Los niños son el mundo nuevo. Y todos los soñadores son niños; aquéllos a quienes impulsa la bondad y la belleza, aquellos en cuyo pecho palpita el amor por la libertad y la cultura, y los que se alegran de la felicidad de los demás; los que sienten que su corazón late cuando logran mitigar una pena; los que aborrecen la maldad y tienen siempre los brazos abiertos a la bondad.
Tú que llegas: si eres sincero y posees un corazón tan grande que tu amor por una persona no disminuye el caudal de tu amor y ternura por los demás; si sientes que la libertad es el objetivo supremo y para alcanzarla trabajas con entusiasmo impartiendo conocimientos y cultura a los más pequeños, por favor, entra: tú eres también un niño.
Tú que llegas: si has perdido la fe en la bondad del hombre y no eres capaz de ver a tu hermano en otras criaturas; si el egoísmo y la arrogancia te han endurecido el corazón; si la ingratitud forma parte de tu personalidad, no entres aquí: tú ya no eres un niño.
Para introducir este libro, Joan Puig Elias. Creador de un mundo nuevo, hemos escogido este mensaje de bienvenida que figuraba en la entrada de la casa Món Nou (Mundo Nuevo) de Ribes de Freser, un pueblo del Pirineo catalán, colonia de niños refugiados y huérfanos organizada por Joan Puig Elias, protagonista del libro que nos ocupa, durante la guerra civil española. En él podemos apreciar claramente la esencia de la filosofía educativa de este pedagogo catalán centrada en los más pequeños como futuros constructores y organizadores de una sociedad nueva (de ahí el nombre de la colonia a la que hacíamos referencia).
La Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo (FAL) saca a la luz en esta ocasión una valiosa y necesaria biografía sobre uno de los personajes más importantes, a la par que desconocido fuera de ciertos círculos, en cuanto a la renovación pedagógica en el estado español llevada a cabo desde los años previos a la II República hasta las postrimerías de la guerra civil.
Glòria Campoy y Jean Marc Azorin, quienes se han dedicado a la enseñanza de forma profesional durante toda su vida, ella en su Cataluña natal y él en la vecina Francia, han sido los responsables de este trabajo de investigación apasionante sobre este pedagogo y anarcosindicalista nacido en Sallent (Barcelona) el 30 de julio de 1898. Hijo de una familia campesina, Puig Elias estudió en sus primeros años de vida en la escuela laica Centro de Instrucción Popular Sallentino, conocida popularmente como la escuela de los “sindiós”, escuela racionalista impregnada de valores como el esperantismo, el naturismo, el vegetarianismo o la cultura obrera de la época, y en la que pudo tomar contacto por primera vez con las ideas anarquistas gracias a que algunos de sus profesores eran seguidores de las mismas.
Este tipo de educación recibida, unido a las condiciones de vida sumamente precarias observadas en muchos de sus conciudadanos de por aquel entonces que se dedicaban a la minería, fue forjando en él un espíritu crítico y combativo que con los años se materializaría en una trayectoria vital personal dedicada al servicio de los demás con su trabajo como pedagogo y su militancia desde temprana edad en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT-AIT).
Coincidiendo con la industrialización de su pueblo natal a través de la minería y las fábricas textiles, Joan se marcha a Barcelona para continuar con sus estudios a la edad de 15 años. 3 años después, en 1916, se afilia a la CNT y empieza a participar activamente en el día a día de la organización anarcosindicalista. Paulatinamente fue adquiriendo importancia dentro del sindicato en el que militó durante toda su vida (primero en suelo europeo y, tras su exilio, en tierras sudamericanas). Ostentó cargos importantes en la organización y fue detenido por primera vez en 1920 por participar en una reunión sindical clandestina en Castelldefels.
Ya en 1917, con 19 años, puso en práctica su vocación pedagógica dirigiendo la escuela Galileo, del barrio de Sants en Barcelona, vinculada al ateneo sindicalista del ramo de la construcción de la calle Mercaders. Esta fue su primera experiencia educativa, que continuaría posteriormente dirigiendo también la escuela racionalista Natura, considerada como la encarnación más fiel de la Escuela Moderna de Francesc Ferrer i Guardia, el gran pedagogo catalán fusilado en 1909 como represalia por los sucesos de la Semana Trágica. Puig Elias fue considerado como continuador de la obra de éste último, aunque, a pesar de la gran influencia que Ferrer causó en él de forma evidente, no se cerró en su teoría pedagógica y exploró otras corrientes educativas racionalistas de la época, cuyos creadores o creadoras transitaban caminos similares en cuanto a la esencia liberadora que los definía conceptualmente, para adaptar de ellas los elementos didácticos que más se aproximaban a las circunstancias específicas de sus alumnos y alumnas. Sirvan como ejemplo el psicólogo suizo Jean Piaget o la educadora italiana María Montessori.
