Reseñas
Recuerdos de un libertario andaluz
Manuel Temblador
Fundación Anselmo Lorenzo, 2019
Nos encontramos ante un libro memorialístico que entronca con el enfoque sociológico que defiende Raúl Ruano Bullido en su libro Sociología y anarquismo, editado por la Fundación Anselmo Lorenzo en 2009, según el cual la sociología y la historia hay que entenderlas no sólo por sus datos estrictos, sino que hay que construirlas «desde abajo», dando a conocer los puntos de vista de sus protagonistas más activos. Así, la historia del anarquismo y del anarcosindicalismo es la historia de las mujeres y hombres que los difundieron en su tiempo, los organizaron y lucharon con el más absoluto de los sacrificios, por la justicia social y la solidaridad universal, transmitiendo su ideario, además, a las generaciones futuras. El libro de Manuel Temblador está enmarcado en esta tesis.
La edición de este libro ha corrido a cargo de dos estudiosos comprometidos con la memoria histórica de su tierra: Antonio Ortega Castillo y Alfonso Oñate Méndez. En el prólogo destacan varios aspectos que magnifican la relevancia del libro de Manuel Temblador. En primer lugar, el texto saca a la luz la «memoria silenciada» de todo un pueblo, su resistencia y el sacrifico sangriento a que fue sometido; algo que la tan aclamada Transición intentó tapar, y que ha provocado en el país una «amnesia interesada». Temblador nos habla de su querido pueblo Arcos de la Frontera, situado en la provincia de Cádiz. En segundo lugar, el autor también es «memoria del anarcosindicalismo», nos describe sus inicios en la región, sus logros y la feroz represión a que fue sometido, no sólo en Cádiz sino en toda la Península Ibérica. Arcos de la Frontera padeció cerca de un centenar de fusilados, una tercera parte libertarios. El libro ofrece una lista de las víctimas que Temblador identificó. En tercer lugar, aparte de la experiencia personal del autor, esta edición quiere «reivindicar sobre todo lo que Manuel Temblador y tantos ciudadanos de Arcos representaron, la historia de la “Fraternidad Obrera”, ejemplo de dignidad y motor de las luchas jornaleras en el municipio hasta el verano de 1936».
«La llegada de la II República, cargada de promesas, les insufló cierta ilusión de que sus vidas mejorarían, mas dicha ilusión desapareció enseguida, la reforma agraria nunca llegó, los terratenientes paralizaron la producción en sus propiedades y los jornaleros quedaron en paro, sin un subsidio que pudiera paliar su hambre»
La historia de Manuel Temblador es un historia moral, quizá la mejor forma de propagar la «Idea» en un momento en el que el campo andaluz hervía de ansias de cambio, que consiguió con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y que con el advenimiento de la II República en 1931 eclosionó, asumiendo las ideas libertarias como una alternativa firme para lograr dicho cambio. También es una historia de la CNT pues él formó parte de ella la durante casi toda su vida.
La historia vital de Temblador es la común entre la clase trabajadora de su época y de todos los tiempos. Nació en 1911 en Arcos de la Frontera, en una familia muy humilde que apenas podía alimentar a sus seis hijos —él era el segundo—; por supuesto, no fueron escolarizados. A los 14 años ya estaba trabajando en el campo. Sus primeras letras se las enseñó un compañero durante las horas de descanso de las labores agrícolas. Muy joven formó parte de una sociedad de resistencia llamada «Fraternidad Obrera» de la que fue nombrado secretario. En 1931 la sociedad se unió a la CNT. Andalucía estaba impregnada de las ideas de Fermín Salvochea y de otros libertarios de la zona. La llegada de la II República, cargada de promesas, les insufló cierta ilusión de que sus vidas mejorarían, mas dicha ilusión desapareció enseguida, la reforma agraria nunca llegó, los terratenientes paralizaron la producción en sus propiedades y los jornaleros quedaron en paro, sin un subsidio que pudiera paliar su hambre. En 1933 el campo andaluz explotó; en Cádiz se produjeron los sucesos de Casas Viejas que supusieron los asesinatos de 22 personas de la clase trabajadora. Los prolegómenos de la guerra civil estuvieron caracterizados por el hambre y una gran agitación social. En vísperas del alzamiento fascista, en mayo de 1936, los obreros de Arcos de la Frontera afiliados a la CNT declararon la huelga; hubo muchos detenidos, entre ellos Manuel Temblador.
