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Obra del fallecido Julian Pacheco

(Fotografía tomada durante la exposición del artista en Cuenca el 14 de marzo de 1998)

Sumario:

Oferta de inscripción y boletín de suscripción a todas las publicaciones Joseph Labadie y el movimiento obrero
La ecología humana en el anarqismo ibérico, Eduard Masjuan Bracons La moral anarquista; Ética. P. Kropotkin
El anarquismo en Cuba, Frank Fernández La geografía al servicio de la vida. Eliseo Reclus.
La eterna vigencia de Durruti. La mujer de Sade
Críticas y respuestas a Anarquismo básico Crimen y poesía contra la escuela en El irresponsable.
Suplemento del catálogo 2000. Filosofía y acción. A, Fernández-Savater.
Boletín de inscripción. Boletín de pedido. Los justos, Albert Camus.
Una donación más para enrriquecer el ya importante fondo de la F.A.L Los otros
Breves:Las mil caras del mimo - estudio sobre el naturismo libertario - Centro Ascaso-Durruti Cabaret anarquista, una lúdica lucha social
Eugenio Granell. El surrealismo: «el más irreductible oponente de toda claudicación artística». El drama cultural del anarquismo / 1.
Las aventuras de Nono, Jean Grave. Estado y hombre.  
Los sucesos de Casas Viejas Muere Julian Pacheco.
Al pie del muro, Abel Paz

Organo difusor de la
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo.
Paseo Alberto Palacios nº 2, 28021 Madrid. Tel: 91-797 04 24.
Fax: 91-505 21 83.
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LA ECOLOGÍA HUMANA EN EL ANARQUISMO IBÉRICO
Eduard Masjuan Bracons

Masjuan Bracons, Eduard: La ecología humana en el anarquismo ibérico: urbanismo «orgánico» o ecológico, neomalthusianismo y naturismo social (pr. Joan Martínez Alier), Barcelona-Madrid, Icaria-Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2000 (Antrazyt, 155: Ecología), 504 págs.

Urbanismo alternativo y ecologista

Un clásico sueño anarquista ha sido el de diseñar la ciudad ideal donde los hombres pudieran convivir en plena armonía con la naturaleza, gozando de libertad, felicidad y solidaridad. Hay una cierta tradición en la planificación de ciudades y escritos utópicos que lo avalan. En este libro que ahora presentamos, Masjuan hace un profundo estudio de las distintas tendencias urbanísticas que se dan entre 1854 y 1937.
En parte como consecuencia de la Revolución Industrial y del aumento demográfico, los movimientos migratorios del campo a la ciudad comienzan a ser constantes. Las ciudades empiezan a absorber una población para la que no están dotadas. Así se inician las distintas aportaciones, ideas o proyectos de solución de unos problemas que principian a llamar la atención: la densidad demográfica y las condiciones de vida de las grandes urbes.


Como en cualquier otra actividad o aspecto de la vida, los grupos sociales tratan de plasmar sus ideas para superar los conflictos e inconvenientes que se van presentando. La burguesía intenta aprovechar una situación ideal (expansión económica y crecimiento de población) para especular con el terreno que circunda las grandes ciudades (que están aumentando desproporcionadamente) y con los campos limítrofes de los pueblos que las circundan. Su propuesta es el crecimiento ilimitado de la ciudad, uniendo unas a otras a través de una masificada urbanización sin solución de continuidad.
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Frente a esta megalomanía de la macrociudad, los anarquistas, que están viendo y sufriendo cómo viven hacinados en las chabolas de las periferias de las ciudades los obreros que proceden del mundo rural, donde no disponen de las más mínimas condiciones higiénicas, teniendo que invertir tiempo y dinero todos los días para poder desplazarse de casa al trabajo y del trabajo a casa, proponen una ciudad a la medida del hombre. Los pueblos han de ser proporcionados, con zonas arboladas, jardines, huertas y campos de cultivo que abastezcan a la población. Una gran ciudad tiene necesidad de un gran suministro de agua potable y de una considerable cantidad de energía para la industria y los medios de transporte; además la higiene (las epidemias proliferan en la época) no es tan adecuada como en el campo, y la contaminación parece inevitablemente unida a la urbe.
Aunque en la práctica prosperó la primera tendencia (la burguesía y los organismos públicos tenían el poder y los medios para llevarla a cabo), la polémica sigue en vigor: las macrociudades ahogan al hombre que se pasa media vida yendo de un lugar para otro; la centralización de la producción energética, como es el caso de las centrales nucleares, monopoliza gran parte del poder económico al que está sometido el ciudadano de a pie, además de los desastres ecológicos que producen; los monocultivos, frente a la diversidad agrícola que proponían los ecologistas, necesitan de insecticidas cada vez más contaminantes para poder combatir las plagas y poder hacer prosperar las cosechas...
A lo largo de las páginas de esta primera parte del libro, que aborda el tema urbanístico, el autor nos va mostrando cómo en cierta medida las ciudades son un reflejo de los sistemas económicos que operan en ellas y cómo la arquitectura suele ser también un reflejo de la opresión y tiranía que han sufrido y sufren los pueblos. Un magnífico estudio que nos invita a reflexionar sobre las condiciones y el mundo en el que vivimos.

El neomaltusianismo
anarquista y el naturismo

A finales del siglo xviii comienza una gran polémica que todavía hoy está en vigor. Un pionero del anarquismo, el inglés William Godwin (1756-1836), publica en 1793 el libro Investigación acerca de la justicia política y su influencia sobre la virtud y la felicidad general, donde considera que la propiedad privada y el Estado son los males endémicos que impiden que los seres humanos puedan gozar de los frutos de la naturaleza.
En contestación, en 1798, Thomas Robert Malthus, pastor anglicano y economista inglés, publica el libro Ensayo sobre el principio de la población, refutando las teorías de Godwin. Malthus argumenta que mientras que la población crece de forma geométrica, los alimentos aumentan aritméticamente: por este desfase nunca se podrá disponer de los suficientes recursos para alimentar a toda la población. Para paliar el problema propone como solución contener la demografía mediante la abstinencia sexual.
A principios de este siglo surge lo que se ha dado en llamar (quizás no muy acertadamente) el neomaltusianismo anarquista. Las organizaciones sociales libertarias de la época empiezan a difundir en la prensa anarquista métodos anticonceptivos para controlar la natalidad y evitar las tan temidas enfermedades venéreas, que entonces eran una plaga. Aunque ven que el principal problema para que todos lo seres humanos se puedan alimentar está más en la organización social, como medida paliativa, e intuyendo un problema que se avecina para la humanidad, ven necesario controlar el número de nacimientos, pero sin la hipócrita opinión de los puritanos: se ha gozar de la sexualidad sin tabúes y evitando los embarazos no deseados. Las persecuciones son constantes. Los procesos contra los directores y articulistas de las revistas que difunden estos métodos son habituales. La burguesía ve un problema grave que se restrinja el número de nacimientos porque necesita de una mano de obra barata y abundante para trabajar en las empresas y disponer de numerosos soldados en el ejército. Los anarquistas, hartos de vivir en unas condiciones pésimas, proponen tener un número adecuado de hijos a los que se les pueda dar una educación más idónea y una vida mejor. Sin olvidar que debe existir una lucha constante contra la explotación de los trabajadores y contra la militarización. Los adinerados podían librarse de la guerra de Marruecos aportando una cantidad de dinero de la que no disponían los trabajadores, mientras que estos morían en defensa de la patria de los ricos.
Otro argumento de gran peso era el de la emancipación de la mujer. Para un anarquista, todos los seres humanos tienen los mismos derechos, sea hombre o mujer, y no es justo que la madre esté atada a una prole numerosa que la esclavizaba y a la que no puede proporcionar una vida adecuada. También las mujeres que se acababan prostituyendo solían proceder de las familias numerosas de los trabajadores que carecían de medios para sobrevivir.
No obstante, hay que tener en cuenta que no todas las tendencias anarquistas de entonces compartían la misma opinión sobre el control de la natalidad. Las distintas posturas y debates que se producen en el seno libertario son bien reflejadas en este estudio.
La organización eclesiástica, siempre fiel aliada del Poder, también se empieza a preocupar por la difusión de los métodos anticonceptivos y del poder de convicción de los neomaltusianos, al ver cómo cada vez más los nacimientos disminuyen. Severino Aznar, el sociólogo conservador católico que estudia la demografía española, recibe cartas de curas rurales con textos como este, alertando sobre el tema: «Las mujeres van a misa los domingos; muchas hasta la novena, pero no tienen hijos.» Lo que de alguna manera hace suponer que los métodos y prácticas neomaltusianas llegaban a una población que oficialmente (católicos) no compartía la ideología libertaria que las daba a conocer a través de sus publicaciones. Pero la hipocresía sale a relucir, con datos fehacientes, cuando el autor hace notar el escaso número de hijos (en algunos casos ninguno) de las autoridades pronatalistas que premian a las familias obreras con más de doce hijos, como medida para incentivar, según ellos, el  cada vez más escaso número de nacimientos. También se puede apreciar por el índice de natalidad en los barrios ricos (muy bajo) frente al más alto de las zonas menos favorecidas.donación.JPG (12323 bytes)
Si en el aspecto urbanista el autor se ciñe mucho a España y especialmente a Barcelona y Cataluña, al abordar el neomaltusianismo, Masjuan analiza la influencia que tuvo en América Latina. Exiliados políticos o emigrantes económicos, los anarquistas españoles difundieron su pensamiento en aquellos países por donde pasaron o vivieron. El investigador no solo ha tenido que consultar muchos libros, revistas y periódicos que eran difíciles de encontrar por el tiempo transcurrido desde su publicación y por los avatares de la historia de este país, sino que ha tenido que recorrer archivos y bibliotecas de Holanda, Argentina, Uruguay, Brasil y Cuba. El esfuerzo le ha merecido la pena. El trabajo es magnífico. Digno de agradecer que nos avale con numerosos documentos que demuestran que las organizaciones anarquistas fueron pioneras en teorías y prácticas ecologistas, naturistas, higienistas, antimilitaristas... y que se han ido incorporando al acervo cultural contemporáneo, pese a que muchos lo tratan de olvidar, ocultar o ignorar.

Contra el olvido

Hay una crítica, en algunos casos muy honesta y razonada (en otros es un ataque) en el sentido de que vivimos del pasado, de nuestra historia: damos conferencias sobre las consecuciones de la Revolu- ción española, publicamos libros sobre naturismo de principios de siglo, etcétera. Ciertamente, nos recuerda Eduard que «el pasado se suele ver a la luz del presente» y tenemos que remontarnos a nuestras raíces, que florecieron durante décadas y fueron drásticamente atacadas y arrasadas por las armas fascistas durante la Guerra Civil porque con la razón no pudieron combatirlas. Si el autoritarismo no se hubiera impuesto por la fuerza, la filosofía libertaria posiblemente hubiera sido mejor conocida. De este libro en concreto que ahora presentamos podemos decir que analiza un tema que hoy preocupa profundamente a la humanidad (en el último siglo la población mundial ha aumentado
de 1.500 a 6.000 millones de seres humanos) y que los grupos anarquistas de hace casi un siglo supieron vislumbrar y empezaron a buscar y aportar soluciones. Pese a todo, tenemos que recordar que muchas de las actitudes y prácticas sociales no surgen por arte de magia, y que los pioneros de su práctica y difusión en la península Ibérica fueron los grupos ácratas de finales del pasado siglo y principios de este (como muy bien documenta el autor y hemos resaltado más arriba). De alguna manera la filosofía anarquista va impreg- nando a toda la sociedad. Sin embargo, el anarquismo en la actualidad se encuentra en una encrucijada (en realidad no sé si siempre lo ha estado) y es cierto que en muchos aspectos los colectivos libertarios no están sabiendo dar solución a una serie de conflictos y problemas sociales contemporáneos como lo supieron hacer las organizaciones anarquistas en épocas anteriores.
Recordando lo que nos dice Martínez Alier en el prólogo, que este estudio no se olvide y oculte por el pacto de silencio del Poder. De su lectura podemos aprender mucho. Nosotros estamos contra el olvido.

Manuel Carlos García

EL ANARQUISMO EN CUBA
Frank Fernández

Fernández, Frank, El anarquismo en Cuba (prefacio de Lily Litvak, prólogo de Francisco Olaya Morales), Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2000 (Cuadernos Libertarios, 6)

Durante largos años recibimos en la AIP de Vitoria Guángara Libertaria, en la que asiduamente escribía Frank Fernández, más tarde, cuando el compañero nos pidió información para un libro (La Sangre de Santa Águeda, Miami, Universal, 1994), el amigo Juan Gómez Perín se la envió y durante un tiempo mantuvimos con los compañeros cubanos cordial relación. No es de extrañar que, llegado a nuestras manos  El anarquismo en Cuba, editado este mismo año por la FAL, lo  hayamos leído con avaricia.
El libro llena y al mismo tiempo sabe a poco. Llena si lo comparamos con lo que podríamos considerar su antecedente (Cuba, the anarchists of  liberty, Sidney, Monty Miller, 1987), pero al mismo tiempo nos domina la sensación de que hay más cosas que contar. No obstante sería clamorosa injusticia emplear términos como desencanto, decepción, sabor agridulce, ¿de cuántos países americanos se ha escrito una monografía semejante? De ninguno. Ese poquito de desencanto nace del convencimiento de que Fernández tiene conocimientos y capacidad suficientes para redactar un libro de más envergadura sobre el anarquismo cubano. Justo es que nos preguntemos: ¿Por qué no lo ha hecho?
La clave, creo, de todo este asunto reside en la imperiosa necesidad sentida por el compañero, al que intuyo voz de todos los anarquistas cubanos muertos y vivos, de protestar contra la desvergüenza del anarquismo organizado del mundo que durante muchos años los ha tenido marginados (casi como leprosos) simplemente por haber aplicado la lógica anarquista: enfrentarse a la dictadura de Fidel Castro. Como Castro formaba parte de la órbita soviética, alardeaba de antiamericanismo y la izquierda europea, tan divina como cínica, había acordado (mintiendo bellacamente para justificar la dictadura del barbudo) que Cuba era Sierra Leona, Bolivia o cualquier otro país tercermundista, elogiar, defender sin ambigüedades  la Cuba comunista fue imprescindible para contar con pedigrí de buen izquierdista. cuba.GIF (92868 bytes)
Ahora bien, que las citadas divinidades comulgaran con el castrismo, de ninguna manera justifica que el anarquismo mundial hiciera lo mismo. Un entusiasmo parecido se dio en 1920 hacia la Revolución rusa, pero se supo, y pronto, rectificar; con Fidel parece que el error ha pervivido. El caso es que los anarquistas cubanos por arte de birlibirloque han sido poco menos que identificados con la CIA y eso, además de doler inmensamente a los afectados, es una canallada.
Lógico por tanto que Frank Fernández se haya estirado en mostrar la incoherencia del anarquismo mundial de los últimos treinta años, y haya dejado en segundo lugar el relato del anarquismo cubano de años anteriores. Entonces el libro se convierte en una defensa (justa, necesaria, imprescindible) de las posturas de los compañeros cubanos más recientes y queda en la penumbra la historia propiamente dicha del anarquismo cubano. Se tocan bien los asuntos de las relaciones con el independentismo, se exponen bien las ideas de Esteve y los movimientos de los tabaqueros de Florida, pero en conjunto los sesenta primeros años del siglo corren acelerados. La iniquidad del castrismo, además de apoderarse de Cuba, se ha apoderado del libro de Frank Fernández. Si somos críticos en esto, no menos tendríamos que serlo con el exilio español y su aún mayor fijación contra Franco. Para un anarquista el anticastrismo no debería ser menos comprensible que el antifranquismo.
Se echa de menos un estudio más detallado de la prensa cubana, del devenir de sus congresos obreros, de las intensas relaciones con el anarquismo español, de las actividades de Baella, Domingo Germinal, Adrián del Valle, González Sola, Fidel Miró, Paulino Díez, San Vicente, Abelardo Saavedra y decenas más que vivieron entre España y Cuba como si del mismo país se tratara.
Yo como tengo claro que el anarquismo está muy por encima del antifascismo y del anticapitalismo y que, de querer ser hoy anarquista en Cuba, el dictador Castro me tendría en una prisión como contrarrevolucionario, justifico la ardorosa defensa de Frank Fernández, coincido en su denuncia del anarquismo europeo y del castrismo, y le animo, una vez cumplida la honrosa y previa tarea de lavar el honor de los anarquistas cubanos agobiados por la dictadura cubana, a escribir la definitiva gran historia del anarquismo cubano, para lo que nadie está más capacitado que él. Soy de los que espero ese libro, porque el recién leído me ha abierto el apetito.

