DOCUMENTO DEL MES
Julio 2021

Entrada teatro beatriz,
colectivizado por CNT-UGT

entrada teatro colectivizado CNT-UGT

A pesar de la creciente afición por el cine, el teatro conservaba en el primer tercio del siglo XX una innegable popularidad en España y aún más entre los anarquistas. Las representaciones por cuadros artísticos aficionados permitían hacer realidad sobre el escenario la utopía ácrata a través de obras escritas a propósito para un público cómplice que hacía de cada representación un ejercicio de sociabilidad libertaria.

 

Buscando mayor eficacia en la transmisión de su mensaje de emancipación social, el teatro anarquista rechazó ser revolucionario en sus códigos y permaneció anclado en el naturalismo decimonónico, un estilo literario que favorecía la crítica social, mientras repetía fórmulas teatrales ya conocidas pero tan eficaces que estas obras se representaron durante décadas a ambos lados del Atlántico. El éxito acompañó a este teatro anarquista desde que en 1882 se estrenó La mancha de yeso del carpintero madrileño Remigio Vázquez.

«La Revolución Social, puesta en marcha como respuesta necesaria al golpe militar de julio de 1936, puso en manos de los sindicatos la administración y programación de muchos escenarios de la España leal.»

La irrupción de las vanguardias artísticas acabó trastocando al teatro anarquista, que siguió siendo revolucionario en su mensaje y pasó a serlo también en sus formas. Como escribió en 1930 el periodista y militante cenetista Gil Bel «la sensibilidad no se conforma hoy con el realismo ni el talento creador con la mecánica. Vale más una mediana sugerencia que una buena repetición. Pintar no es copiar, aunque copiar sea pintar».

 

Así, durante los años 30, el teatro anarquista se transformó de la mano de autores como los hispano-argentinos Salvador Valverde (autor con Rafael de León y Manuel Quiroga de canciones como María de la O, Ay Maricruz u Ojos verdes y de algunas piezas dramáticas), Alberto Ghiraldo (amigo de Rubén Darío y albacea literario de Pérez Galdós), Valentín de Pedro (empresario del Teatro Español con Azorín y cronista de teatro en el diario CNT) y Rodolfo González Pacheco (director de la colección Teatro del Pueblo).

«Al mismo tiempo, en Barcelona, Paco Martínez Soria y Mary Santpere protagonizaban su primera película (Paquete, el fotógrafo público nº 1), promovida por el Sindicato de la Industria del Espectáculo de la CNT catalana bajo la dirección de Ignacio F. Iquino».

La Revolución Social, puesta en marcha como respuesta necesaria al golpe militar de julio de 1936, puso en manos de los sindicatos la administración y programación de muchos escenarios de la España leal; la colectivización consiguió que también la gestión de las salas fuese revolucionaria. Como la del madrileño Teatro Beatriz (antes Infanta Beatriz), situado en el corazón del muy burgués barrio de Salamanca y en el que Federico García Lorca había estrenado Bodas de sangre. A esa etapa revolucionaria corresponde la entrada que hemos escogido como pieza de este mes, en la que se puede ver el sello del «Control Obrero» de UGT y CNT.

 

En otro teatro madrileño, el Lope de Vega, se estableció la Escuela Profesional de Capacitación Teatral impulsada por el Sindicato Único Regional de Espectáculos Públicos cenetista con el propósito de formar a los actores de un futuro revolucionario y de la que fueron alumnos Fernando Fernán Gómez, Manuel Alexandre o Rafael Alonso. Al mismo tiempo, en Barcelona, Paco Martínez Soria y Mary Santpere protagonizaban su primera película, Paquete, el fotógrafo público nº 1, promovida por el Sindicato de la Industria del Espectáculo de la CNT catalana bajo la dirección de Ignacio F. Iquino.

Juan Pablo Calero Delso – Historiador y autor de Antología del Teatro Anarquista (1882-1931). La Malatesta Editorial. Madrid: 2020.