esto no suceda, pero francamente, no soy muy optimista porque en lugar de unir fuerzas, el ámbito libertario, hoy, sigue empeñado en enfrentamientos y luchas internas que no favorecen la ingente tarea de recuperación y difusión de esta genealogía que no debe estar movida por la curiosidad o la nostalgia por el pasado sino por la preocupación por el presente.  

 

He mencionado antes que, según tu libro, Teresa Claramunt se decepcionó con los obreros y su falta de conciencia revolucionaria, igualmente cuentas que acabó alejada de fuerzas liberales con las que no tuvo problemas en confluir en sus comienzos de activista, marginada de la militancia anarquista por cuestiones relacionadas con su pareja sentimental, perseguida, enferma a consecuencia de su paso por la cárcel y sin recursos económicos. ¿Cómo es posible que soportara todo esto sin perder el entusiasmo y el amor por la anarquía? ¿Luchar era una cuestión de fe o para ella fue la única salida digna ante la miseria material y moral de su época?

Creo que ya he contestado a estas dos preguntas: la lucha para ella y para gran parte del movimiento libertario y anarquista era un compromiso diario en el que estaban dispuestas a sacrificarlo todo como personas porque su apuesta personal se identificaba con la lucha comunitaria. No creo que la miseria material lo explique todo, hoy hay en el planeta mucha población en situación de profunda miseria y no optan por la lucha colectiva o tan solo puntualmente. Me parece que las ideas cumplieron un papel movilizador que supo entroncar con la situación de miseria material y hoy nos cuesta mucho centrarnos en esa conexión práctica/teoría.

Carmen

Teresa Claramunt, pionera del feminismo obrero anarquista, ha sido escrito por Laura Vicente Villanueva y publicado por la Fundación Anselmo Lorenzo en 2006 en su colección Biografía y Memorias.