Miguel Íñiguez

La Eterna vigencia de durruti

Buenaventura Durruti, anarquista, un filme de Jean Louis Comolli, con Albert Boadella y El Joglars, romancero de Chicho Ferlosio. Sitema VHS. Duración 1 h. 47 minutos.


El valor de toda obra de arte debe medirse por su capacidad de captar y transmitir lo esencial. Esto es precisamente lo que ha logrado el equipo realizador del filme sobre Durruti: ofrecernos una síntesis cohesiva de la biografía personal e histórica del gran anarquista español. Gracias al criterio selectivo seguido por Jean Louis Comolli y sus colaboradores en el orden temático y secuencial y a la labor asesora de Abel Paz, la cinta no contiene nada superfluo ni excluye nada de lo que el espectador necesita saber para hacerse una idea idónea de lo que el héroe libertario era y representaba.
Otro de los méritos del vídeo consiste, a mi juicio, en el intento de reconstruir la figura de Durruti desde la óptica de una época que ha perdido la memoria histórica, desprecia todo lo profundo y vive bajo el imperio burgués y embrutecedor del culto a lo meramente efímero y banal. La inseguridad que se apodera de Albert Boadella y Els Joglars a la hora de representar las diversas escenas de la obra no es sólo el problema profesional de un cuadro de actores, sino que refleja la alienación de un estadio histórico que ha perdido todo contacto con lo heroico y universal. Pero si de un lado nos duele la incomprensión, el silencio y el olvido surgidos en torno a Durruti, Francisco Ascaso o García Oliver como arquetipos superlativos de lo que fue el movimiento libertario español de la primera mitad del siglo xx, del otro nos permite, paradójicamente, adquirir una conciencia más honda y radical de su grandeza militante y humana.durruti.JPG (19295 bytes)
A ello contribuyen, de manera notable, los romances compuestos e interpretados por Chicho Ferlosio con el inimitable carisma de su voz y de su presencia física. Al verle en la pantalla de este vídeo he tenido que recordar necesariamente la inolvidable velada que hace unos dos años pasamos con José Luis Balbín y otros amigos en no sé qué restaurante de Madrid, después de una también inolvidable actuación suya en Bellas Artes.
El modus operandi del documental está basado en el efecto de distanciamiento (Verfremdungseffekt) brechtiano, cuya finalidad era la de desenmascarar la falaz ilusión mágica del teatro convencional burgués para ubicarse en el ámbito de la cruda realidad social. Pero la propia dialéctica del personaje que los actores tienen que representar les obliga, una y otra vez, a interrumpir sus diálogos y monólogos dubitativos para entregarse totalmente a la escenificación épica y sublime que la figura de Durruti exige. No son los actores quienes se imponen a Durruti, sino que, a la inversa, es su personalidad excepcional que triunfa sobre ellos. Eso es también lo que el espectador desea y espera: la presencia directa e ininterrumpida de Durruti.
Parafraseando a Max Horkheimer podríamos decir que Durruti es la nostalgia de lo completamente distinto; de ahí que todo intento de problematizar o desublimar su dimensión histórica y humana esté condenado de antemano al fracaso. Yo creo que tanto Comolli como Boadella y sus colaboradores eran plenamente conscientes de ello, y que todas sus vacilaciones e interrogantes no son más que una maniobra técnica de diversión para resaltar todavía más lo que Durruti fue.
Precisamente porque la sociedad de consumo significa el triunfo de lo pequeñoburgués por antonomasia, la personalidad de Durruti se convierte, por sí sola, en una acusación  muda e implícita de lo que el hombre actual es: un «esclavo sublimado» (Marcuse) de la llamada sociedad del bienestar o de la abundancia, y en la mayoría de los países, ni siquiera eso, sino pura humillación y miseria permanente.
Quienes negando a Sócrates y Platón  confunden el éxito y la demagogia con la verdad pueden naturalmente permitirse el lujo de afirmar que los valores que Durruti encarnaba han pasado definitivamente al museo de la historia. Pero la situación agónica en que se encuentra el mundo es la prueba más rotunda de que la lucha sostenida por Durruti y sus compañeros contra la impostura del poder sigue siendo tan actual  como lo fue entonces. La figura del gran héroe revolucionario es tan inmortal y eterna como la de Don Quijote y sobrevivirá por ello, una y otra vez, a los lavados de cerebro y a los procesos de manipulación de la razón instrumental. El filme que estamos comentando es la mejor prueba de ello.
Los amos del mundo lo tienen todo, pero no héroes como Durruti. De ahí su odio hacia él y hacia el movimiento revolucionario en general. Es el odio siempre renovado de lo inferior a lo superior, de la pusilanimidad a la grandeza, de lo vil a lo noble, de lo mediocre a lo excepcional. Las fuerzas que hoy administran el planeta, sea en nombre de la derecha clásica o de la pseudoizquierda vendida al sistema, carecen de auténticos héroes, y lo que por tal pasa no son más que tristes productos de quita y pon fabricados por los profesionales de la imagen y de la public ralations al servicio del statu quo. Y ellos son los primeros en saberlo, lo que explica su neurótica obsesión por erradicar de la conciencia colectiva a figuras históricas como la de Durruti.
Esta es, a la postre,nuestra ventaja sobre los demás movimientos: la de tener héroes de verdad, y no engendros propagandísticos como los que confeccionan actualmente las agencias de publicidad capitalistas o como las que improvisó el aparato agit-prop comunista durante la guerra civil con figuras tan siniestras como Líster o la Ibárruri.
Pero no se trata solamente de recordar y admirar pasivamente a Durruti, de evocarlo de manera abstracta e impersonal, sino de hacerlo carne de nuestra propia carne y de intentar proseguir la obra que él y sus compañeros pusieron en marcha. Y el primer paso en esa dirección no puede ser otro que el de avergonzarnos de no ser como ellos. Sólo a partir de esta toma de conciencia personal -esto es, de humildad- estaremos en condiciones de ser fieles a su ejemplo humano y militante. Por lo demás, pienso que el sentimiento de vergüenza no es el peor punto de partida para luchar por un mundo más justo; es, al contrario, la respuesta que exige un mundo dominado por el cinismo y la condición previa para poner en pie una ética revolucionaria digna de este nombre.

Heleno Saña

críticas y respuestas a Anarquismo básico

Hemos recibido dos correos electrónicos de autores o autoras desconocidas (al menos no figuraban sus nombres) con críticas al libro Anarquismo básico, que publicó la Fundación el pasado año. Abiertos siempre a las críticas, o a reconocer posibles errores, hemos procedido a contestar, pero resulta que las direcciones electrónicas desde donde nos llegaron: llibert@catbbs.org y acrata@catbbs.org  no reciben la contestación que queremos hacer llegar; lo hemos intentado en reiteradas ocasiones, pero nos devuelven el mensaje. Nos parece un poco raro, pero estas novedades electrónicas a veces juegan malas pasadas. No obstante, también es extraño que ambas direcciones sean incorrectas o inexistente, o que no reciban los mensajes que se les envía. Ante la imposibilidad de hacerles llegar la respuesta y como no queremos ocultar (como hace otro tipo de prensa) las críticas, porque estas suelen ayudarnos a avanzar, y como además han sido (entendemos nosotros) bastante radicales y acusatorias, damos a conocer textualmente las frases más significativas de ambos correos electrónicos y la contestación por nuestra parte en  estas páginas. Lo hacemos en bloque porque los dos autores o autoras emplean similares argumentos. Tenemos la esperanza de que quizás les llegue a sus manos este boletín y puedan conocer la respuesta a sus sentencias sobre el libro criticado:
Anarquismo básico.
Crítica: El libro está lleno de tópicos anarquistas, vistos de manera rígida:
Respuesta: Sería bueno concretar cuáles. ¿Tal vez que los anarquistas desean la abolición del Estado?

Crítica:
El tema del nacionalismo está visto en Anarquismo básico desde la óptica de periódicos españolistas y de derechas como La Razón, El Mundo, Las Provincias (de talante fascista)...
Respuesta: Falso. En concreto, «El ejemplo del idioma», está sacado de las ideas del sociólogo francés, Pierre Bourdieu, en su análisis del proceso de extensión, dominio e inculcación del francés, (en su origen el dialecto de la clase culta parisina), por el territorio de lo que hoy es llamado Francia.  Bourdieu niega en último extremo que exista un idioma nacional natural. El mismo liber@catbbs.org reconoce en su carta que cualquier idioma no es más que la suma de dialectos distintos. Los habrá más o menos extendidos. ¿Pero se debe por eso dar más importancia a uno sobre otro?
En segundo lugar el artículo sobre nacionalismo de Anarquismo básico no es cierto que  defienda una doctrina oficial de la CNT o del anarquismo sino que pone sobre el tapete las ideas más importantes que hay en la actualidad debatiéndose sobre temas de identidad y grupo étnico. Los conceptos de identidad, identificación, etnicidad, poder de definición, construcción de identidades desde el Estado, mayorías y minorías, etc., están esbozados en el artículo del nacionalismo, desde las perspectivas de científicos sociales como Eriksen, Cohen, Epstein, Jenkins, Handelman, Andersson, Barth, Berger, Luckman y otros , nada sospechosos de anarquismo. Estos personajes desarrollaron durante la segunda mitad del siglo XX un debate en torno a qué es un grupo étnico, cuáles son sus límites, qué cosas lo definen, quién los construye, cómo aparece la distinción del Nosotros/Ellos, etc. Nos hemos limitado a esbozar muy básicamente algunas ideas y conceptos que dan juego al debate. Al parecer también indignan.

Crítica:
Atacáis todo lo que suene a catalán. Defendéis la cultura española, estandarte del fascismo:
Respuestas: Eso es mentira. Defendemos la pluralidad cultural. Por lo tanto somos partidarios de que los catalanes, si se definen como los individuos que ocupan Valencia, Baleares, Cataluña, Valle de Arán, franja aragonesa, sur de Francia y algún otro lugar, se federen, unan, separen, escindan, confederen y organicen como les dé la gana. ¡Faltaría más! Pero somos radicalmente enemigos de la creación de un Estado catalán lo mismo que somos enemigos del Estado español. Defendemos el derecho de toda la gente a hablar sus lenguas maternas, a emplear sus culturas y a no ser discriminados por ello en ningún caso, sean catalanes, bereberes o daneses, allí donde estén.  Es eso lo que decimos en el artículo. Y lo mismo que es lícito preguntarse si existe España, o quién la ha inventado -que también lo decimos (ver p. 59)-, es lícito cuestionar la idea de Cataluña o de lo que sea. Más aún en unos tiempos en los que están a la vista los devastadores efectos de los nacionalismos burgueses en Europa.  La alternativa libertaria a estos nacionalismos está muy  clara en la teoría: la Confederación de Comunas Ibéricas y el Municipio Libre, y fue llevada a la práctica durante la revolución de 1936. Jamás Cataluña y Aragón dispusieron de mayor autonomía respecto el Estado
central español, que bajo el dominio libertario.

Crítica: El catalán es un idioma más cohesionado que el español. Montones de lingüistas afirman que el catalán es un idioma.
Respuesta: Cierto.  ¿Y qué? El artículo de Anarquismo Básico no dice que el catalán no sea un idioma, sino que el catalán -como idioma homogéneo- no existe más que en la imaginación de los tecnócratas de la Generalitat. Y que para homogeneizar todos los dialectos catalanes, están metiendo a tornillo a toda la población el catalán normalizado. Ningún idioma es homogéneo. Nada tiene que ver el castellano de un chicano afincado en California, con el de un argentino o un andaluz. También difieren sus costumbres, ritmos de vida, etc. En cuanto al catalán, más que fiarnos de los que digan los lingüistas, que suelen trabajar para el Estado, habría que ver más qué es lo que dicen y quieren los pueblos. ¿O es que tiene que haber un ente superior, administrativo, político o científico, que imponga la identidad?

Crítica: Me hacéis pensar en el Stalin de sus mejores años.
Respuesta: Sin duda por desconocimiento y carencias teóricas. Stalin definió que para que un pueblo pudiese ser considerado como una nación, debía cumplir una serie de requisitos: un idioma común, un mercado unificado, un territorio propio, y un proceso histórico colectivo. Sería tarea del partido el determinar quién poseía esas cualidades y quién no. Esta propuesta de Stalin provino de la necesidad de dominar el imperio que manejaba, y que incluía a un conglomerado multicultural prodigioso. Nosotros estamos en contra del planteamiento bolchevique, porque cualquier propuesta tendente a limitar o definir desde arriba la identidad de un pueblo debe ser combatida. Por el contrario, el planteamiento estalinista le viene al pelo a muchas ideologías nacionalistas.

Crítica: Defender la cultura catalana (en peligro de extinción) es una de las tareas más nobles.
Respuesta: Completamente de acuerdo. Pero un anarquista deber ir siempre un poco más lejos. ¿Qué clase de cultura sedefiende? ¿Quién la define? ¿Cuáles son sus rasgos? ¿A quiénes interesa? Porque no es lo mismo decir "varón, blanco, adulto, catalán, industrial, rico" que "menor, mujer, catalana, gitana, ama de casa, pobre". Cuando defendemos algo los anarquistas, debe ser algo muy nuestro. No existe 'La Verdad' ni 'La Cultura', sino nuestra cultura: algo dinámico, que cambia. Dejemos el nacionalismo burgués a los nacionalistas. De la misma forma que es noble defender cualquier cultura en peligro, también lo es la defensa de los ideales -más en peligro si cabe- ácratas: universales y generosos por encima de raza, clase, sexo y edad, pero también impulsadores de lo particular, lo pequeño y lo diverso a no importa qué nivel. Si tenemos que identificarnos con alguien en este tema, lo hacemos con Bakunin, un gran patriota de todos los pueblos y naciones oprimidas.

Crítica: Vuestro falso internacionalismo me da náuseas.
Respuesta: Pues toma primperán. O ayuna un poco. Vete además a que te hagan un estudio digestivo.

Crítica: Sois unos ignorantes.
Respuesta: Sí. Hay muchas cosas que ignoramos. Pero al menos sabemos poner bien el
remite de las cartas para que otra gente más ilustrada como vosotros pueda ponernos  verde. Contactad de nuevo. Mandadnos vuestros argumentos y veremos la posibilidad de incluirlos en una presunta próxima edición de Anarquismo básico. Fue concebido como un proyecto colectivo y queremos que siga siéndolo.

Crítica: La anarquía sólo llegará con cultura
Respuesta: Así es.
  
   La Fundación Anselmo Lorenzo

Suplemento del catalogo 2000

PUBLICACIONES DE LA FUNDACIÓN ANSELMO LORENZO

169 * El anarquismo en Cuba, Frank Fernández; prefacio de Lily Litvak; prólogo de Francisco Olaya Morales. Madrid, 2000 (Cuadernos Libertarios, 6).- 142 págs. Precio: 1.500 ptas.
141 * La ecología humana en el anarquismo ibérico: urbanismo «orgánico» o ecológico, neomalthusianismo y naturismo social, Eduard Masjuan; prólogo de Joan Martínez Alier. Madrid, 2000.- 504 págs. Precio: 3.100 ptas.

VÍDEO

230 * Buenaventura Durruti, anarquista, un filme de Jean Louis Comolli; con Albert Boadella y Els Joglars; romancero de Chicho Ferlosio; asesor histórico Abel Paz. Sistema VHS (PAL). 107 minutos de duración. Precio: 2.000 ptas.

OTROS LIBROS EN DISTRIBUCIÓN SOBRE FILOSOFÍA, AUTORES O EDITORIALES ANARQUISTAS.