Finalizada la huelga a comienzos de julio de 1936, los pueblos afectados por la misma padecieron hambre, la cosecha estaba sin recoger; se iniciaron los trabajos pero no hubo empleo para todos. Algunos jornaleros intentaron tomar las tierras y trabajarlas pero la represión no se hizo esperar, la única salida que se vio posible fue la colectivización libertaria del campo, pero ésta no lo iba a impulsar el gobierno republicano. Cuando se produjo el levantamiento rebelde Temblador tenía 25 años, estaba enfermo y no tenía fuerzas ni para escapar; así que permaneció escondido durante un mes mientras en su pueblo los falangistas provocaban un baño de sangre. Durante un tiempo tuvo confianza en que el gobierno controlara la situación pero pronto se desengañó. Gracias a dos compañeros, Antonio Valle Rodríguez y Antonio Gutiérrez Gómez, que habían escapado a Ronda y decidieron volver a Arcos a por sus familiares, consiguió huir.
Pero su huida no fue fácil, primero por su deplorable estado de salud; segundo por la distancia que tuvieron que recorrer a pie casi sin comida ni agua, unos 90 kilómetros. En tercer lugar, por la amenaza constante que pesaba sobre el grupo de ser descubierto por los fascistas que campaban a su antojo por la provincia. La debilidad y el cansancio no arredraron a los huidos. Cuenta Temblador: «No parecía sino que el verme libre y los aires puros de las montañas, me habían mejorado considerablemente». Mientras tanto, la progresión del ejército rebelde parecía imparable, ocupaba las principales ciudades de la provincia de Cádiz y Sevilla, desencadenando un baño de sangre por donde pasaba. Al llegar a Jimena el Comité Local de CNT les acogió calurosamente. Tres días después cogían el tren para Ronda.
Llegados a Ronda, fueron recibidos «admirablemente». Allí se encontraron con gentes de todo tipo que habían escapado del genocidio enemigo, tras intentar defender su tierra con las pocas armas que tenían a mano. En Arcos de la Frontera fueron asesinadas cerca de un centenar de personas según cifras del autor. «Aquellos hombres carecían de instrucción militar alguna, y apenas sabían cómo utilizar las armas de que se habían apoderado». Se habían organizado en milicias, centurias y columnas «bajo el mando de combatientes más expertos». De inmediato, Temblador tuvo que ser ingresado en un hospital. Una semana después las tropas enemigas se aproximaban. En ese momento la población empezó a desplazarse hacia territorios más seguros. Él también huyó, pasó por diversas localidades, y acabo primero en el Hospital de Marbella y después en el Hospital Provincial de Málaga donde permaneció un mes para ser tratado de una «afección pulmonar aguda con principio de pleuresía».
«En la capital malagueña se organizaron refugios para ancianos, mujeres y niños, donde les daban comida y cama». Los jóvenes combatían en el frente de Estepona o Antequera para intentar detener el avance enemigo; pero sin armas era difícil luchar. El 8 de febrero de 1937 los fascistas ocuparon Málaga. Se ha escrito que Largo Caballero —presidente del Consejo de Ministros de la II República— negó mandar armas a los malagueños por su condición revolucionaria. Temblador ni lo afirma ni lo niega, comenta que en aquellos momentos la situación era muy confusa en todo el país.
