Documento del mes

Fotografía de los niños de la guardería de SIA obsequiados con la revista Porvenir 

(1938)

Solo el anarquismo es capaz de conjugar la primacía de lo colectivo con el máximo respeto por lo individual, un difícil equilibrio que define el marco político, por lo menos, desde el siglo XIX hasta hoy. Su mensaje liberador mantiene la coherencia común pero adopta formas diferentes para cada uno de los ámbitos de nuestra vida en sociedad: la autosuficiencia de los trabajadores para articular con ventaja nuestra convivencia política y económica, a través de los sindicatos, y la cultura como palanca de la emancipación individual.

Es por eso que la cultura, en su más amplio sentido, ha sido una prioridad para el movimiento libertario desde sus orígenes –por medio de periódicos, libros y editoriales- y ha servido, además, de eje vertebrador de la sociabilidad ácrata –gracias a los ateneos, grupos dramáticos, orfeones o sociedades excursionistas y deportivas-, muy especialmente en España, donde no por casualidad los anarquistas han tenido una destacada presencia.

Ese interés por la cultura se ha traducido, necesariamente, en una constante preocupación por la pedagogía, es decir, por el fondo y la forma en que las clases populares aprendían y se formaban. Por eso, la pedagogía libertaria se ha caracterizado tanto por su base científica –frente al dogmatismo religioso- y su ejercicio en libertad –contra toda tutela y autoritarismo- como por su amplitud de miras: ni se ha limitado a la infancia ni ha quedado reducida a lo académico, incorporando la formación profesional, la educación de adultos y la educación sexual o  el higienismo.

«tras el colapso del Estado por el golpe militar, se encargó al maestro anarquista Juan Puig Elías la gestión del sistema educativo de Cataluña, en el marco del Comité de Milicias Antifascistas»

A pesar de tantas escuelas laicas y racionalistas –entre las que sobresale la Escuela Moderna de Ferrer Guardia-, y a pesar de una plural y profunda base teórica, muchas veces se calificaba a la pedagogía libertaria de marginal y hasta de utópica. Hasta que en el verano de 1936, tras el colapso del Estado por el golpe militar, se encargó al maestro anarquista Juan Puig Elías la gestión del sistema educativo de Cataluña, en el marco del Comité de Milicias Antifascistas.

Se estableció así el Consejo de la Escuela Nueva Unificada (CENU) de carácter plural pero de inequívoca inspiración anarquista. Su éxito indiscutido, tanto desde una perspectiva cuantitativa –doblando las plazas escolares- como cualitativa –por ejemplo, incorporando al currículo oficial las enseñanzas artísticas-, demostró que la pedagogía libertaria era la mejor herramienta para alcanzar un porvenir más libre y justo para esos niños que comparten sus tebeos en esta hermosa foto.

Juan Pablo Calero

Fotografía de los niños de la guardería de SIA obsequiados con la revista Porvenir. Badalona, 1938. Archivo Fundación Anselmo Lorenzo.