170 * Al pie del muro (1942-1954), Abel Paz. Barcelona: Tot, 2000 (2.ª ed.).- 417 págs. Precio: 2.200 ptas.
209 * La alternativa libertaria: (Catalunya 1976-1979), Joan Zambrana. Badalona: CEDAL, 2000.- 224 págs. Precio: 1.950 ptas.
177 * Anarcosindicalismo: (teoría y práctica), Rudolf Rocker; prólogo de José Costa Font (2.ª ed.), Barcelona: Picazo, 1978 (Nueva Senda, 3).- 180 págs. Precio: 900 ptas.
180 * Las aventuras de Nono, Juan Grave; prólogo de Carlos Díaz; traducción de Anselmo Lorenzo. Madrid: MCA, 2000 (Arlequín, 2).- 166 págs. Precio: 1.500 ptas.
178 * Aves de paso: relatos y cuentos del exilio, Fernando Ferrer Quesada; prólogo de F. Cardona Pons. Mahón: Ferran Ferrer i Quesada, 1988. 157 págs. Precio: 800 ptas.
206 * La Escuela Moderna de Ferrer i Guardia, Buenaventura Delgado (2.ª ed.). Barcelona: CEAC, 1982.- 245 págs. Precio: 1.200 ptas.
196 * Homenaje a Cataluña, George Orwell. Barcelona: Virus, 2000.- 269 págs. Precio: 2.000 ptas.
190 * El irresponsable, Pedro García Olivo. Sevilla: Las Siete Entidades, 2000.- 94 págs. Precio: 900 ptas.
199 * Por una alternativa libertaria y global, Mikel Orrantia «Tar». Madrid: Zero, 1978 (Lee y discute, 89).- 190 págs. Precio: 800 ptas.
200 * Sindicalismo español en la encrucijada, José Borrás. Barcelona: Picazo, 1977 (Nueva Senda, 2).- 287 págs. Precio: 800 ptas.
198 * Viaje a la aldea del crimen: (documental de Casas Viejas), Ramón J. Sender; introducción de José María Salguero Rodríguez. Madrid: Vosa, 2000.- 199 págs. Precio: 1.800 ptas.

MÚSICA CD Y CINTAS DE VÍDEO

204 * Ruido anticapitalista. Alerta antifascista, Sin Dios. Madrid, Difusión Liberaria La Idea, 1998. Precio: 1.000 ptas.
202 * Sin Dios ...más de diez años de autogestión, Madrid: Sindicato de Espectáculos y Artes Gráficas de CNT, 2000. Sistema VHS (PAL). 55 minutos. Precio: 1.000 ptas. (por ser una edición especial, no tiene descuentos).

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UNA DONACIÓN MÁS PARA ENRIQUECER EL YA IMPORTANTE FONDO DE LA F.A.L.

Los compañeros de CNT de Valencia, Vicente Vilanova y Enrique Patiño, nos trajeron desde Valencia el día nueve de Junio de 2000 una furgoneta llena de buenas dona1.JPG (12566 bytes)sorpresas, en total traían treinta y cuatro (34) cajas, la mayoría de gran tamaño, sobre todo un gran arcón de transporte, quedona2.JPG (7250 bytes) correspondían a las donaciones de la F. Local de Montpellier, y del compañero francés Gérard Cañizar. de la F. L. De Montpellier venían libros, folletos, revistas, carteles, etc. Entre estos llegaban algunas ediciones que no teníamos en la F.A.L. y que por su importancia hemos de reseñar, como son: L'homme et la Terre (1) (7 tomos edición 1905), de está edición haría la traducción el compañero Anselmo Lorenzo para la Escuela Moderna en 1905. La geografie universelle (14 tomos, 1884), La Terre (1 tomo, 1868), Elisée Reclus. La conquête du pain, de P. Kropotkine, con prefacio de Elisée Reclus, edicion de 1902. Journal de la jeunesse (1873), Portraits de xixe siécle (1894), de Leon Gautier. Todas estas obras, en francés, como buena parte del material donado.
Y del compañero Gérard Cañizar, publicaciones periódicas, carteles, cartas, etc. Esto es una pequeña muestra de lo poco que hemos visto.
Nos alegra recibir donación de material, sobre todo cuando es en su mayor parte libertaria (2) y como en este caso bastante de ella nueva para la F.A.L., o con muy pocos ejemplares en el fondo existente en la Fundación.
Agradecemos a los donantes por decidir que sus fondos vengan a la F.A.L. y a los compañeros Vicente y Patiño por traérnoslo.

Florentino Martín



(1) Esta obra estuvimos a punto de adquirirla a buen precio en la última feria del libro antiguo y de ocasión de Madrid, durante el mes de Mayo, pero al faltarle un tomo no la compramos.
(2) Esto lo queremos hacer llegar a los posibles donantes, pues nos evita mucho trabajo de selección, y ocupación de espacio físico, pues de trabajo estamos sobrados, y de espacio nos empieza a faltar.

Breves

Las mil caras del mimo, Javier de Torres, Madrid, Fundamentos, 1999 (Arte, 122. Teoría Teatral).

Esta obra del compañero Javier de Torres surge de la necesidad de una referencia escrita que contemple la evolución de un arte que apenas ha sido tratado por los teóricos y que, sin embargo, ha condicionado desde el principio el mundo del espectáculo, tanto en el teatro como en el cine. Su conocimiento del tema no es solo teórico; Javier ha recorrido muchas ciudades para expresar el arte del mimo, con gran emoción para los amantes de la libertad y de la comunicación.

Estamos realizando un estudio sobre el naturismo libertario. Como la mayor parte de referencias al mismo han sido destruidas, agradeceríamos testimonios, documentación, fotografías u otro material que ayudara a enriquecer la investigación. Podéis ponero en contacto con Josep María Reselló, Carrer del Vint-i-sis de Gener, 42 - 4 t, 08014 Barcelona.

Centro Ascaso-Durruti
Llamada para una suscripción

El Centro Ascaso-Durruti se hizo entorno a la donación de Abel Paz de su biblioteca personal y de sus archivos a un grupo de libertarios de Montpellier.
El objetivo del Centro es la difusión bajo todas las formas de cultura libertaria y el deseo de llegar a ser un lugar de referencia sobre la Revolución española (la mayoría de los libros legados por Abel tratan de ese tema), teniendo en cuenta los pormenores, cómo se desencadenó, sus efectos sobre el pasado, el presente y el futuro, sus lecciones... Amplio es el programa. Des- pués de tres años de actividad (debates, proyecciones de cintas de vídeo, noches temáticas...) estamos obligados a dejar este local.
Para asegurar la perennidad del Centro, pensamos adquirir un local de forma colectiva, no muy caro; no faltan brazos que nos puedan ayudar, asegurar los cimientos del Centro. Hacemos una llamada a una suscripción para poder seguir desarrollando el trabajo ya iniciado y para poder perpetuar un lugar donde se encuentren, debatan y crucen libertarios de todo el mundo. Es nuestro deseo consolidar la biblioteca y los archivos de Abel Paz.

Contamos contigo para apoyar y difundir en tu entorno esta llamada.

Cheques a la orden del CAD, suscripción compra, CCP 4 911 50 E MON Centre Ascaso - Durruti 25, rue Xavier Dezeuze 34070 Montpellier (Francia)
Tel. y fax: 04 67 58 83 03
E-mail: ascaso.durruti@libertysurf.fr



EUGENIO GRANELL
El surrealismo: «el más irreductible oponente de toda claudicación artística»

Lily Litvak está por España. Cuando viene agiliza y dinamiza todo cuanto duerme. La vida es energía, hay que moverse. Nos llama a la Fundación entusiasmada: «Hay tanto arte a vuestro alrededor y parece que no os dais cuenta.» Por donde pasa parece que es como un terremoto. «Manuel Carlos, he estado con Eugenio Granell en su casa. Le he conocido a través de un amigo. ¿No le conocen? Hay que hacerle una entrevista». Lily siempre habla con pasión y emoción. Le manifiesto mis dudas, me suena el nombre de Granell pero no sé exactamente quién es. «Da lo mismo. Tienen que conocerle. Según entras en su casa tiene un gran cartel de la CNT de la época de la guerra.» Cuando Lily llama, el tema tiene interés, merece la pena. Hay que buscarse la vida. Una entrevista grabada en casete no es suficiente; Granell es pintor y hay que recoger imágenes. Hay que buscar una buena cámara que grave con calidad. Empiezo a mover los hilos. Pablo Nacarino es el primero que se me ocurre. Él es del mundo del cine y es un hombre práctico. Miguel Herberg para que haga unas fotografías; la instantánea es su mundo. Telefoneo: «¡Oye, Lily! Todo está preparado. Tenemos cámaras; son los chicos de Televallekas. El jueves 29 (es el mes de junio) tenemos que hacerle la entrevista a Granell. Ve preparando las preguntas.»
Eugenio, su compañera Amparo y su hija Natalia (que casualmente está de paso) nos acogen con amabilidad en su casa de Madrid. Invadimos el salón y empezamos a preparar todo. Sorpresas y emociones de ver tantos cuadros (no hay espacio libre en las paredes) que lo ocupan todo. ¡Qué cosas tan bonitas! Estamos rodeados de arte y sabiduría. Cientos de libros ocupan los anaqueles de pasillos y salas.
A Eugenio, según nos presentamos, le decimos que somos de la Fundación Anselmo Lorenzo y de la CNT. Le agrada la noticia. Empieza a contarnos que un hombre muy importante de la CNT le salvó la vida. «¿Cómo se llamaba?», se pregunta en voz alta. «Era del círculo de Durruti.» Le empezamos a dar nombres. No acertamos. Su

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El maestro Eugenio Granell durante la entrevista realizada en junio de 2000
Foto: M. Herberg

compañera Amparo, que tiene muy buena memoria, nos lo adelanta: «Jover te salvó la vida.» Eugenio se suelta: «Durante la Guerra Civil yo era del POUM, muy conocido por denunciar las maniobras estalinistas. Estaba amenazado de muerte. Durante los sucesos de mayo del 37 algunos compañeros ya habían sido asesinados. En el frente de Aragón, Jover me dijo: "A partir de ahora Granell ya no existe. Te llamaremos por tu primer apellido, Fernández. Así evitaremos problemas, porque nadie sabrá quién eres. Además, siempre tendrás al lado a un hombre que te protegerá".» Así pudo salvarse este hombre que hoy a los 88 años nos cuenta algunos de los avatares de su vida.
Siendo muy joven, Granell entró en una biblioteca y accedió al libro Mi vida, de Trotski. Su lectura le abrió puertas y ventanas. Desde entonces su vinculación a los movimiento sociales que luchan por la libertad y la justicia social ha sido permanente. Pertenecía al POUM, pero también fue de la CNT. Nos muestra el cartel que Arturo Ballester ilustró durante la guerra para el sindicato. Es de gran tamaño y lo tiene colocado junto a la puerta de entrada de la casa. «El POUM, y la CNT eran como hermanos y se protegían mutuamente».


El exilio

Perdida la guerra, Granell dice que no se exiliaron voluntariamente. De haberse quedado les hubiera costado la vida. «Incluso de niños, eso de que quisieran matarme no me gustaba nada», nos dice con ironía.

Poco después de llegar a Francia, los nazis ocupan el país. Hay que salir para América. En el viaje conoció a Amparo (hija de anarquistas y trabajadora de las colectividades de Aragón durante la Revolución española), que acabó siendo su compañera. Llegan a la República Dominicana y emprenden una nueva vida.
Granell no es solo un pintor surrealista; sus manifestaciones artísticas, propias de este movimiento, las mostró también a través de la música (fue violinista), de la escultura y de la escritura. Ya en 1927, se inició confeccionando manualmente la revista SIR (Sociedad Infantil Revolucionaria). Colaboró en la prensa trotskista durante la Guerra Civil y dirigió El Combatiente Rojo, del POUM Posteriormente colaboró en diarios y revistas de países latinoamericanos. Tiene varios libros publicados: novelas, cuentos, poesía y ensayo. Dio conferencias, realizó muchas exposiciones e impartió charlas por la radio. Pero lo más ingente de su producción artística son esas bellas pinturas que reflejan su personalidad. El surrealismo es la manifestación y expresión de un sentir libre. Eugenio se muestra amable, cariñoso. Su semblante y miradas reflejan una personalidad autorrealizada. Posiblemente la libertad: «He hecho lo que he querido.» Sus pinturas son una muestra de arte libertario.


Este hombre tan polifacético también ejerció la docencia, como catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Puerto Rico en los años 50, y a partir del 60 en la cátedra de Literatura Española en el Brooklyn College de Nueva York. Uno más de otros muchos intelectuales y creadores que tuvieron que salir de España y sembraron otras tierras con sus conocimientos.
Después de vivir un tiempo en la República Dominicana, Eugenio decide trasladarse con la familia; ya ha nacido su hija Natalia. Un amigo le había ofrecido trabajo en una imprenta y parten hacia México. El barco en el que van hace escala en Guatemala. Y les gustó tanto el país que decidieron quedarse. «No nos hicimos indios porque es muy difícil, pero me hubiera gustado», manifiesta Granell.
Durante su estancia en Guatemala se organiza un congreso que Eugenio vio que estaba manipulado por los comunistas. Enemigo del engaño y del autoritarismo, lo denuncia. Se le empiezan a cerrar puertas y pierde algunos empleos. Las autoridades mandan destruir su libro Artes y artistas de Guatemala, del que solo se consiguen salvar unos cuantos ejemplares. La situación empieza a complicarse y de nuevo su vida corre peligro: la zarpa de Stalin es alargada. Logra refugiarse en una embajada y su compañera en otra. Después se encontraron en la de Brasil, de donde pudo salir la familia rumbo a Puerto Rico. El recuerdo de los últimos momentos en Guatemala es muy triste. Durante un momento que interrumpimos la grabación, Miguel continúa haciendo fotos. Eugenio le advierte de que «la fotografía es el arte más difícil del mundo: hay que saber elegir muy bien el punto desde donde hay que hacerla».
No recuerda exactamente la fecha, cree que en los años cincuenta, tuvo que venir a España; tanto su madre como la de su compañera Amparo se encontraban enfermas. Estuvieron muy poco tiempo, pero les causó muy mala impresión. «No había nada, ni periódicos ni revistas ni cine ni teatro. Nada. La situación me provocó angustia. Los

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Amparo Segarra, compañera de Granell desde su forzoso exilio a Francia
Foto: M. Herberg

amigos de la época de la guerra habían cambiado. No se podía hablar; la gente estaba atemorizada.» Nos recalca que no exagera, que la situación era realmente más triste de lo que él la pinta. El viaje les preocupaba, aunque su nueva nacionalidad americana era un salvoconducto si hubieran tenido algún problema con las autoridades franquistas.
Aunque desde 1985 reside en Madrid, Eugenio sigue teniendo la nacionalidad americana, es ciudadano de Estados Unidos. De este país nos recuerda la riqueza creativa y cultural de Nueva York, pero que el resto es muy uniforme.
Nacido en La Coruña en 1912, este gallego internacional, receloso de los nacionalismo, conserva una buena salud física y mental. A su edad no necesita gafas ni para escribir. Le pedimos que nos dedique uno de los catálogos (1). Al lado del autógrafo Eugenio nos pinta unos bellos muñequitos. ¡Qué alegría nos da poder disponer de estos libros!
Granell no renuncia a sus ideas después de tantos años transcurridos, de tantos desengaños, de tantas persecuciones. Manifiesta, sin embargo, su preocupación por el mundo actual. La gente cada vez está más adocenada y es menos críticas con las instituciones. La robotización aliena al hombre y la inquietud y la creatividad son prácticamente nulas. Ya no existen los momentos revolucionarios que él vivió. «Me he alegrado de vivir en un mundo que le plantó frente a la situación. Tengo mis dudas ante el futuro porque todo está apagado, muerto. La televisión y los demás medios entontecen a la gente, que parece aletargada.»
La entrevista la damos por terminada. Lily sale disparada. Tiene que ir a despertar y remover a otros mundos inertes. Hoy ha sido un día apasionante que ha roto la rutina.

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Granell junto al poster de la C.N.T., obra de Arturo Ballester, que preside su hogar
Foto: M. Herbe

Haber conocido el pensamiento y la vida de Granell nos ha dado entusiasmo y esperanza.


Los personajes de la cultura

Desde muy joven, Granell conoce a hombres de relieve de la política, la cultura, la música y la pintura. Juan Andrade es quien más cercano se encuentra de su pensamiento. Este le presenta a Orwell cuando viven en Barcelona. El escritor Víctor Serge vivió un tiempo en su casa. Juan Ramón Jiménez fue muy amigo suyo durante la época de Puerto Rico; el poeta siempre le animó a que siguiera escribiendo. A Breton le entrevistó, escribió artículos sobre él y mantuvo una intensa correspondencia. También conoció al dibujante Shum. Sobre el anarquista Miguel García Vivancos escribe un artículo en España Libre en 1972, fecha de su muerte. Y estuvo muy ligado a Duchamp cuando vivió en Estados Unidos.