«Lo que Temblador se encuentra en Barcelona le resulta ilusionante y a la vez desalentador. Por un lado, observa el fervor popular y su gran apoyo a la a la causa de la revolución; pero por otro, ve claramente la labor de zapa que están haciendo contra la misma los representantes de la URSS»
En ese contexto se inició «la desbandá», miles de personas se pusieron en marcha por la única salida posible que tenían, la carretera de Málaga a Almería. El autor la recorrió y fue testigo de la matanza que en ella se produjo. En este recorrido coincidió con Anita Gutiérrez que había conocido durante el viaje a Ronda, y surgió el amor entre ellos, amor que duró hasta el fin de sus días. Una vez en Almería entró en contacto con gentes provenientes de las provincias de Cádiz, Sevilla y, por supuesto, de Málaga. Almería estaba desbordada y se improvisó un campamento en Viator donde concentraron a los milicianos que habían conseguido escapar del avance rebelde, para organizarlos.
De Viator salieron para el frente varios batallones confederales, entre ellos el 2º Batallón «Ascaso» del que formaría parte Temblador más adelante. Como la vida en Almería era difícil de manejar por las autoridades, se organizaron expediciones de refugiados hacia Valencia y Cataluña, principalmente, zonas cuya producción agrícola estaba colectivizada. Estas dos zonas prácticamente alimentaban al territorio que se encontraba bajo el orden republicano. Manuel Temblador partió en dirección a Barcelona para recuperar su dañada salud; una vez allí fue de inmediato hospitalizado y mejoró notablemente después de varios meses de tratamiento.
Lo que Temblador se encuentra en Barcelona le resulta ilusionante y a la vez desalentador. Por un lado, observa el fervor popular y su gran apoyo a la a la causa de la revolución; pero por otro, ve claramente la labor de zapa que están haciendo contra la misma los representantes de la URSS: «una acción demoledora contra las organizaciones y partidos políticos que no se doblegaban a su directiva y mantenían firmes las conquistas revolucionarias». Las consignas de Moscú se habían impuesto «antes ganar la guerra, y después la revolución». Su inmediata consecuencia fue la destrucción de las colectividades campesinas en Aragón; después llegó la creación del nuevo ejército republicano que supuso el desmantelamiento de las milicias. Estas tensiones entre anarcosindicalistas y pro soviéticos culminaron en las denominadas «jornadas de mayo» de 1937, un enfrentamiento armado que duró cinco días en las calles de Barcelona entre ambas fuerzas, con un saldo sangriento de quinientos muertos del lado libertario, entre ellos el anarquista italiano Camilo Berneri. El vencedor de ese enfrentamiento fue el «partido comunista». Manuel Temblador vivió estos sucesos en directo, aunque todavía se encontraba en el hospital, del que entraba y salía a voluntad. Temblador reflexiona sobre la militarización de las milicias, y considera que causó una gran desmoralización entre las fuerzas libertarias, según él, una de las causas de la pérdida de la guerra.
Durante esta estancia en Barcelona se entrevistó con Soledad Gustavo, a la que entregó un escrito para su consideración, que fue publicado unas semanas después. «Si perdemos la guerra […] no podré sobrevivir a la derrota; mis días serán contados», le dijo Soledad, y así ocurrió en febrero de 1939. En el texto, Temblador hace hincapié en el ambiente de miedo que se respiraba en Barcelona en el ámbito libertario debido a la amenaza constante de los «agentes comunistas» que a la menor oportunidad, en cuanto no se acataba una directiva suya «los encerraban en sus checas, sometiéndolos a interrogatorios acompañados de torturas». En octubre de 1937 Temblador recibió la noticia de la muerte de su hermano José en el frente de Guadarrama; una muerte más a sumar a las que ya conocía de buenos compañeros y vecinos de su tierra. Hasta el final de la guerra estuvo incorporado a la 149 Brigada Mixta ―compuesta en gran parte por militantes anarquistas―, más conocida como «brigada de la pana» porque todos sus componentes vestían pantalones de pana. Cuando el frente catalán se derrumbó tuvo que cruzar a Francia. Para él la guerra civil había terminado.
