Reseña de ‘Leer en rojo’ por Carlos Coca

Hubo un tiempo, en el cual, sin pretenderlo, las grandes editoriales se denominaban Generación Consciente, Biblioteca Acracia, Ediciones Oriente o Publicaciones Estudios. Una heroica época de folletos a 16 o a 32 caras, elaborados en precarias imprentas, pero que se…
Reseña de 'Leer en rojo' por Carlos Coca

Hubo un tiempo, en el cual, sin pretenderlo, las grandes editoriales se denominaban Generación Consciente, Biblioteca Acracia, Ediciones Oriente o Publicaciones Estudios. Una heroica época de folletos a 16 o a 32 caras, elaborados en precarias imprentas, pero que se distribuían a millares, entre un inmenso público lector ávido de devorar sus páginas.

Alejandro Civantos Urrutia desgrana, en Leer en rojo, las relaciones socio-culturales que supusieron el auge del libro popular anarquista y del libro radical republicano, desde fines del siglo XIX hasta los inicios de la IIª República, en nuestro país. Un auténtico paradigma cultural, donde la producción escrita abandonaba la mera cuestión estética para plantearse ser, activamente, un instrumento más del cambio revolucionario, acorde a aquellos años de las grandes ideologías obreras y la construcción de unas estructura propias de sociedad prerrevolucionaria. El anarquismo militante jugó una papel determinante en esa nueva concepción cultural: editando, difundiendo y distribuyendo con eficacia unos textos, que consiguieron llegar a múltiples localidades y amplios sectores de la población, entendiéndolos como auténticos referentes culturales unas veces, y otras, como dignas herramientas para la necesaria alfabetización del pueblo. La cultura con mayúsculas se puso a favor del anarquismo organizado, consolidando un modelo propio de difusión cultural radical, curiosamente, calcado al pie de la letra por todos los posteriores movimientos contestarios que se han desarrollado hasta nuestros días.

Un periodo en la historia de la literatura, repleto de idealismo, donde abundaban, creadas con más ilusión que medios: imprentas sociales, periódicos ácratas, quioscos rojos, voceadores libertarios y lecturas colectivas, que condicionaron, incluso a aquellos escritores que poco tenían que ver con la cultura proletaria. Ramiro de Maeztu describe perfectamente el impacto que les causaba, a los escritores de su generación, este modelo cultural genuino: « He presenciado la lectura de ‘La Conquista del pan’ en una casa obrera. En un cuarto que alumbraba quedamente una vela se reunían en la noches de invierno hasta catorce obreros. Leía uno de ellos trabajosamente; escuchaban los otros: cuando el lector hacía punto, sólo el chisporroteo de la vela interrumpía el silencio». La concepción literaria burguesa, evidentemente estaba siendo desbordada por la periferia, y en esta rebelión de los desheredados, la belleza pasaba por ser parte de esa subversión. Fue un periodo de nuevas formas creativas, inmensa imaginación y múltiples plumas radicales, en consonancia con el clima político-social revolucionario que impregnaba todos los ámbitos de la vida. Este libro recupera a muchos de aquellos escritores sociales de pre-guerra, olvidados hoy, pero que gozaron de un enorme prestigio ayer. Reivindicándolos como una verdadera “Generación Perdida” de literatos.

Escritores y pensadores llamados: Élisée Reclus, Ángel Samblacat, Errico Malatesta, Piotr Kropotkin, Higinio Noja Ruiz, Teresa Mañé, César M. Arconada, Ramón J. Sender o un novel Maksim Gorki, alcanzaron pronto gran popularidad. Sus historias no narraban el amor fútil o las insignificantes desventuras de ociosos jóvenes adinerados, sino que describían la futura sociedad anárquica, criticaban las múltiples injusticias cotidianas o desarrollaban completos saberes sobre las diferentes ciencias naturales y antropológicas. Sin ningún género de dudas, se estaba creando una cultura original y diferenciada. En el caso español, toda esta experiencia fue abruptamente interrumpida por la dictadura del general Primo de Rivera, aunque esto dio origen al surgimento de otras formas editoriales, de carácter republicano radical, vinculadas a pequeñas asociaciones socialistas o rusófilas, y más tarde al resurgimiento del poderío editor libertario tras el fin del régimen dictatorial.

Acierta Civantos Urrutia analizando por separado: por un lado, el libro popular anarquista, y por otro, el libro popular republicano, pues aunque compartan bastantes similitudes editoriales, ambos movimientos se desarrollan en una época cronológica diferenciada y sus objetivos, medios e incluso los autores publicados, varían sustancialmente. En el anarquista, abundaba el folleto y el interés por la capacitación pedagógica; al contrario, en el republicano radical, los títulos internacionales y el formato libro, eran las maneras empleadas por excelencia. Sin embargo, resulta interesante observar la evolución de sus propuestas e ir subrayando, cuidadosamente, sus autores, varios de los cuales forman parte del canon literario de nuestro tiempo. Un humilde homenaje a la desconocidísima literatura proletaria.

Carlos Coca Durán

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