¿Qué hay que hacer para figurar en una enciclopedia?

No deseo hacer la más mínima propaganda (aunque sea negativa también es propaganda) de ninguna enciclopedia. Pero no parece que quede otro remedio. No he encontrado referencia alguna de este gallego tan universal en las enciclopedia a las que he tenido acceso: Gran enciclopedia Larousse (diez tomos y cuatro voluminosos suplementos -el último es de 1998-), Grijalbo: diccionario enciclopédico (edición de 1986) ni en Encarta (la moderna del CD). Tal cual, aunque pueda parecer increíble: ¡El más importante pintor surrealista que aún vive en Estaña y no tiene entrada en estas enciclopedias! Pensaba que estaba haciendo mal la búsqueda. Aunque es conocido por Granell, su primer apellido es Fernández. Debería tener una entrada que remitiera a Fernández Granell. No es un error. No está ni por un apellido ni por el otro, aunque no me lo pueda creer ni entender. ¡Pero si vienen hasta los toreros! (su mérito tendrán), pero Granell no está. ¿Qué hay que hacer para figurar en una enciclopedia? ¿Quiénes son las que las hacen? Si como nos decía Larra, escribir en España es llorar, ¿qué es pintar? ¿Una realidad aún más triste?


Amador


Para más información ver la página web en Internet: www.fundacion-granell.org o dirigirse a Fundación Eugenio Granell, Pazo Bendaña s/n, Pl. Toural, 15705 Santiago deCompostela (Coruña), Teléfono: 981 57 63 94, Fax: 981 57 21 24

(1) Generosamente, su hija nos ha entregado varios catálogos de distintas exposiciones de su obra en cuanto que ha sabido que tenemos una biblioteca en la Fundación:
E. Granell, Madrid, Fundación Cultural MAPFRE VIDA, 1989 (Catálogo donado para la FAL por Lily Litvak).
Eugenio Granell, [Sevilla], Caja San Fernando, 1989.
Eugenio Granell: exposición antológica 1940-1990, Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, 1990.
Eugenio Granell, Granada, Huerta de San Vicente-Patronato Municipal, 1999.
GUIGON, Emmanuel: Eugenio Granell: inventario do planeta = inventario del planeta = inventary of the planet [Santiago de Compostela], Fundación Eugenio Granell, 1995.
NAVARRO DE ZUVILLAGA, Javier: Eugenio Granell y el teatro = and the theatre, [Santiago de Compostela], Fundación Eugenio Granell, 1997.

LAS AVENTURAS DE NONO
Jean Grave

Grave, Jean: Las aventuras de Nono (trad. de Anselmo Lorenzo, pról. de Carlos Díaz), Valencia, MCA, 2000 (Arlequín, 2), 166 págs. Precio: 1.500 ptas.

Este libro fue un clásico de la educación libertaria de principios de siglo. Querido, apreciado y deseado por los compañeros, la primera edición en español contó con unanono.JPG (4518 bytes) tirada de diez mil ejemplares y posteriormente fue reimpreso en varias ocasiones. De su lectura pudieron gozar por primera vez en castellano aquellos jóvenes que asistían a finales de la primera década del siglo a la Escuela Moderna, donde el pedagogo anarquista Ferrer i Guardia había dispuesto preparar la publicación que tradujo Anselmo Lorenzo como libro de lectura. La edición actual es esa misma versión, a la que se le ha incorporado un prólogo de Carlos Díaz, donde da a conocer algunos datos biográficos y bibliográficos del zapatero ácrata francés que cambió «la horma de zapatos» por «la caja tipográfica», siguiendo el ansiado deseo de tantos compañeros que pensaron que las letras, la cultura y el conocimiento eran el manantial necesario e imprescindible para transformar un mundo injusto y cruel que les oprimía.
Nono es un niño de la época, con las inquietudes propias de su edad. Su particularidad radica en su afán desmedido por la lectura. Vive y sufre los clásicos maltratos de la educación autoritaria, la despótica escuela donde los maestros pegan a los alumnos. Los padres, faltos de medios económicos, no pueden proporcionar al niño tantos libros como devora. Una noche, a la hora de dormir, un hada le ofrece la posibilidad de vivir lo que en un cuento hubiera podido leer. Así empiezan las aventuras de nuestro personaje, que se va a vivir a Autonomía, un lugar utópico donde los niños y las niñas son iguales, donde no existen malos tratos ni castigos y donde se puede gozar de la libertad. Se prodiga el amor por la naturaleza y se transmiten unos valores que poco brillan en el capitalismo: sinceridad, solidaridad, apoyo mutuo... La educación que reciben los infantes no es la absurda que se imparte en el mundo ordinario del que procede Nono, sino que estimula y satisface la curiosidad y las inquietudes de los niños. No se trata de que se aprendan lecciones de memoria, se pretende que realicen estudios personales que aviven la inteligencia y desarrollen la creatividad. Algunos de los ejercicios que hacen en clase ilustran cómo hasta en las materias que aparentemente son más neutras, como pudiera ser el caso de las matemáticas, la sociedad no está exenta de transmitir sus valores ideológicos y creencias.
Por un accidente, Nono sale de Autonomía, engañado y raptado por un magnate, un argirócrata de Monadio, y hace un recorrido por las aldeas y ciudades donde reina la pobreza, la injusticia, la crueldad... Y va comparando las situaciones, los conflictos y su forma de resolverlos, con las que ha vivido y afrontado en el utópico lugar de donde acaba de salir. Cuando trata de explicar que hay un mundo donde se puede vivir gozando de la naturaleza, en igualdad y libertad, sin autoridad, no le creen. Su discurso llega a oídos de las autoridades y le detienen, y pese a su corta edad va a parar a la cárcel.
Aunque algo maniqueísta, el autor refleja bien el mísero ambiente que se vivía en la realidad de la época y trata de transmitir los valores que debieran proliferar en la nueva sociedad. Como todo libro, hay que entenderlo en el ambiente y momento en que fue escrito. Si bien, con matices, la sociedad ha cambiado, hay aspectos que parece que son como inmutables. A lo largo de sus páginas vamos viendo cómo son las clases más pobres las que menos creen o esperan que la situación puede ser cambiada. En este sentido, es un triunfo del Poder el seguir manteniendo la interiorización de esa actitud, de la desesperanza, en las clases más desfavorecidas.
Para no confundir, el padre de Nono dice en el último capítulo: «No hay hadas ni sucede nada en el mundo que no pueda explicarse por razones naturales; pero bien sabes que en los libros de cuentos que te dan a leer, bajo el relato de acontecimientos maravillosos, suele ocultarse una verdad o un pensamiento que se cree verdadero y justo.»
Bienvenida esta obra de la modesta editorial MCA, cuyo responsable nos ha adelantado que no va a ser la única joya literaria que rescate del baúl del tiempo para publicar.

Manuel Carlos García

los sucesos de casas viejas

Sender, Ramón J.: Viaje a la aldea del crimen (documental de Casas Viejas) (introd. José María Salguero Rodríguez), Madrid, Vosa, 2000 (Narrativa).


Cada vez que se edita un viejas.JPG (19446 bytes)libro, algunos estamos de enhorabuena, nos alegramos. La publicación del que ahora presentamos era muy necesaria desde hacía años. Parece ser que la primera y única edición que se hizo es la que dio a conocer la madrileña Pueyo en el año 34. Los investigadores y curiosos andaban a la desesperada en la búsqueda de esta obra. Algunos acudían como último recurso a la Biblioteca Nacional, que es la institución encargada de conservar al menos un ejemplar de todo cuanto se publica en España; pero que por las circunstancias que sean (desconozco las razones: pérdida, robo, extravío, etc.) no lo tienen.
Manolo Blanco, de la editorial Vosa, se acercó un día a la Fundación Anselmo Lorenzo para ver si por casualidad lo teníamos, desahuciado de otras bibliotecas. Nosotros no contamos con el original, pero en su día, porque otros compañeros nos lo habían solicitado, nos agenciamos como pudimos unas fotocopias, que son las que le proporcionamos para la edición que ahora reseñamos.
Sender se traslada a Casa Viejas por encargo del periódico La Libertad para recoger de la forma más fidedigna posible los terribles sucesos ocurridos en la aldea gaditana en el mes de enero de 1933. Los artículos que escribió narrando lo acontecido se fueron publicando en distintos números del periódico y con posterioridad, el autor, con ligeras correcciones y modificaciones, los agrupó y dio a conocer en forma de libro. La premura y urgencia de la redacción nos podrían hacer sospechar de la poca calidad literaria pero no es así. El escritor aragonés es un magistral escritor que se recrea en la forma y en el fondo. No solo cuenta los hechos, sino que los analiza, interpreta e indaga en las causas de las injusticias.
En muchas zonas de España, quizás más especialmente en Andalucía, la mayoría de la población vive en la miseria (hay hambre física y muchos trabajadores viven en chozas) y con grandes extensiones de terrenos que permanecen incultos, viviendo sus propietarios en las más rica abundancia. Un inmenso contraste entre las necesidades y las posibilidades de la población. Estamos en el año 33. Dirige el país un gobierno de centro izquierda que ha ganado las elecciones. Los terratenientes, descontentos con la situación, dejan sin cultivar tierras roturadas años anteriores, para presionar. El pueblo sueña con la reforma agraria y la ocupación de tierras para hacerlas productivas y poderse alimentar. En Casas Viejas, como en otros pueblos de la Península, el sindicato CNT proclama de forma pacífica el comunismo libertario, sueño al que muchos aspiran: poder comer y vivir en libertad. El Poder no podía permitir que los súbditos se emanciparan. Un destacamento de guardia de asalto y guardia civil, bajo las oportunas órdenes emanadas del Gobierno, reprime bestialmente a los obreros, causando numerosos muertos y heridos. La casta militar, las más sangrienta y una de las más nefastas de cuantas pisan sobre la tierra, se empleó a fondo y realizó unacasasvi.JPG (11777 bytes) carnicería, dando ejemplo de su conocida suprema máxima filosófica: viva la muerte.
Sender describe paso a paso, con minucioso detalle, el cerco que sufre el pueblo, cómo rodean la choza de Seisdedos (desde donde hace resistencia el veterano militante anarquista con otros miembros de su familia), y cómo, finalmente, la prenden fuego.
Durante meses hubo un duro e intenso debate político y social sobre lo sucedido en Casas Viejas (nadie quería asumir la responsabilidad y todas las autoridades negaban haber dado las órdenes), y parece ser que provocó la caída de la izquierda en las elecciones del 34, muy especialmente por la abstención anarcosindicalista.
El libro es un reportaje denuncia de las injusticias de la época, sin dejar de recoger los deseos de un pueblo para superarlas. Sender se recrea de forma notable en el profundo diálogo entre la tierra y los compesinos (páginas 159-160), y en un imaginario debate entre el juez y los obreros presos (páginas 179-180), mostrando su actitud libertaria aprendida en los círculos ácratas durante su juventud.
El texto de Ramón J. Sender va precedido de una magnífica introducción del compañero José María Salguero, el Cani, cuya tesis doctoral versó sobre la obra del escritor aragonés. El análisis que realiza desde una perspectiva actual no solo es acertado, sino necesario para entender las coordenadas en las que se desencadenaron los acontecimientos; además de dar a conocer una breve crítica literaria de la obra del cronista.
Con el fin de tratar de olvidar los hechos, para saltar otra página de la historia que el pueblo no debe de conocer, a Casa Viejas se le cambió el nombre y desde entonces se denomina Benalup de Sidonia. En la actualidad, diversos grupos sociales y sindicales andaluces tratan de recaudar fondos para levantar un monumento contra el olvido de los sucesos de Casas Viejas. La acertada reedición de este libro será de gran ayuda. Y esperemos que a partir de ahora también la Biblioteca Nacional cuente con el correspondiente ejemplar de la edición actual para que en los sucesivo todo aquel que lo desee lo pueda consultar.

Manuel Carlos García

al pie del muro
Abel Paz

Paz, Abel: Al pie del muro 1942-1954, Barcelona, Tot, 2000, 417 págs.

Hace algo más de cinco años tuve que ir a recoger unos ejemplares de la 1.ª edición de este libro de Abel. Cuando regresaba en el Metro me puse a hojearlo. Parecía interesante y comencé por el prólogo. Enseguida quedé prendado de la historia, de la trama, de la fluidez de la redacción, de la calidad y de los juegos literarios. No solo concluí con avidez la lectura de este volumen, sino que teniendo conocimiento de que existían otros de su autobiografía, los devoré uno tras otros.
En 1991 aparece Al pie del muro 1942-1954 (que desde un punto de vista cronológico de la vida del autor corresponde al cuarto volumen); en 1993 se publicó Entre la nieblafotomu.JPG (9116 bytes) 1939-1942 (que corresponde al tercer volumen de la biografía); Chumberas y alacranes 1921-1936, donde habla de la niñez e infancia, y que corresponde al primer volumen, se editó en 1994; finalmente, Viaje al pasado 1936-1936 se da a conocer en 1995, y es donde habla de su experiencia en las colectividades durante la Revolución española.
Abel Paz, cuyo verdadero nombre es Diego Camacho Escámez, utilizó a lo largo de su vida distintos heterónimos. En la cárcel pasó más de una década con el nombre de Ricardo Santany Escámez, la sombra con la que ha de volver encontrarse muchos años después y con la que comienza el prólogo. Cuando es detenido dijo que su nombre era Ricardo Santany y así fue registrado en la ficha policial. Entonces el Estado no contaba con los medios e infraestructura con que cuenta hoy para controlar a los ciudadanos a través del carnet de identidad, fotografías y otros documentos similares. Cuando llegó la libertad democrática a España, Abel Paz fue a la cárcel para que le extendieran un certificado de los años que pasó en presidio. Se lo negaron. Diego Camacho Escámez no había estado nunca preso. Cuando Abel exige que se cotejen las huellas dactilares es cuando las autoridades se avienen a reconocer que él era el preso Ricardo Santany.
Como otros muchos miles de anarquistas españoles, el joven Diego Camacho, al finalizar la Guerra Civil no tuvo otro remedio que seguir el camino del exilio. Al llegar a Francia es acogido en los masificados campos de refugiados. Poco después se encuentra con el país ocupado por los nazis alemanes. En 1942 decide regresar a España para luchar desde la clandestinidad contra la dictadura militar. Muy pronto es detenido. En 1947, tras varios años de condena, sale en libertad. Los años de cárcel no le doblegan y prosigue en la lucha contra el Sistema. Después de 114 días en libertad es de nuevo detenido y conducido a prisión.
A veces olvidamos la larga lucha que llevaron los compañeros en la difusión de las ideas libertarias. Muchos murieron, otros sufrieron torturas, cárcel, tragedias familiares al verse separados de su compañera e hijos... Todo por el simple hecho de tener una imprenta para dar a conocer a través de boletines, periódicos u hojas sueltas las ideas anarquistas. El papel lo utilizaban para denunciar las injusticias y barbaridades del franquismo. La cota de libertad de expresión que se ha conseguido ha costado mucho.
También a lo largo de las páginas de este libro podemos conocer momentos inolvidables, emocionantes. Cuando Diego Camacho es trasladado a la prisión de Burgos fue conducido junto con otros presos en los vagones de un tren de mercancías que habitualmente se utilizaban para transportar animales. Al llegar a Logroño el tren se detiene para hacer un cambio de guardia. En esos momentos unas mujeres se acercan para venderles pan (pan de estraperlo). Responden desde el interior que no tienen dinero, que son presos políticos. Las mujeres desaparecen y momentos después regresan a entregarles por las rendijas las finas rebanadas de pan cortado: «Tomad compañeros; compañeros, tomad».
El violinista Juan Manén, exiliado en los Estados Unidos, durante un viaje ocasional a Barcelona es invitado a dar un concierto en el Palacio de la Música Catalana. Acepta con la condición de que pudiera tocar en directo para los presos de la cárcel Modelo de Barcelona. Al llegar el momento, Manén dirigió la mirada a los presos y tras una leve inclinación se puso a tocar, ignorando a las autoridades que estaban presentes, a las que daba la espalda.
Hay una noche en la que Abel es sacado de la cárcel y conducido a los departamentos policiales. Ignora el motivo. Cuando llega a la comisaría le confiesan que le han traído para darle el paseíllo. La reflexión y sentimientos que el autor manifiesta en este capítulo no los voy a relatar aquí. Con esto no pretendo otra cosa que el lector de estas páginas acceda al libro y pueda no solo conocer sino sentir un período de la historia de este país que mucha gente desconoce y otros pretenden ocultar, olvidar. Este no es solo un magnífico libro, es la mejor obra de Abel Paz. Muy recomendable la lectura de los cuatro volúmenes (aunque Viaje al pasado en estos momentos está agotado) para conocer la vida de una anarquista español del siglo xx.