Antes de describir los sinsabores de Temblador en el exilio francés, nos presenta en el capítulo VII una «relación de los fusilados por los fascistas en Arcos de la Frontera, también una lista de compañeros muertos en los frentes de batalla».
En febrero de 1939 Manuel llegó a Francia. Nada más atravesar los Pirineos Orientales, los gendarmes les condujeron a los campos de concentración que el gobierno había predispuesto para ellos, entonces comenzó una pesadilla que costaría la vida a muchas de las personas que le acompañaban, esta vez no les mataron las balas fascistas sino el frío, el hambre y la enfermedad. Tal era la situación, que algunas de las cautivas eligieron arriesgarse a volver a España, otras se alistaron a la Legión Extranjera, las demás resistieron como lo habían hecho hasta ese momento, con solidaridad y muchas ganas de luchar. Las autoridades también les invitaron a trabajar en las colonias africanas. La mayoría, sobre todo al principio, tenían esperanzas en poder escapar a algún país latinoamericano, pero estas esperanzas desaparecieron con el paso de los meses. La situación en Europa era convulsa, y cuando Polonia fue invadida por los alemanes se vio que la guerra europea era inminente. Luego llegó la invasión de Bélgica y Holanda. ¿Resistiría Francia? No, no resistió. ¿Qué iba a ser de ellos, de los antifascistas recluidos en los campos de concentración? «Generalmente los refugiados españoles se comportaron en Francia como hombres [y mujeres] que sabían estar a la altura de todos los momentos».
En el campo de concentración de Saint Cyprien estuvo aproximadamente un mes. De allí lo trasladaron al campo de Bacarés. Un compañero, Félix de la Hoz, tuvo la idea de escribir a mano un periódico, Temblador fue uno de los colaboradores. La publicación se llamó «La eterna lenteja», era lo que comían, básicamente. El contenido era crítico con lo que acontecía en el campo. Salieron dos números. En Bacarés recayó en su enfermedad y fue atendido por el doctor Serrano, también internado en el campo, que recomendó fuera evacuado. De allí lo llevaron a uno de los hospitales de Perpignan donde estuvo dos meses. Volvió a ser trasladado, esta vez a Saint Jodard donde comenzó a trabajar para un agricultor francés en Saint-Bonnet-des-Quarts. Poco tiempo después de asentarse como obrero agrícola, que era su profesión, gracias al alcalde del pueblo, su compañera sentimental Anita Gutiérrez pudo reunirse con él. En esta propiedad permanecieron durante cuatro años, hasta 1943.
«Su actividad desde entonces en el MLE del exilio fue plena; participó en asambleas, plenos y congresos, sin parar de escribir para la prensa libertaria. En Grenoble tuvo contacto con destacados militantes anarquistas como Francisco Sabaté y Pedro Mateu»
Sus vidas estaban pendientes de un hilo. Los refugiados españoles que no estaban encerrados en los campos si no se habían unido al maquis eran movilizados por el ejército alemán para hacer fortificaciones en bases marítimas y aéreas en el nordeste de Francia. En el caso de Temblador y otros compañeros su destino fue el Fuerte de Chapolit situado cerca de Lyon. A él lo mandaron a trabajar a una casa de campo perteneciente a Madame Jonrad. Nada más llegar, él le contó su historia, y que estaba separado de su compañera. La mujer le aconsejó que se fuera con ella. Y así lo hizo. Durante ese tiempo recayó en su enfermedad. Había pocos lugares donde buscar atención médica. El ejército alemán era atacado por todas partes, por lo que las posibilidades de movimiento eran limitadas; su supervivencia se basó en los cuidados de su compañera. Además, la Gestapo rastreaba la zona y tuvieron que ocultarse. Espantados fueron testigos de los crímenes que a diario cometían los nazis. El 15 de agosto de 1944 los aliados desembarcaron en Normandía y comenzó el repliegue alemán.