Joan Puig no se sentía profesor o maestro sino más bien un educador que pretendía la formación integral de los niños y niñas del barrio en el que se situaba la escuela. De la misma manera, ésta no solo estaba dirigida a sus alumnos y alumnas, sino que se implantaba con una vocación total, en el sentido de que nacía con la pretensión de mejorar culturalmente todo su entorno, incluyendo en este a las familias con relación estrecha con el centro, pero también a cualquiera que así lo deseara. Una escuela abierta a todo el mundo que no se ceñía únicamente al tiempo puramente lectivo de cualquier centro de enseñanza al uso, sino también al tiempo de ocio. Para ello se organizaban todos los días de la semana diferentes y variadas propuestas que iban desde las colonias veraniegas, las salidas campestres o los festivales de diversa índole, pasando también por la publicación de una revista (Floreal) y la celebración por las tardes y los domingos de cada semana de conferencias dirigidas a las madres y padres. Éstas perseguían ser un punto de encuentro alternativo a la iglesia además de fomentar el espíritu crítico y la formación personal.
Puig Elias trabajaba codo con codo con su compañera sentimental de aquella época, Emilia Roca Cufí, actriz y maestra que, es de justicia resaltar, tuvo un papel importantísimo en la mayoría de proyectos al mismo nivel en cuanto a dedicación y estudio que el propio Joan. Los hijos de la pareja también estudiaban en la escuela.
En relación a la filosofía que impregnaba la educación que se impartía en el centro, se podría definir como científica, laica y mixta. Rechazaba expresamente cualquier idea dogmática y por tanto se oponía frontalmente a la educación religiosa o confesional. Los manuales de texto solo eran uno de los medios para acercarse a la realidad de las cosas, complementándose las más de las veces con la experimentación concreta en diversos ámbitos (como salidas al campo para conocer la naturaleza circundante, visitas a fábricas y talleres, ejercicio físico, trabajos manuales, formación artística, celebración de debates o asistencia a conferencias entre otras actividades). Los y las estudiantes también participaban directamente en la gestión del centro. Se perseguía una formación completa no solo en el plano intelectual, sino también en el físico y en el manual. Todo ello a través de la coeducación de sexos, compartiendo niñas y niños los mismos espacios. Una educación mixta que era toda una novedad para la época y que además juntaba a alumnos y alumnas provenientes de diferentes clases sociales, enseñándoles valores como la solidaridad, la fraternidad o la justicia social, lo que contrastaba claramente con un contexto de duras condiciones en la realidad de la Barcelona de principios de siglo XX.
A la razón, que definía las líneas pedagógicas maestras de la llamada escuela racionalista, se le unía al mismo nivel de importancia la educación en el sentimiento. Se pretendía que los niños y niñas no solo pensasen, sino que también sintieran. Además se buscaba de forma consciente la fraternidad entre el maestro y los alumnos y alumnas, con una metodología que pretendía dotar al educando de aquellas herramientas que le permitieran construir junto al resto de niños y niñas una personalidad que prefigurara la sociedad nueva que se perseguía y que requería personas “nuevas” asentadas en unos pilares éticos y morales alejados de los valores y supersticiones que configuraban el esqueleto de la mayor parte de la sociedad del momento, pero sin dogmas y tampoco mediante un utilitarismo mal entendido al servicio de intereses ajenos a los del propio niño o niña. Como figura en el documento fundacional de la llamada Escuela Nueva Unificada, intento de renovación pedagógica por parte de la Generalitat de Cataluña y cuyo máximo responsable fue Joan Puig Elias, y que fue llevado a cabo a comienzos de la guerra civil:
El niño no es un medio, sino un principio y un fin. No aspiramos a dominarlo ni a utilizarlo al servicio de una idea, de un partido, de un hombre o de un régimen. El niño es como Dios, principio y fin. Su alma ha de ser respetada íntegramente para que dé a la vida la plenitud de su contenido, sin coacciones, sin deformaciones.
Puig Elias no entendía al alumno o la alumna como un almacén de sus ideas sino más bien como una inteligencia que, mediante el acceso a diferentes formas de conocimiento, construía las propias. Apostaba por el libre desarrollo y la experimentación constante, estimulando la curiosidad natural y evitando el modelo autoritario de profesor que cercena y atrofia las capacidades innatas de cada niño y niña. Como anarquista entendía la pedagogía como una herramienta que se ajustaba perfectamente a la plasmación de la idea antiautoritaria de una vida plena en libertad, con la responsabilidad que conlleva coger la existencia de cada uno y una con sus propias manos. No se podía pretender que las personas aprendieran de golpe a ser libres si sus personalidades habían sido previamente moldeadas por el autoritarismo y la sinrazón.
Centrándonos en la trayectoria sindical y política de nuestro protagonista, el libro también repasa la larga e intensa militancia en la CNT y los cargos que ocupó en diferentes etapas, tanto en el sindicato como a nivel político; debido esto último a la situación de emergencia que sobrevino a comienzos de la contienda bélica provocada por el golpe militar fascista de Franco y sus secuaces.