Manuel Carlos García

joseph labadie y el movimiento obrero

Anderson, Carlotta R.: All-American Anarchist: Joseph A., Labadie and the Labor Movement, Detroit, Wayne State University Press, 1998, 324 págs.

Me crié, como buena detroiter, en la creencia en la fuerza del movimiento obrero, en el poder de los sindicatos y en la importancia del todopoderoso Henry Ford para la vida económica de Detroit.
Nuestra ciudad fue un importante punto de referencia en la década de 1920, cuando se reclutaban a miles de obreros, entre ellos a mis dos abuelos, para trabajar para Ford por cinco dólares al día, una paga en aquel entonces generosa para obreros no cualificados. Hubo siempre una relación de amor y odio con Ford, pues era, por un lado, el que les proporcionaba el sustento y, por otro, el rey que les gobernaba con mano de hierro.
Estas emociones opuestas las muestra Diego Rivera en el mural de la industria de Detroit que pintó en el Detroit Institute of Arts en 1932.
Para muchos radicales obreros, la era del Ford T marcó el comienzo de la historia industrial de la ciudad. Sin embargo, el libro de Anderson sobre el Detroit anterior a esta época nos informa sobre una generación de radicales cuyos nombres hoy se desconocen. Incluso cuando entré a trabajar de ayudante de conservador de la Colección Labadie en la Universidad de Michigan, la más importante colección de material anarquista de Norteamérica, no era consciente de la importancia de las personas cuyos nombres llenaban los archivos. Conocía, eso sí, a Voltairine de Cleyre, Emma Goldman y Samuel Gompers. ¿Pero quiénes eran Judson Grenell, Thomas Barry, Stephen Pearl Andrews, Henry Bool, John Francis Bray, Benjamin R. Tucker, Agnes Inglis, Richard Trevellick, Robert Reitzel, o incluso Joseph Labadie? Le agradezco a Anderson habérmelo enseñado, porque Henry Ford no merece tanto reconocimiento.


Vivir en los bosques

Jo Labadie (1850-1933) creció entre lo que quedaba de las tribus Pottawatomi en Paw Paw, un pequeño puesto fronterizo del sudoeste de Michigan, junto a su padre, trampero y vagabundo, Anthony Cleophis Labadie, cuyos antecesores eran franceses y Ojibway, y junto a su madre, francocanadiense, Euphrosyne Angelique Labadie (ambos eran primos lejanos). La madrina de Labadie era una Ojibway y fue quien le puso su segundo nombre, Otwine, que más tarde fue traducido por Antoine.
Lo que nos cuenta Anderson, nieta de Labadie, de sus ancestros pioneros, franceses e indios, moradores de los bosques es poco común. Los fragmentos que con tanto esmero ha reconstruido para contarnos esta historia fueron salvados por Labadie, célebre por su afán coleccionista, y cuidadosamente conservados por su fiel esposa y compañera, Sophie, y pasaron a manos de la autora a través de su tío, Laurance Labadie, hijo de Jo y anarquista como él, que murió en 1975.
La familia Labadie se trasladó de Paw Paw a East Sandwich, Ontario, un pequeño asentamiento junto al río Detroit, cuando Jo era todavía un niño. Es ésta una etapa de la historia antigua de Detroit que casi desconocía. Había visto mapas de los primeros asentamientos franceses en Detroit, pero al leer sobre la amistad de la familia Labadie con los indios de la isla
Walpole (Chippewas, Ottawas y Pottawatomis) recordé el ensayo de Fredy Perlman The Strait, con sus cautivadoras imágenes sobre la vida en los márgenes del río Detroit y la posterior desaparición de las tribus indígenas a manos de los soldados invasores. Aunque lo que nos narra Anderson es más prosaico y menos violento, evoca una imagen similar de la historia de esta región.labadie.JPG (6336 bytes)


Los ideales de un anarquista individualista

Los Labadie, que fueron los primeros colonos no indios de la zona, perderían su hogar a causa de Hiram Walker, especulador de terrenos y magnate del whisky, que construyó allí una destilería que aún existe hoy. Tras la expulsión, la familia se asentó de nuevo en el sudoeste de Michigan, entre los Pottawatomis, llevando de nuevo una existencia de pioneros.
Esta es la vida que Labadie siempre añoró y que posteriormente contribuyó a dar forma a sus ideales anarquistas individualistas. La sencilla vida tribal, con su énfasis en la responsabilidad comunal y en la igualdad económica, le marcaron profundamente. La larga amistad de los Labadie con los indios de la isla Walpole pudo incluso haberles salvado la vida durante un levantamiento violento, cuando los nativos respetaron las vidas y los hogares de aquellos que se mostraban amigos.
Cuando Michigan se transformó rápidamente de una sociedad pionera en una industrial, el joven Jo Labadie, que era trilingüe aunque no poseía una educación formal (hablaba francés, inglés y pottawatomi), aprendió el oficio de impresor y se lanzó a los caminos del nordeste como impresor ambulante. Se afilió a los sindicatos de su ramo en todas las ciudades en las que trabajó antes de establecerse en Detroit en 1872. Su oficio y sus vagabundeos marcaron indeleblemente el sentido de justicia de este joven rústico y le iluminó sobre las diferencias existentes entre las distintas clases. Su vida errante le proporcionó valiosas lecciones sobre la lucha de clases y la justicia social.
El carácter afable de Labadie le granjeó la amistad de muchos radicales en esos primeros años del movimiento obrero en Detroit, y muy pronto se encontró en primera línea del mismo. Era un orador elocuente y ofrecía siempre un aspecto cuidado y elegante. Además, se desenvolvía de un modo enérgico pero agradable y entretenido, rasgos por los que llegarían a llamarle «el anarquista amable».
Como ocurre con la mayoría de los anarquistas, existen contradicciones entre su vida personal y política. Era un ateo casado legalmente con una piadosa católica, prima hermana suya, Sophie Archambeau. No obstante, esta unión imposible parecía no amenazar sus principios. Tanto Jo como Sophie permanecieron fieles a sus ideales, respetuosos el uno con el otro y completamente entregados el uno al otro. Sophie, de hecho, ayudó a Jo a organizar y conservar la enorme cantidad de material que en 1912 se convertiría en la Colección Labadie.
Aunque las habilidades de Labadie como impresor proporcionaban principalmente trabajo itinerante y de carácter esporádico, le permitieron promocionar su ideología política. Se adhirió a muchas causas de su tiempo, incluyendo el socialismo, el greenbackism1, el impuesto único2 y el sindicalismo, siéndole «difícil resistirse a cualquier proyecto organizado para curar los males de la sociedad».
Él y un colega suyo, Judson Grenell, publicaron varios periódicos y panfletos socialistas y en un principio militó en el Socialist Labor Party. Su infatigable entusiasmo le condujo a una actividad política y periodística que mantendría a Labadie ocupado toda su vida, primero como ardiente socialista, luchando por conseguir «más ahora» para todos los trabajadores; posteriormente, hacia 1883, como anarquista, «defensor de la libertad individual extrema en una sociedad sin Estado».
Anderson cuestiona acertadamente algunas de las incoherencias de Labadie, que iban desde las posturas reformistas a las revolucionarias, señalando curiosos comentarios y acciones no anarquistas que revelan una paradoja común entre los anarquistas en una sociedad capitalista. «Ninguno de nosotros es verdaderamente anarquista, solo creyente en el anarquismo», decía él. Anderson delinea cuidadosamente la evolución política de Labadie, investigando desde sus tendencias socialistas y apoyo al sindicalismo al posterior aborrecimiento de las políticas de partido y su defensa de las leyes naturales del anarquismo individualista.

Defensa de la violencia

Anderson estudia los acontecimientos históricos de la época, desde el pánico que siguió a la guerra civil de 1873, que duró seis años, hasta las campañas antisindicalistas de mediados de 1880 y que culminaron en la tragedia de Haymarket en 1886; así como la reacción de Labadie a estos tiempos tumultuosos. Después de conocer a Johann Most, tras un discurso del agitador alemán en Detroit en 1883, Labadie defendió al anarquista radical con una retórica feroz atípica en él, lo que marcó un cambio en su propio pensamiento político.
Tras la ejecución de los cuatro anarquistas convictos de lanzar las bombas en Haymarket, Labadie se enfrentó por esta cuestión con aquellos que creía eran sus más próximos aliados. Aunque los mártires de Haymarket no hubieran cometido el delito por el que murieron, la defensa a ultranza de la libertad de expresión llevó a Labadie a promover el uso de la violencia si esto significaba proteger los derechos de los trabajadores a organizarse y expresarse libremente.
Su insistencia en el derecho a la expresión individual le atrajo en ocasiones la atención pública. Anderson describe un incidente de 1908, cuando Labadie comenzó a poner pegatinas anarquistas en los sobres de su correspondencia. No era la tan conocida ‘A’ metida en un círculo sino citas de autores venerables como George Bernard Shaw y Lao-Tsé. El inspector postal de Detroit consideró que esa correspondencia no podía ser enviada. Labadie protestó, e incluso el Detroit Journal, un periódico de gran tirada, apoyó su causa, acusando a las autoridades postales de censura. El inspector cedió y Labadie continuó utilizando las pegatinas.
Un mes después Labadie fue despedido de su trabajo en la comisión del agua de Detroit por sus ataques verbales y escritos al gobierno. Sin embargo, las autoridades se vieron obligadas a readmitirle tras dos semanas de continuadas protestas a su favor. Aunque era anarquista, algunas de las personas más poderosas de la ciudad se expresaron públicamente o firmaron peticiones en contra de su despido.
Las creencias de Labadie quedan bien documentadas en su vasta correspondencia. No es común que se haya preservado tanto material sobre la vida de un radical y menos en tan magnífico estado de conservación. Anderson utiliza estos documentos con habilidad para mostrarnos su anarquismo individualista y compararlo con el anarquismo comunista de Most, Emma Goldman y Lucy Parsons, por mencionar a algunas de las personas que Labadie conoció, respetó y por las que fue influido.
El retrato que hace Anderson de los Labadie no puede ser más perspicaz. Debido a que es miembro de la familia, no sólo está en su poder la mayor parte de los documentos, sino que conocía la decepción que le causaron sus hijos y la relación que mantuvieron éstos entre sí. Su narración de las reflexiones de Labadie en sus últimos años es particularmente conmovedora.
En 1912 Labadie donó su voluminoso archivo, que comprendía correspondencia, documentos, los panfletos que publicó y poesía, a la Universidad de Michigan, tanto por ser la más próxima a su hogar como por la buena reputación que tenía esta universidad en la conservación de archivos. Jo pensaba que sería bueno para ‘el retrógrado Michigan’ que el contenido de sus estanterías estuviera más equilibrado. Aunque la mayor parte de la Colección Labadie sigue siendo anarquista, incluye también muchas otras áreas de la protesta social.
La vívida descripción que hace Anderson de los acontecimientos grandes y pequeños de la vida de Labadie constituye una atractiva narración sobre la política y las personalidades históricas de Detroit. Este interesante volumen ha prestado un gran servicio a la memoria de un anarquista y pintoresco personaje, Joseph Antoine Labadie, que ha sido para mí una mayor fuente de inspiración que cualquiera
de los líderes obreros oficiales de Detroit.

Julie Herrada


(Conservadora de la Colección Labadie, Universidad de Michigan)

(Página web de la Labadie Collection: www.lib.umich.edu/libhome/SpecColl.lib/labadie.html)
Traducción del inglés de Antonia Ruiz Cabezas
Extraído del Fifth Estate, summer 1999.

1 El greenback era el billete de curso legal de los Estados Unidos, impreso en verde por el reverso, y emitido contra el crédito del país y no contra las reservas de oro y plata. El partido Greenback se oponía a que se retiraran o se redujera el número de greenbacks y favorecía su incremento como única moneda en papel. (N. de la T.)

2 El impuesto único es una teoría formulada a finales del siglo xix por el economista y periodista estadounidense Henry George en su libro Progreso y miseria. Inspirándose en David Ricardo, sostiene que los propietarios del suelo (cuya plusvalía aumenta de modo constante) son los únicos beneficiarios de un bien que es de todos; por ello
propone que se les aplique un impuesto para que la renta se redistribuya. (N. de la T.)

la moral anarquista; ética
P. Kropotkin

.Kropotkin, P., La moral anarquista; Ética (prólogo de Carlos Díaz), Madrid-Gijón, Júcar, 1978.

Es éste un libro emocionante. Conmueve leer sus páginas llenas de convicción, de arrebatado entusiasmo, de testimonio sincero de cuanto de bello, de veraz, de noble y de bueno podemos encontrar en la vida, de «izquierdismo de amor», de amor entre todos, de libertad y de compromiso con la libertad, que es lo que nos hace anarquistas. En el prólogo, pleno de interés, Carlos Díaz recoge aquella hermosa definición de Malatesta: «El anarquismo es un modo de vida individual y social a realizarmoral.JPG (4253 bytes) para el mayor bien de todos, y no un sistema, ni una ciencia, ni una filosofía.»
Pero no es un libro superficial. A través de los 15 capítulos que logró concluir Kropotkin antes de su muerte en 1921, van pasando los diversos intentos que los pensadores han realizado a través de la historia para expresar y sistematizar los conceptos de Bien y de Mal y sus derivaciones. Al analizarlos comparativamente, Kropotkin hace alarde de una erudición nada vacía sino profundamente conocedora y rigurosamente analítica de los temas expuestos. «Casi todos los pensadores que se han ocupado del origen de la moral han llegado a la conclusión de que hay en el hombre un sentimiento innato que nos empuja a solidarizarnos con los demás. Señala Kropotkin la existencia de autores que ligan este sentido moral a la inspiración por el Creador de la Naturaleza, en tanto que otra línea de pensamiento va uniendo a los que creen en el instinto moral como algo natural en los animales superiores y en el hombre.
Kropotkin pasa revista minuciosa y crítica al pensamiento cristiano que ha ido apartándose sistemática y ostensiblemente del mensaje de amor de Jesús de Nazaret, para llegar a los inconcebibles extremos del cesaropapismo. Con igual minuciosidad examina las ideas del mundo helénico, las medievales y renacentistas, las de los físicos (Copérnico, Kepler y Galileo), las de los ingleses del siglo XVII (Hobbes, Spinoza, Locke), el idealismo kantiano, los enciclopedistas franceses, Darwin y los evolucionistas, Proudhon y los positivistas, la aparición de la AIT y, por último, el casi olvidado Jean Guyau (1854-1888): «Nos damos cuenta de que poseemos más ideas y más recursos, más alegrías y más lágrimas de las que son precisas para nuestra propia conservación y las repartimos con los demás.»
Kropotkin comenzó su obra antes de finalizar el siglo pasado y, como apuntábamos más arriba, no logró concluirla. Por eso, la aparición en la Biblioteca Júcar de Política, de la obra, con su complementaria, La moral anarquista, opúsculo escrito en los primeros años de este siglo, es sumamente útil y esclarecedora, puesto que supone una visión más total y un resumen revelador del pensamiento kropotkiano.
En resumen podría englobarse en una serie de principios que serían los siguientes:

- La moral oficial está sostenida por la hipocresía social y basa su vigencia en una superestructura de autoritarismo y servilismo.
- Lo bueno por naturaleza es lo que resulta útil para la especie. Lo malo, lo que antepone el interés personal al común. Se inferiría de ello que, para el sostenimiento moral del hombre, se necesitaría en ocasiones de un sustrato de disciplina según Malatesta.
- Egoísmo y altruismo no son conceptos antagónicos: busco mi felicidad, pero lo que me hace feliz es ayudar eficazmente a un ser humano.
- Parafraseando el viejo precepto evangélico: «No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti», Kropotkin va más allá y nos propone hacer a los demás lo que deseamos que se haga con nosotros.
- Todos los seres humanos son radical, esencial, realmente, iguales. Si algo rompe esta igualdad es preciso apartarlo, neutralizarlo, destruirlo.
Cuando Erich Fromm ha analizado las tendencias del hombre al 'eros' o al 'thanatos', seguramente tuvo a la vista la Ética de kropotkin. Resulta difícil encontrar en la literatura filosófica una obra más 'erótica', más llena de sentimiento positivo de la vida, más rebosante de esperanza, de optimismo y de alegría.