Con la liberación de Francia, los exiliados antifascistas españoles soñaban con la caída del régimen de Franco. Muchos habían sido los muertos dentro y fuera del país en su lucha contra el fascismo. Con los muertos poco se podía hacer salvo alimentar su recuerdo, pero los vivos querían luchar y para eso necesitaban la ayuda de los aliados; sin embargo, esta ayuda nunca llegó. El exilio se organizó con el Gobierno Giral del que formaron parte dos cenetistas: Horacio Martínez Prieto y José Leiva. A partir de aquí Temblador cuenta cómo empezaron los problemas entre los exiliados libertarios que apoyaban esa colaboración y los que no, lo que produjo un cisma dentro del Movimiento Libertario Español (MLE). Temblador se manifestó en contra de la colaboración. A pesar de todo, el antifascismo cenetista trabajó incesantemente durante unos años. Proliferaron los medios periodísticos como España Libre, Hoy, Acción Libertaria, Ruta, Inquietud, Nueva Senda, Libertad, Exilio, Solidaridad Obrera, Impulso, CNT, Nervio, El Rebelde, Despertad, Espoir, Le Combat Syndicaliste, Cenit y Umbral. La mayor parte de esta prensa desapareció al prolongarse el exilio y acentuarse las bajas en el MLE. La labor cultural y divulgativa de la CNT fue ingente a través de la edición de folletos y libros. Hay que destacar el hecho de que toda esta labor no fue realizada por profesionales de las letras sino por hombres y mujeres de la clase trabajadora que alternaban su vida laboral con la pluma de un modo desinteresado.
La vida de Temblador siguió adelante y en 1946 se instaló con su familia cerca de Grenoble. Un año después sufrió una grave recaía en su enfermedad y tuvo que ser internado de nuevo en un hospital durante un año. Hacia 1948 se encontró restablecido. Por vicisitudes del destino, después de esa experiencia estuvo trabajando durante quince años de peluquero para Antoine Lapierre. Su actividad desde entonces en el MLE del exilio fue plena; participó en asambleas, plenos y congresos, sin parar de escribir para la prensa libertaria. En Grenoble tuvo contacto con destacados militantes anarquistas como Francisco Sabaté y Pedro Mateu. Los años fueron pasando y Manuel tomó testimonio de las tensiones internas del MLE que le condujo a la ruptura en agosto de 1965 en el Congreso de Montpellier. A pesar de ello, él mantuvo su militancia con denodado esfuerzo: «Trataba dentro de la CNT de mantener mi personalidad y criterio propio, sin atizar el fuego que venía destruyendo la familia libertaria del exilio, cuyos miembros se conducían en sí peor que enemigos. Sin embargo, para mí, tanto los de un lado como los del otro eran compañeros».
En El luchador escribió una serie de 17 artículos firmados con el pseudónimo de Manuel Jarillo. En estas memorias se encuentran transcritos cuatro de los mismos que Temblador consideró los más trascendentes: «La renovación de cargos», «Nuestro “trío” libertario», «El intolerante» y «¡Alto el fuego, compañeros!». Sus llamadas a la unidad sirvieron de poco «sus ecos no tuvieron repercusión alguna». En 1975, después de 45 años de militancia, nueve en España y 36 en el exilio, abandonó la CNT, si bien continuó defendiendo sus ideas y combatiendo por ellas hasta el final de sus días.
Esta es la historia que nos cuenta Manuel Temblador, un luchador entre otros muchos, que empleó gran parte de su existencia en poner su grano de área para el advenimiento de un mundo más justo y solidario. Su historia es nuestra historia.
«Treinta y seis años, día tras día, con el pensamiento puesto siempre en España, en el pueblo que me vio nacer, en mis compañeros de trabajo y de lucha que allí quedaron envueltos en el más espantoso terror de un gobierno fascista, que les impuso un régimen oscurantista, de falacia, de lobreguez desoladora cual noche tormentosa y sin fin…»
ÁNGEL E. LEJARRIAGA
Recuerdos de un libertario andaluz, editado por la Fundación Anselmo Lorenzo en 2019. Lo podéis encontrar en nuestra librería.