Puig Elias fue miembro fundador en el año 1918, a los 20 años, del Sindicato de Profesiones Liberales de la CNT, en el que estaba incluida la Enseñanza. En aquellos años operaba en la clandestinidad hasta que salió de ella con la proclamación de la II República en 1931, momento en el que pasó a denominarse Sindicato de Obreros Intelectuales y Profesiones Liberales de Barcelona. En él fue un militante muy activo y dio a conocer su teoría pedagógica. Posteriormente, en el Congreso de Zaragoza de 1936, en el que defendió el concepto de comunismo libertario, tuvo un papel fundamental en el desarrollo de la ponencia educativa que a la postre sería aprobada y que prefiguraba lo que a comienzos de la guerra pasaría a denominarse CENU (Consejo de la Escuela Nueva Unificada), organismo encargado de llevar a cabo una profunda revolución pedagógica con resultados sorprendentes y puesto en marcha en un solo verano a comienzos de la guerra. Precisamente, Puig Elias fue presidente del CENU desde su creación hasta que fue relevado del mismo debido a las presiones ejercidas por los comunistas a raíz de los sucesos de mayo del 37.
A su vez, a partir de octubre del 36, el maestro racionalista ejerció los cargos de Concejal-Delegado del ayuntamiento de Barcelona, Consejero-Delegado del Distrito IX (Sant Andreu) y presidente de la Asamblea Municipal, además de responsabilizarse desde el consistorio de Instituciones Escolares y de la Casa Municipal de Niñas, dentro esta vez del área de Asistencia Social. Se implicó profundamente en todo lo relacionado con los niños y niñas refugiadas, huérfanos o enfermas de la ciudad, organizando diversas colonias para atenderlas y mejorar la situación dramática en la que se encontraban la mayoría de los niños y niñas a causa de las circunstancias del momento. Ya en abril de 1938, siendo Presidente de la República Juan Negrín y ostentando el cargo de ministro de Instrucción Pública el cenetista Segundo Blanco González, Puig Elias fue nombrado Subsecretario de dicho ministerio.
El 5 de febrero de 1939, días después de la caída de Barcelona y ya llevando unas semanas el Gobierno de la República trasladado primero a Girona y a continuación a Figueres, Joan Puig pasó la frontera con Francia caminando junto a otros representantes de la República. Estuvo una época en París con tareas de Gobierno y un tiempo después se reunió en Lagnes con su compañera Emilia Roca y con niños y niñas españoles refugiados procedentes de colonias que estaban a su cargo en Cataluña y que también consiguieron huir de España. Juntos alquilaron una granja, Les Cabanes, y volvieron a levantar una colonia de la nada al otro lado de la frontera; hasta que el 5 de septiembre de 1940, cuando, debido a la ocupación de Francia por parte de los nazis, la dictadura franquista consiguió la repatriación de los huérfanos y huérfanas de la colonia. A partir de aquí, Emilia Roca y Joan Puig separaron sus caminos y él se empleó en tareas agrícolas y ganaderas en la granja hasta que a finales de 1942 los nazis ocuparon la “zona libre” de Francia en donde estaba ubicada la explotación. Fiel a sus ideas, pasó a formar parte de la Resistencia francesa contra la invasión nazi y tras la liberación, desempeñó cargos en la reorganización política del exilio en Toulouse, ciudad que en los años 1944 y 1945 se convirtió en la capital del exilio libertario español, siendo un foco de activismo antifranquista.
Varios años después, ya en 1953, ante la desilusión política provocada en la militancia antifascista española por la aceptación internacional de la dictadura franquista, como mal menor dentro del contexto de la Guerra Fría, Puig Elias emigró a Brasil cuando contaba con 54 años de edad. Lo acompañó su hijo Floreal y su segunda mujer, Matilde. Allí, como no podía ser de otra manera en una persona con su temperamento, Joan formó parte de la Confederación de Trabajadores Brasileros y del Movimiento Libertario de Brasil. Siguió vinculado a la educación, la cultura y el asociacionismo. Acabaría regentando una librería colectiva en Porto Alegre. Enfermo de Párkinson, falleció en esta ciudad en el año 1972, a los 74 años de edad y fue enterrado en el cementerio español. Se trata, al fin, de un apasionante recorrido por la obra y vida de un personaje extraordinario en todos los sentidos de la palabra, que dejó huella por allí por donde pasó y que vivió una época extremadamente convulsa e interesante a partes iguales, tanto en España como en Europa, y que, como decía el poeta, tomó partido hasta mancharse. Ya fuera desde el ámbito político, sindical, cultural o educativo, este pedagogo catalán dedicó por entero su vida al mejoramiento de la sociedad que le tocó vivir, a la conquista de la justicia social y a la educación como baluarte desde el que construir un mundo nuevo para las generaciones venideras. Un libro fundamental por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, con un trabajo de investigación previo magnífico por parte de Glòria Campoy y Jean Marc Azorin que, además, cuenta en esta edición de la FAL con un archivo fotográfico muy abundante para darnos a conocer a una figura clave de la historia de la educación y del anarquismo en este país.
Alfonso Molino.