Joaquín Rodríguez

la geografía al servicio de la vida
Eliseo Reclus

Reclus, Eliseo, La Geografía al servicio de la vida : (antología), Barcelona, Editorial 7 ½ , 1980 (Nadir). 1.200 pesetas

Gracias a los compañeros de la distribuidora Acracia pudimos incluir en el catálogo varios ejemplares, ya prontos a agotarse, de esta magnífica antología reclusiana.
La acertada selección realizada por un colectivo de ocho geógrafos universitarios de textos extraídos fundamentalmente de El Hombre y la Tierra y de la Nueva Geografía Universal nos devuelve la propia voz del que fue enorgullecedor ejemplo de sabio y anarquista. No ajeno al Romanticismo que paralelamente a la afirmación del individuo había vuelto su rostro a la Naturaleza, Reclus expresa un sentimiento de optimismo y confianza en la persona. Degradaciones e injusticias, frente al mayor equilibrio social de aleutianos o tupinambos brasileños, no desvían su creencia en un efectivo progreso de la humanidad, centrados los esfuerzos, a partir de las tres históricas leyes de la lucha de clases, búsqueda de equilibrio y primacía del individuo, en un programa que ha de satisfacer el común hambre de alimento y conocimientos, evitando el extravío de energías colectivas y reconquistando el pasado. Critica la caridad y adaptabiliadad a situaciones injuriosas frente a la ya entablada conquista del pan, y no presta oídos a los miedos malthusianos por una población que nos informa compuesta por mil cuatrocientos millones, con capitales como la madrileña o barcelonesa de medio millón. Sin desatender el principal objeto de su interés, el ser humano y su desenvolvimiento en la Historia, analiza en un ejercicio de Geografía urbana las causas del emplazamiento y decadencia de las modernas Babilonias, contemplando también la posibilidad de belleza en las formas, asequible aspiración si se cuestionasen los carcelarios y absurdos sistemas de vida.
Analiza Reclus las causas de la preponderancia mundial de los países europeos, y diseccionando los mecanismos de la perversa educación nacionalista con el ejemplo inglés, invierte preciosas páginas en rebatir el racismo e insolidaridad humana. Un Reclus más íntimo, en voz más cercana, nos traslada luego de asistir a una obra de teatro sus reflexiones sobre la adecuación de las comunas y su convencimiento en la necesaria imbricación del anarquista en la sociedad; además de permitirnos compartir las mágicas sensaciones de fundirse con la Naturaleza cuando en jornada de agobio y abatimiento de ánimo huyó de la ciudad encontrándose con la montaña.
No se sentirá defraudado, ni abandonado por la sorpresa, quien sobre más cercanos territorios ande investigando gracias a los descriptivos capítulos dedicados, además de a Córcega y al imperio británico, a las Castillas, La Mancha, Extremadura, Andalucía, Aragón, Cataluña, Galicia, Cantabria, País vascongado y Navarra.
Envuelto en cuidada edición, con las magníficas ilustraciones que conviniera con Kupka, nos es devuelto el placer de leer en reposado estilo a quien venciera el paso del tiempo con una escritura nacida tanto de la cabeza como del corazón.
   
Santiago Peña
nes de inscripción y pedido.

la mujer de sade

Donatien Alphonse François, marqués de Sade, vivió en la Francia revolucionaria del siglo xviii. Hasta su muerte fue perseguido, juzgado y apresado a causa de su obra, considerada durante mucho tiempo por la crítica literaria el fruto obsceno de una mente enfermiza.
La omnipotente presencia de los esbirros de la Iglesia en todos los asuntos divinos y humanos de la Historia ha impedido que el marqués de Sade fuera apreciado en su justa magnitud por los lectores. Su obra revolucionaria, revulsivo de cualquier tipo de poder, ha sido silenciada por todos los que piensan que la literatura no debe ser más que un suave entretenimiento.
Detrás de esta pertinaz censura está el sexo, que Sade concibe como el catalizador de la actitud rebelde, cuya práctica nos hace abominar de las represiones sociales que lo penalizan, los gobiernos que
lo regulan, las religiones que lo sacramentan. El sexo es ese acto puro que no depende de los sentimientos ni del dinero ni de un papel, que sólo busca el placer y que hace libre al que rompe todos sus tabúes.
Siendo el sexo este restaurador de la individualidad frente a las convenciones, las mujeres que crea Sade son, por fuerza, personajes que rompen estrepitosamente con la mujer del siglo xviii y aún con la actual: la mujer sexualmente pasiva, desconocedora de su derecho a descubrir, a disfrutar, a conseguir placer lejos de tabúes católicos, prejuicios y sentimientos de culpabilidad que abordan hoy en día a tantas mujeres, sistemáticamente ‘desinformadas’ de sexo y atiborradas de modas y apariencias.
La mujer de Sade es consciente de su poder sexual, ha experimentado para llegar a los límites de su goce con las más variadas técnicas, ha dado la espalda a la sociedad hipócrita que la condena y ha renegado del dios que le impone ridículas castidades. Es una mujer risueña, ingeniosa, que hace todo lo posible para realizar sus deseos y se burla sin piedad de los ignorantes que la critican. Es una libertina a la que la vida le sonríe. Pero en sus obras también hay otro tipo de mujer: con su afilada pluma Sade inventa a Justine, una joven candorosa y virginal creyente en la buena fe de los hombres, arrojada fatalmente a los más despiadados y crueles hombres, que la someten a escalofriantes suplicios sólo para obtener su propio placer, un placer pervertido a causa del exceso. Justine, a pesar de las desgracias y vejaciones, sigue siendo en su interior cándidamente pura. Los malvados intentan cambiar con su rudeza su visión del mundo, pero ella mantiene la esperanza. Al final del libro, cuando unos buenos samaritanos la recogen en su hogar, un rayo de tormenta penetra en la habitación y mata a Justine, como si de un castigo sobrenatural se tratara: Sade se ríe cruelmente de la castidad y la virtud femeninas. Sin embargo, a sus predilectas no les persigue ninguna desgracia, sino más bien topan con los más desenfrenados libertinos de su época. El modelo a seguir es madame de Saint Ange: esta mujer admirable toma a una joven pupila a quien instruirá metódicamente en todas las artes del placer. Poco a poco le abrirá los ojos a la hipocresía de su entorno, le hará renegar de su familia, de las creencias que estos le inculcaron, del matrimonio que tiene concertado por intereses, hasta que abrace mediante el sexo el placer de ser una misma que lleva a la felicidad.
Las propuestas sexuales de Sade, aún hoy en día ofensivas y ruborizantes para los cerebros pacatos, son una afirmación apasionada de la vida y el placer sin condiciones del genial escritor que murió en el olvido en el manicomio de Charenton.
Quien quiera adentrarse en su mundo puede empezar, si quiere, por conocer a madame de Saint Ange en La filosofía en el tocador o Instruir deleitando, de Editorial Lucina, disponible en la F.A.L. De seguro que el/la lector@ se verá arrastrado por las poderosas revelaciones de su autor, más fascinante que nunca en esta época en la que hasta el sexo nos corta a tod@s por
el mismo y aburrido patrón.

Mercedes Cobo Hervás

crimen y poesía contra la escuela en El irresponsable.

García Olvido, Pedro: El irresponsable, Sevilla, Las Siete Entidades, 2000.

No es fácil hablar de El irresponsable. Estamos acostumbrados a comentar obras que se asemejan las unas a las otras, que aceptan las reglas del juego tácitas de la escritura, que parecen haber sido compuestas pensando en el lector y en el modo de agradarle. Y ahora hemos tropezado con un texto atrozmente singular, tanto en la forma como en el contenido; una obra que debió escribirse de espaldas al mundo, sólo pendiente de sí misma, replegada sobre sí misma, constituyendo un universo propio, con extraños moradores (el Esquizo, el Comediante, el Apátrida, el Libertino, el Desertor, el Criminal, figuras desplazadas, todas, de ese Irresponsable que se nos presenta como un profesor 'magistral', un pedagogo de la deseducación, un educador en la antipedagogía), con sucesos inauditos (la 'conquista' de la expulsión, el arraigo en la esquizofrenia, la perseverancia en el crimen...), con inquietantes consignas («negar la ley desde fuera de la moral»; «recuperar el cuerpo»; «aceptar el huir antes que vivir quieta e hipócritamente en falsos refugios»; «darse muerte como la rosa que, sin porqué, florece porque florece»).
El irresponsable trata de la educación, de nuestras escuelas, del profesorado; pero lo que dice es ‘distinto’, y lo dice ‘de otro modo’. Con una desesperanzada energía, con una pasión casi consuntiva, Pedro García Olivo se subleva contra la forma ‘moderna’ de enseñanza, contra los educadores ‘progresistas’, contra los inconfesables propósitos políticos de todo Reformismo Pedagógico. Puebla su libro de imágenes, de metáforas, de alegorías; lo tiñe de poesía y de tragedia; se rodea del discurso de los demás, se deja acompañar por las voces de sus queridos inspiradores, poetas románticos y escritores malditos en primera línea (Rimbaud, Baudelaire, Blake, De Quincey, Wilde, Artaud, Genet, los presos de Fontevrault, etc.; pero también Nietzsche, Van Gogh, Kropotkin, Bakunin, Bataille, Brecht, Lawrence, Godard y tantos otros); convierte cada capítulo en un viaje por tierras desconocidas, pero un viaje realizado por el placer del trayecto, del recorrido, y no bajo la exigencia de llegar con prontitud a un punto determinado; y propone, al fin, casi lo inadmisible, lo intolerable, lo monstruoso, algo que tiene que ver con la locura, con el terror, con el arte: una práctica rigurosamente criminal de la docencia, encaminada a la consecución de la expulsión. «La policía de la Enseñanza -nos dice- no ha sido diseñada para manejar el «hacha», sino para manejar para «administrar los sobornos». No tiene por objeto aniquilar la sedición tanto como someterla a reglas segundas y convertir la desobediencia interna en factor de reproducción del Orden de la Escuela. Quisiera tener siempre las manos limpias, evitar los delitos de sangre, que el recuerdo de la tortura y los descuartizamientos no perturbara más la gestión de los ilegalismos útiles. Y eso es lo que el Irresponsable impide. Por ello, la policía “derrota” al Reformista, al Ingeniero, al Infiltrado, y “fracasa” ante el escándalo del Suicida que le reclama en público la más atroz de las muertes, o ante la astucia del Guerrero que se derrumba sonriente bajo sus puñaladas.»irresposable.JPG (6498 bytes)
¿Qué es El irresponsable? ¿Un ensayo? ¿Una obra narrativa? ¿Un tratado de Filosofía? ¿Una propuesta poética? No sabríamos decirlo, aunque tiene mucho de todo eso. ¿Qué pretende García Olivo con este libro? Probablemente lo mismo que con Un trozo de hueco, la novela publicada hace unos meses por Iralka, en cuya contraportada se puede leer lo siguiente: «Allí donde, en el cerebro del lector, todo se pacifica y se sosiega como ante un inmenso mar calmo, el autor de este libro quisiera poner un pequeño infatigable erizo. Y que «ahí» se remueva, y clave sus púas en la consciencia. Presentamos una obra inquietante, digna de amar y digna de odiar.» ¿Desde dónde está escrito El irresponsable? ¿Desde la cordura o desde el desafuero? Quizás el mismo autor nos haya dado la respuesta en «La carta extraviada», pequeña composición publicada en la revista Al Margen: «Entre la razón y la locura hay un tabique muy fino. Nunca me importó estar de un lado o de otro. A menudo, me he sentido exiliado en ambos mundos. Pertenezco al reino de los que, sin estar locos, no pudieron ser cuerdos.»
Leer El irresponsable es una aventura desconcertante. Sus tesis, irremediablemente polémicas, pueden abrir heridas a un flanco y a otro de la Opresión, entre los adoradores del Sistema, pero también entre sus críticos. Las Siete Entidades, como editora, ha demostrado una gran flexibilidad intelectual al acoger esta obra, sin duda intempestiva. No es pequeño el riesgo que ha decidido correr. Dotándola de una maquetación y un diseño visualmente muy atractivos, con una cubierta y unas ilustraciones que reflejan (una vez más) el oficio y la creatividad de Marisol Caldito, esta asociación cultural le ha dado las alas de la imprenta a un bonito libro diabólico; un trabajo inclemente, con cuyo contenido muchos lectores se declararán en franco desacuerdo; un texto inquisitivo, hostigante, se diría que escrito entre las zarpas del dolor. No, no ha sido fácil hablar de El irresponsable... Nos vamos a despedir con los versos que dan término asimismo a la obra:

La noche empuja al día hacia otra parte.
Es la hora del suicidio antiguo,
sin rastro de náusea en los labios,
sin rastro de ira en el fondo de los ojos.

Víctor Araya.
Valencia, verano de 2000

Las Siete Entidades, Apartado de Correos 4314, Sevilla 41080, 94 páginas.

El libro tiene unas dimensiones de 15 x 21 cm, cubierta a color plastificada y diversas ilustraciones. Se distribuye a 900 ptas. la unidad más gastos de envío. A partir de 5 ejemplares, a 750 ptas más gastos de envío. A partir de 10 ejemplares, a 600 ptas más gastos de envío. Los pagos se hacen contra reembolso. Junto con cada libro se regala un folleto, también editado por Las Siete Entidades, La paciencia de los locos, que proporciona las claves del pensamiento de Pedro García Olivo. Pedidos a Las Siete Entidades, Apartado de Correos 4314, 41080 Sevilla. Por teléfono a CNT Sevilla, número 95 456 23 20

Filosofía y acción
A. Fernández-Savater

Fernández-Savater, A.: Filosofía y acción. Santander, Editorial Límite, 1999.

«El proyecto demencial del capitalismo burocrático se asienta sobre la destrucción de cualquier atisbo de autonomía.»
Esta cita de Castoriadis es un perfecto indicador del sentido de los ocho textos de Amador Fernández-Savater recogidos en Filosofía y Acción. Una apuesta por volver afilo2.JPG (8623 bytes) poner del lado de los proyectos revolucionarios las capacidades constituyentes que emergen de la filosofía y la acción autónomas.
filo1.JPG (19345 bytes)Si en algo se caracterizaban los movimientos emancipadores del siglo xix y principios del xx, es porque mantenían en sus manos las herramientas teóricas y prácticas que les permitían defenderse, con mayor o menor acierto, de los embates a los que les sometían el capitalismo y el Estado. Con esta premisa, podemos entender cómo estas dos altas instancias del terror institucionalizado centraron sus esfuerzos represores sobre las condiciones que hacían posible la acumulación de fuerzas capaces de pensar y poner en marcha aquello que negaba toda la sustancia de la locura sistémica.
Filosofía y Acción indaga en esas condiciones que permiten a las personas ser sujeto político, inteligente enemigo de los dictados del poder burocrático y mercantil que nos acecha. Pero, si -como asegura el autor- «la reinvención del proyecto de autonomía está ligada indisociablemente a la reconsideración general de todo el horizonte en el que se ha inscrito el pensamiento sobre la sociedad y la historia» debemos reconstruir seguros apoyos teóricos (Hannah Arendt, Castoriadis, Debord...) que ayuden a escapar del desarme político que padecemos, en ellos se apoya Amador Fernández-Savater.
Diagnosticar la hecatombe que supone la destrucción del lenguaje, la atomización social, la muerte de la memoria histórica o la casi inexistencia de
proyectos políticos, conlleva reconocer que la sociedad en su conjunto ha sido desposeída de las herramientas que posibilitan la gestión política de sus propios asuntos, los asuntos humanos, aquellas herramientas que permitieron en otros momentos intuir, en mayor o menor medida, la posibilidad de hacerse con el control efectivo de su existencia ( París 1871, España 1936, Hungría 1956 o Francia 1968). Rehabilitar ese arsenal: lenguaje, memoria, la comunidad y el proyecto político es, en definitiva, resucitar las condiciones que permitan no sólo articular un proyecto político, sino la posibilidad de entenderlo -ese proyecto- como creación social de sus protagonistas y no, como otros muchos tratan de hacernos creer, a pesar de ellos.
Pero si estas condiciones estafadas y adulteradas por los falsos enemigos de este mundo (sindicatos burocráticos, partidos políticos, ONG´s e incluso izquierdistas de buena fe) aparecen en la época del capitalismo avanzado como articulaciones cínicas y cómplices del mundo existente, también aparecen, en forma mucho más inteligente y desde posturas avaladas por un conocimiento exhaustivo de la realidad que nos circunda, acorraladas y presas del pánico, incapaces ya de dar otra respuesta que no sea la de quedar sometidos a la tutela de un estado omnímodo y paternalista (Welfare State) que nos libre de los padecimientos a los que nos somete el capitalismo, pero sumiéndonos en los que él mismo genera.
Aceptamos, por tanto, todos los territorios de enfrentamiento que nos propone el autor en sus artículos: poesía, lenguaje, cultura, memoria, política, autonomía... la vida puesta a combatir, y nos hacemos cómplices de las luchas de aquellos/as que tomaron el pulso a las constantes vitales del proyecto revolucionario: los/as libertarios/as de España en 1936, los/as revolucionarios/as de Hungría en 1956, los/as sitiuacionistas de mayo del 68 y, por supuesto, de los espabilados de F.P. de las movilizaciones estudiantiles en Francia de 1986, porque intuyeron, como nadie, lo que está sucediendo: «¡Han querido idiotizarnos pero... han fallado! Hemos intuido otra cosa. Vamos a por ello. ¡Habrá caña!»
Para conseguir el libro dirigirse a: Librería Traficantes de Sueños, c/ Hortaleza n.º 19, 1º D. 28004. Madrid o Librería Periferia, c/ Ave María n.º 3. 28012. Madrid.

los justos
Albert Camus

Con cierta frecuencia, cuando nos da por repasar los rincones oscuros de nuestros muebles para libros, sucede que nos encontramos con hallazgos inesperados y felices. Así me ha ocurrido a mí ahora con este viejo tomo de la editorial Losada, de la estirpe ilustre que nos llegaba clandestina o subrepticiamente, a finales de los cincuenta. En nuestra particular iconografía juvenil, Camus ocupó siempre un lugar preferido y entrañable. De su mano pudimos adentrarnos en el misterioso país de las ideas, en medio de aquella «longa noite da pedra» del franquismo castrador de libertades y pensamientos.
Este tomo que rescato de las profundidades semiolvidadas de mi mueble anuncia en su cubierta desportillada y descolorida: «Teatro: El malentendido - Calígula - El Estado de sitio - Los justos». ¡Los justos!, ya casi ni recordaba una clandestina lectura colectiva en cierto consulado de cierto país latinoamericano en Sevilla en 1962.
Los justos son los que han decidido renunciar al amor y a la ternura y tomar sobre sus espaldas la abrumadora carga de instaurar la justicia en un mundo radicalmente injusto, en un mundo de hambre, de corrupción, de iniquidad. Pero los justos, que están a punto de lanzar una bomba vengadora en la Rusia zarista, se detienen en el último momento ante la presencia inesperada de dos niños en el carruaje objeto del atentado. «Una idea puede matar a un gran duque, pero difícilmente llega a matar niños.» ¡Qué familiar nos resulta esta afirmación!, ¿verdad?
El drama camusiano pone en escena no a auténticos personajes teatrales sino a figuras anunciadoras de ideas. Pese a ello, la tensión dramática llega a ser antagonista. Las íntimas contradicciones de los justos, su agónico debate entre lo que 'se debe' hacer y lo que 'se nos obliga' a hacer; las frases de Camus, certeras como flechazos en la diana:
«La libertad es una cárcel mientras haya un solo hombre esclavizado en la tierra.»
«La poesía es revolucionaria.»
«Entré en la revolución porque me gusta la vida. La revolución, claro está. Pero la revolución por la vida.»
«El honor es la última riqueza del pobre.»
La leyenda de San Demetrio que Kaliayev le cuenta al preso-verdugo; el alegato, tan cargado de todo el dramatismo del mundo, contra la pena de muerte, en los dos últimos actos de la obra, etc. Una relectura inolvidable, al cabo de los años, sobre todo para quienes vamos llegando ya a las edades de eso, de releer, que es muy saludable.

Joaquín Rodríguez

los otros...
Por Santiago Peña

De ente los libros enviados por las editoriales en espera de ser mencionada su donación se encuentran los que para aumentar los fondos de la Biblioteca remitió la barcelonesa editorial Laertes: El proceso del P.O.U.M. (junio de 1937-octubre de 1938) : transcripción del sumario, juicio oral y sentencia del Tribunal Especial (Barcelona, Lerna, 1989, 577 págs.), con el testimonio de Montseny, y en magnífica edición preparada con la ayuda de Marisa Ardèvol por Víctor Alba, trotamundos y prolífico escritor al rescate de la historia cuyos volúmenes de memorias, Sísif i el seu temps (Barcelona, Laertes, 1990-1997), proporcionan información, opinión y humor en dosis sabiamente administradas. A estos libros incorporados a la Biblioteca se suman los siguientes.

Tiempo perdido,
Bruno Arpaia, Barcelona, Ediciones B, 1999
(Tiempos modernos)


Novela que transporta al agitado período de la Revolución de 1934 en Asturias. Un viejo exiliado en México, al que un investigador se acerca para sólo requerir rápida confirmación de un dato, le retiene lo suficiente como para desplegar el recuedo de aquellos rápidos y plenamente vividos días. De la mano de Laureano, entonces chaval de tendencia socialista, montamos en una de las desorientadas barcas que de noche buscaban el acopio de armas del buque Turquesa, al temor por el ingreso de una derecha amenazante al gobierno, y al estallido revolucionario propiciado por el entendimiento dentro de la lograda Alianza Obrera. El chico combate con los mal armados anarquistas de Gijón, tradicional enclave de raigambre libertaria, resistiendo en los barrios de Cimadevilla y El Llano los bombardeos y tropas desembarcadas por El Musel. Le seguimos luego a la confusión de las últimas jornadas en Oviedo, donde escrúpulos artísticos lograron que la dinamita obrera respetase el campanario catedralicio usado por francotiradores enemigos, y a las crueles sesiones de tortura reservadas a los vencidos soñadores. El compromiso político del protagonista, en páginas que le unen a dirigentes como Prieto, González Peña o al recordado anarquista José Mª Martínez, corre parejo al descubrimiento del amor junto a Pilar, gijonesa hija de anarquista.
El novelista italiano, traductor de Paco Ignacio Taibo II, traba un relato cautivador que empuja al lector a enfrentarse con un tiempo en que se mantuvo la apuesta en liza.
   

La Santa Bohemia y otros artículos,
Ernesto Bark, (prólogo de Gonzalo Santonja), Madrid, Celeste, 1999 (Biblioteca de la Bohemia, 3)

Selección de textos de quien a tres de las obras de Valle Inclán fuese convocado bajo el apelativo de Soulinake, señaladamente en Luces de Bohemia con ocasión de la muerte del protagonista, en que como anarquista judío es caricaturizado en sarcástico episodio. El folleto que titula el conjunto, los dos capítulos que dan cuerpo a su obra Estadística Social, y cinco artículos de diversa temática nos presentan a este destacado bohemio de constante preocupación social y febril actividad, probada en la animación de rotativos como Democracia Social y especialmente Germinal, desde la que ideó una amplia encuesta en cuya comisión organizadora participó Pedro Vallina. Disfrutamos así de preciosas descripciones que desgranan las condiciones laborales y problemática de trabajos como los de ferroviarios, campesinos, pescadores, dependientes de comercio, periodistas, criadas, barrenderos, carpinteros o zapateros, siendo también muchas las páginas de preocupación hacia el drama de la prostitución. En lúcidos párrafos sobre la justa y necesaria equiparación de sexos, se posiciona claramente a favor del Feminismo, opinando también en defensa de la idoneidad del matrimonio.
Apasionadamente proclama el lema bohemio de Arte, Verdad y Libertad, arremete literariamente contra el papel representado por figuras como Galdós o Clarín, y fustiga el sanchopanzismo de país al que llegara hacia 1880, a cuya reforma se aplicó con afán propio del mejor arbitrismo. Propugnador de la creación de un Ministerio de Trabajo, de oficinas estadísticas de empleo, tribunales arbitrales en evitación de huelgas y un programa propio del Republicanismo socialista, al Anarquismo le unía su simpatía por el carácter vengativo del nihilismo ruso, y denuncias contra la suerte de Angiolillo y los torturados en Montjuich.

Los proletarios del arte : introducción a la bohemia, José Esteban y Anthony N. Ahareas, Madrid, Celeste, 1998 (Biblioteca de la Bohemia , 1)

Incubado en el París del Segundo Imperio como epígono del Romanticismo, el doble fenómeno bomemio, literario y también político, adquirió una significación aún hoy no suficientemente atendida, víctima de triunfantes descalificaciones y de la moda del olvido. En misión arqueológica este libro recupera un tiempo compartido con la más recordada Generación del 98 en cafés, periódicos y calles de un Madrid inmisericorde con las ilusiones literarias de los rebeldes bohemios.
Enterrados nombres como los de Pedro Luis de Gálvez, magnífico sonetista ejecutado en 1940; Alfonso Vidal y Planas, dramaturgo de efímera fama y más literaria vida que le llevó por seminarios, algazaras callejeras, cuarteles, cárceles y exilios; Armando Buscarini en su ambulante venta de poemas y final reclusión en manicomios; Emilio Carrere, postrer referente del grupo a pesar de su destino en el Tribunal de Cuentas; el periodista radical Bark, la figura de Dorio de Gádex, el murciano Puche, y los helénicos hermanos Sawa, desde la mitológica luminosidad de Alejandro, de quien es trasunto el Max Estrella de Valle, se confunden vitalmente por esos años con las etapas bohemias del propio genial gallego, de Rubén Darío, Maeztu, Azorín, Manuel Machado, Zamacois o Dicenta; a pesar del escaso rastro dejado por no haber podido remontar críticos juicios, con frecuencia referidos a su escasa producción, como los debidos a Pío Baroja, Antonio Machado o el influyente Cansinos-Assens.

La estampa de melenudos folletinistas compañeros del aguardiente sorteando las puyas de la miseria se impuso a la de creadores de un mundo literario que decidieron habitar, y a la de rebeldes individualistas cuya relación con el Anarquismo no fue tangencial, sino explícita en sus páginas e inobviable en cuantas sobre ellos se escriban.
Cuatro partes agrupan en acertada estructura una selección de textos -de no siempre señalada procedencia- con manifiestos de los bohemios, su retrato literario por otros bohemios, opiniones de contemporáneos y, finalmente, de la crítica literaria. Al magnífico prólogo y completa bibliografía no acompaña el poco riguroso esbozo de thesaurus de páginas finales.

   
El desfile de la victoria, Antonio Gómez Rufo, Barcelona, Ediciones B, 1999 (Ficcionario)

Llegado desde Francia, el anarquista riojano Ernesto Bacigalupe espera dirigir un atentado que tuerza la historia y disipe la epidemia de miedo acabando con la vida de Franco mientras desde su tribuna, acompañado del presidente de Portugal, asista el 15 de mayo de 1953 al desfile de la Victoria. Vigilado por la policía, son sus pasos conducidos a una pensión a cuyo alrededor gira la trama, y cuyos huéspedes asisten al desencadenamiento de los hechos desde la inicial ignorancia hasta su final asunción de peligros. Bacigalupe, protagonista de "tiempos revolucionarios en los que todo cambió menos la condición humana, el siglo de los anarquistas y el siglo de las invenciones", y que "sabía que su vida tenía un precio inferior al de sus ideales", llegó ajeno al reservado destino a un Madrid desraizado y absurdo, depurado por nuevos funcionarios y buscavidas.
En unidad de tiempo
de cinco días y en el espacio de esa pensión imperceptiblemente convertida en escenario de teatro con protagonismo asumido por todo el elenco, asistimos a un relato de difícil equilibrio que guía un novelista de oficio, con logrados símiles e imágenes, pero que en señalados episodios oscila por su inverosimilitud hacia el vodevil. El tratamiento conferido al Anarquismo es superfial y con algunas ligerezas.
       

De milicians a soldats : les columnes valencianes en la Guerra Civil espanyola (1936-1937), Eladi Mainar Cabanes, València, Universitat de València, 1998 (Col.lecció Oberta. Sèrie Història, 3)

Tras breve mención a los antecedentes históricos de las milicias, el estudio aborda el análisis de las columnas valencianas, formadas luego del abortado alzamiento militar y que centraron su principal objetivo en el frente de Teruel. La impronta anarquista de sus voluntarios marcó las denominadas Torres-Benedito, Iberia, Temple y Rebeldía, pero capítulo especial se reserva al estudio de la más famosa de todas, la Columna de Hierro. El estudio de las relaciones con nuevos organismos políticos como el Comité Ejecutivo Popular, de los progresos y dificultades resultantes de la guerra, acompañan al de su estructura e integrantes. La queja miliciana por la intencionada discriminación en el suministro de material, las temidas consecuencias de algunas incontroladas bajadas a retaguardia, el enfrentamiento con los comunistas en octubre del 36, las acusaciones de inoperancia y tenaz resistencia a una finalmente aceptada militarización conforman la mirada del autor, que completa con un amplio y pertinente apéndice documental.


La parábola de Carmen la Reina, Manuel Talens, Barcelona, Tusquets, 1999 (Andanzas, 373)

Macondo en las Alpujarras. Propias del mejor realismo mágico, cotidianas anécdotas y aventuras oníricas entreveran el existir de las vidas que pueblan de fines del xviii a 1910 una localidad ya asentada en el Atlas literario de la Alpujarra granadina, Artefa. La última generación de Carmen Botines, encumbrada a la dirección de la campesina Sociedad de Resistencia, Lucas Toledano, viejo alfaquín anarquista de familia criptojudía, Poncio Almodóvar o el párroco don Ramón Martínez, no son sino el superior estrato del aluvión de vida que les precede y empuja. Breves capítulos avanzan y retroceden mezclando tiempos y sucediendo protagonistas, sumergiéndonos así en la epidemia de cólera de 1804, en el fragor de la batalla de Bailén o la llegada de la Guardia Civil, siguiendo de cerca la vida de personajes que oscilan entre el estreñimiento y la incontinencia con catastróficas inundaciones faltas de agua, devotos del Cristo de las Cucarachas y de ginecológica reliquia de santera, párrocos asediados por lubricidad, gitanos de sorprendentes capacidades, familias de genética rebeldía, y una sirviente, Petra Almodóvar, cuya accesión al cacicazgo por mérito de cama estimuló a esquivar la muerte eternizando su rústico poder. Pero no se agotan tipos ni guiños, alusiones a la guerra del 36, a recientes novelas o al Che Guevara se suman a la conformación de un universo de sorprendente vitalidad.Obra escrita con solvencia en la que las menciones al Anarquismo desde piruetas episódicas van aumentando su presencia e importancia, sin dejar de ser configuradoras del inventado paisaje del autor.

cabaret anarquista, una lúdica lucha social

La compañía teatral Laví e Bel ha hecho una apuesta por los valores éticos del anarquismo. Ya es mérito en sí colocar la libertad y la igualdad por encima del dinero, ídolo de oro en nuestra sociedad; pero lo es más aún cuando, como en el caso de estos cómicos (hermosa palabra de profundos matices), se hace utilizando un lenguaje lúdico cargado de ironía.
Al atravesar la puerta de la sala La Cuarta Pared, donde se interpreta la obra Cabaret Caracol, una gran bandera roja y negra nos da la bienvenida y, casi inmediatamente,caracol1.JPG (11071 bytes) unas manos cordiales estrechan las de quienes acudimos a ver el espectáculo. Sentimos esa sensación de serenidad que nos invade cuando visitamos la casa de unos viejos amigos; todo es familiar y entrañable. Después, en el refugio cálido de nuestra butaca, creemos retroceder en el tiempo e intentamos trasformarnos en seres diminutos que crecen hacia dentro. El silencio lo invade todo, nadie se atreve a producir el más leve ruido para no interferir en la quimera que está a punto de desarrollarse.
Nos encontramos en un Cabaret del barrio madrileño de Tetuán y en la calle, las fobias y las filias situadas en dos bandos opuestos han dejado abierta la caja de Pandora. Ha estallado la guerra civil en España. Mientras las bombas silban en nuestros oídos, un Hitler, un Mussolini y un Franco de papel couchet se deslizan embutidos en telas pintadas con fragmentos de El Guernica. La atmósfera que nos rodea está preñada de magia, de luces cambiantes que trasforman a su antojo nuestros estados emocionales, de sueños que son parte de otros
sueños que se gestaron en las mentes y los corazones de muchos hombres y mujeres que nos precedieron.
Hemos dejado en la calle el año 2000, los problemas cotidianos, Internet, los teléfonos móviles y esa caja obscena que llamamos Televisión. Nos hemos sumergido en un mundo donde se mezclan la fantasía y la realidad, el pasado y el futuro, las luces de las bambalinas y las sombras de una tragedia recordada. La sala entera es un enorme cajón de sorpresas y el público, gracias a Laví e Bel, se siente mucho más La Cuarta Pared que nunca; se ha convertido en techo, suelo y alma de lo que está contemplando. Sin darnos cuenta, todos/as nos movemos en nuestros asientos a los compases de la orquesta Diablo, coreamos las canciones que entonan los actores y la actriz y aplaudimos con entusiasmo su ingenio y sus voces bien timbradas.
Ales, Miguel, Javier y Virginia se despojan de su personalidad para transfundirse, más que transformarse, en los actores que formaban parte del espectáculo que ellos han rescatado del olvido. ¿Quién es quién? Nada importa. Interpretan muchos papeles dentro de otro papel, esquizofrenia teatral que consiguen desempeñar con verdadera maestría pese a la complicación que entraña. A los/as espectadores/as, todo lo que sucede en el escenario nos parece tan natural que llegamos a creer que no existe ninguna dificultad en el trabajo que contemplamos. Y en eso consiste el verdadero arte, en hacer sencillo lo complicado.
Laví e Bel nos demuestra que para propagar las ideas anarquistas no es necesario subirse a una tribuna de orador e hilvanar un florido discurso. Podemos hacerlo con plumas en la cabeza y un bañador de lentejuelas, moviendo las caderas al son de una danza oriental o imaginando que navegamos en el barco «Revolución» a la búsqueda de un lugar llamado Libertad.
Todas las personas que forman la compañía Laví e Bel perciben el mismo salario y hacen la misma aportación a la obra, el cien por cien de sus conocimientos, de su buen hacer y de su sensibilidad artística. El resultado es Cabaret Caracol, espectáculo al que se puede definir como fresco, vanguardista y dinámico, pero también como tierno, nostálgico y reivindicativo. Es todo eso y mucho más. Es una preciosa función, cuya puesta en escena y brillante interpretación recordaremos durante largo tiempo. Todas las personas que intervienen en la obra han realizado su trabajo con verdadero mimo, el libretista ha cuidado el lenguaje y el ambiente de la época, el decorado que, aunque no sufre ninguna modificación durante todo el espectáculo, se va adaptando de forma mágica a cada una de las situaciones que nos presentan.
La música, unas veces convertida en protagonista y otras haciendo de comparsa, es una de las columnas sobre las que se apoya el espectáculo. Al finalizar la obra, la orquesta interpreta una agradable versión de la varsoviana que inconscientemente todos/as los/as espectadores/as vamos tarareando.
El teatro no transforma las ideas ni capacita ni influye directamente para propiciar un cambio social revolucionario. Pero el teatro nos posibilita para abrir vías de pensamiento y reflexión, puede divertir mientras enseña, transmitir un mensaje de anarquía... Laví e Bel, lo sabe, nos está demostrando que lo sabe.

M.ª Ángeles García-Maroto

El drama cultural del
 anarquismo / 1
Técnica y cultura en una sociedad autogestionaria

Dramas político-culturales

En cada ciudad del mundo, por más pequeña que sea, hay al menos un anarquista. Esa curiosa presencia debe ocultar un significado que trasciende el orden de la política, del mismo modo en que la dispersión triunfante de las semillas no se resume en mera lucha por la supervivencia de un linaje. Quizás la evolución anímica de las especies políticas se corresponda a la sabiduría del asperjamiento seminal en la naturaleza. Una doctrina que se inició a mediados del siglo pasado logró extenderse a partir de una base bastante endeble en Suiza, Italia y España hasta llegar a ser conocida en casi todo lugar habitado de la tierra. Así las cosas, puede considerarse al anarquismo, luego de la
evangelización cristiana y la expansión capitalista, como la experiencia migratoria más exitosa de la historia del mundo. Quizás sea este el motivo por el cual la palabra anarquía, antigua y resonante, aún está aquí, y una vez más, contra todos los pronósticos agoreros que han dado por fenecida a la aventura libertaria, hacemos mención de ella. Mencionar al anarquismo supone una suerte de «milagro de la palabra», sonoridad lingüística casi equivalente a despertarnos vivos cada nuevo día. Que el ideal anarquista haya aparecido en la historia es también un milagro, un don de la política, que a su vez se desplegó como donación de la imaginación humana. La persistencia de aquella palabra quizás dependa de su potencia crítica, en la que habitan tanto el pánico como el consuelo, derivados ambos del estilo 'de garra' y del ansia de urgencia propios de los anarquistas: sus biografías siempre han adquirido el contorno de la brasa caliente. Sin embargo, para la mayoría de las personas, el anarquismo, como saber político y como proyecto comunitario, se ha ido transformando en un misterio. No necesariamente en algo desconocido o incognoscible, pero en algo semejante a un misterio. Incomprensible. Inaudible. Inaparente.
Cuando traemos a lenguaje hablado una palabra, la evocamos como objeto de museo pero también la degustamos como a un fruto recién arrancado de su rama. En el acto de nombrar, un equilibrio sonoro logra que en la rutinaria osificación de las palabras se evidencie un resto alentador cuando ellas saltan de los labios. ¿Es entonces el anarquismo un tema para la paleontología historicista, o bien una rama de la ética (una posible moral colectiva) y una filosofía política vital? Para tratar de responder esta pregunta se hace necesario identificar su 'drama cultural', conformado por paradojas y por remolinos de tensiones que se evidencian en situaciones de extremo peligro o cuando a una idea comienza a restársele su tiempo, cuando deviene anacrónica. Como se sabe, la gran pasión del siglo xix ha sido la lucha por expandir los límites de la libertad. Como mito político, la libertad se transformó en una consigna y un emblema afectivo exitoso que movilizó las conciencias y las energías emotivas de millones de personas. A fines de ese siglo el mito de la libertad se separó en tres direcciones, conducidas por el comunismo, el reformismo y el anarquismo. Cuando aquella pasión política fue capturada victoriosamente por el marxismo y fue adosada a toda la imaginería y la maquinaria que hemos conocido bajo el nombre de 'comunismo' o el de sus diversos despliegues paralelos, no solamente se desplegó un modelo de acción política y de subjetivación del militante, sino un triunfo histórico que a la vez daría comienzo -aunque inadvertidamente para sus propugnadores- a su 'drama cultural': la cristalización liberticida de una idea en un molde autoritario. Décadas después, la larga subordinación acrítica de la izquierda al modelo soviético le ha costado caro. La obsesión por la eficacia y el centralismo autoritario, la relación oportunista entre medios y fines, los silencios ante lo intolerable, son cargas históricas muy pesadas. Muy difícilmente vuelva a renacer una creencia en el modelo 'asiático' de revolución y lentamente los partidos autodenominados marxistas van transformándose en sectas en vías de extinción. Sus lenguajes y sus símbolos crujen y se dispersan, quizás para siempre.
El drama cultural del reformismo socialdemócrata también deriva, en parte, y curiosa o tristemente, de su éxito como eficaz sustituto del camino 'maximalista' de transformación social. Las expectativas depositadas en los partidos reformistas fueron enormes en la mayoría de los países occidentales, entre la Primera Guerra Mundial y 1991, año del fin del régimen comunista en la Unión Soviética. El genio del reformismo residió en su habilidad para devenir un eficaz mediador entre los poderosos y los trabajadores, y para humanizar esa misma relación. Pero con el paso del tiempo la socialdemocracia dejó de representar un avance en relación a la cultura política conservadora para transformarse en una administradora del estado de cosas en las democracias occidentales. La modernización de los partidos de derecha, la desaparición del 'cosmos soviético' y la drástica redefinición del capitalismo en las últimas dos décadas la encontró incapaz de diferenciarse de la derecha liberal, siendo la actual propuesta de la 'tercera vía' poco menos que un bluff publicitario. Su drama cultural actual consiste en que la 'reforma' está siendo llevada adelante por fuerzas que tradicionalmente han sido consideradas de derecha, incluso cuando los cambios son llevados a cabo por líderes de centroizquierda. Perdido el monopolio de la transformación en el capitalismo tardío, y siendo las reformas amparativas comparativamente paupérrimas en relación a la actual y descarnada construcción del mundo, el ciclo cultural del reformismo comienza a angostarse dramáticamente.
El comunismo siempre pareció una corriente de río que se dirigía impetuosamente hacia una desembocadura natural: el océano posthistórico unificador de la humanidad. Para sus críticos ese río estaba sucio, irremediablemente poluido, pero incluso para ellos la corriente era indetenible. Y sin embargo, ese río se secó, como si un sol sobrepotente lo hubiera licuado en un instante. Sólo ha quedado el molde vacío del lecho. Y las estrías que allí restan, y la resaca
acumulada, ya están siendo numeradas y clasificadas por los historiadores de academia. Si quisiéramos continuar recurriendo a metáforas hidrográficas, al anarquismo no le correspondería la figura del río, sino la del géiser, como también la de la riada, el aluvión, el río subterráneo, la inundación, la tromba marina, la rompiente de la ola, la cabeza de tormenta. Todos, fenómenos naturales inesperados y desordenados aunque dotados de una potencia singular. Esta diadema de aguas ya nos advierte sobre su drama, en la que no logran conciliarse su potencia trastornante y su débil persistencia posterior, su capacidad para agitar y movilizar el malestar social de una época y su incapacidad para garantizar una sociabilidad armoniosa luego de la purga de una situación política, su tradición pugnante de acoso ético a la política de la dominación y su dificultad para amplificar su sistema de ideas. La palabra 'anarquismo' goza aún de un sonoro aunque focalizado prestigio político (habiéndose salvado de las máculas adosables al marxismo, ya que sus mutuas biografías divergieron hace ya mucho tiempo). Ese prestigio
-quizás un poco equívoco- está teñido de un color tenebroso, que no deja de ser percibido por muchos jóvenes como un aura lírica. Lo tenebroso acopla al anarquismo a la violencia y al jacobinismo; lo lírico, al ansía de pureza y a la intransigencia.
Pero cada vez parece haber menos anarquistas, o bien sus voces carecen de audibilidad. Quizás nunca hayan existido demasiados anarquistas, si se acepta que la definición supone una identidad 'fuerte', esforzado activismo de rendimientos mínimos, y una ética exigente. Las circunstancias históricas nunca les han sido propicias, pero aún así lograron constituirse en 'contrapesos' ético-políticos, compensación a una especie de maldición llamada 'jerarquía'. Quizás el mundo sea aún hospitalario porque este tipo de contrapesos existen. Si en una ciudad solo acaecieran comportamientos automáticos, maquinales y consumistas, esa ciudad sería inhabitable. El anarquismo, pensamiento en alguna medida anómalo, representa 'lo otro' de la política, lo irrepresentable, la imaginación antijerárquica. Y el anarquista, ser improbable, aún existiendo en cantidades demográficas casi insignificantes, asume el destino o condena de ejercer una influencia libertaria de tipo radial, que muchas veces pasa inadvertida y otras se condensa en un acto espectacular. Decimos 'condena' porque al anarquista no le es concedido establecer fáciles ni rápidas negociaciones con la vida social actual. Esa influencia tiene un objetivo: la disolución del viejo régimen psicológico, político y espiritual de la dominación. Para llevarlo a cabo, el anarquismo ha recurrido a un arsenal que solo ocasionalmente -y no sustancialmente- puede ser acogido por otros movimientos políticos: humor paródico, temperamento anticlerical, actitudes irreductibles de autonomía personal, ebullición espiritual acoplada a urgencias políticas, comportamiento insolente, impulsión de la acción política a modo de contrapotencia, y en fin, una teoría que radicaliza la crítica al poder hasta límites desconocidos antes de la época moderna. Su imaginería impugnadora y su impulso crítico se nutren de una gigantesca confianza en las capacidades creativas de los hombres una vez liberados de la geometría política centralista y vertical.
La disolución del mundo soviético y la crisis del pensamiento marxista parecieron conceder una oportunidad única al anarquismo. Sin embargo, la caída del marxismo arrastró al abanico socialista entero, pues incluso el anarquismo esta familiarizado con el imaginario comunista afectado por el derrumbe. Los acontecimientos políticos del bienio 1989-1991, festejados mediáticamente como si se tratara del guillotinamiento de Luis xvi abrían muros evidentes pero también clausuraban tradiciones emancipatorias. No solo lo peor, también lo mejor de ellas. Junto al derrumbe del orden soviético se cerraba un espacio auditivo para los mensajes proféticos de rango salvífico. Y en la voz anarquista cimbreaba un tono bíblico. Para sus profetas, el orden burgués equivalía a Babilonia. A comienzos de los años 90 no estaba finalizando la historia -tal como lo sugirió una consigna veloz y banal- sino, quizás, el siglo xix: se constataba que las doctrinas marxistas, anarquistas e incluso las liberales en sentido estricto, estaban licuándose y evaporándose de la historia del presente. Y que una de sus terribles consecuencias suponía la ruptura de la memoria social, es decir, de los
lenguajes y símbolos que transportaban el proyecto emancipador moderno y el modelo de antropología que le correspondía. Al mismo tiempo, la política clásica, vinculada a la representación de intereses (versión liberal), a la articulación de los antagonismos (versión reformista) o a la pugna social contra el absolutismo y el orden burgués (izquierda y anarquismo), se despotencia y deslegitima. Lentamente, la política, a nivel mundial, comienza a operar según el modelo organizativo de la mafia. La organización mafiosa ya es la metáfora fundante de un nuevo mundo, y eso en todos los ordenes institucionales, desde los gremiales a los universitarios, de los empresariales a los municipales. O bien se está incluido en la esfera de intereses de una mafia particular o bien se está desamparado hasta límites que solo se corresponden con el inicio de la revolución industrial. Este puede ser el destino que nos estaba aguardando, destino que encararemos apenas cruzadas las puertas del tercer milenio.
Ya que todo Estado necesita administrar la energía emotiva de la memoria colectiva, los modos de control y moldeado de los relatos históricos devienen asuntos estratégicos de primer orden. La ruptura de la memoria social ha sido causada, en alguna medida, por cambios tecnológicos, en especial por la articulación entre los poderes y los instrumentos mediáticos de transmisión de saberes. Una causa quizás más activa se la encuentra en la desaparición de subjetividades urbanas que eran producto de una horma popular no ligada a la cultura de las clases dominantes. Esas tribalidades urbanas eran efecto de la 'cultura plebeya', que en Argentina y por medio siglo ha estado dominada por el imaginario peronista. A lo largo de este siglo la vieja cultura popular (mezcla de imaginario obrerista y antropología 'folk') se metamorfoseó en cultura de masas, lo que transformó lenta pero radicalmente el modo de archivo y transmisión de la memoria de las luchas sociales. Y cuando la historia y la memoria se retraen, las poblaciones no pueden sino fundar su obrar en cimientos tan instantáneos como inciertos. Por su parte, la suerte de la pasión por la libertad -mito central del siglo xix- es incierto en sociedades permisivas, como lo son actualmente las occidentales, en las que lo 'libertario' deviene una demanda-insumo acoplable a las ofertas de un mercado de productos 'emocionales', desde la psicoterapia a la industria pornográfica, de la producción de farmacopeas armonizantes del comportamiento a la industria del cuerpo. Esta última en especial revela ciertos síntomas sociales de la actualidad: lectura del mapa genético, transubstantación de la carne en alambiques de clonación, mejoramiento tecnológico de los órganos, cirugía plástica, silicona inyectable al cuerpo a manera de vacuna contra el rechazo social. El 'modelo estético-tecnológico' se despliega como un 'sueño' que pretende apaciguar un malestar que, por su parte, nada tiene de superficial. Ya hace tres décadas que somos dominio de la erótica, la gimnástica y la dietética, tres saberes que pertrechan el cuerpo occidental para los imprescindibles ejercicios cotidianos en los ordenes afectivos, laborales y políticos. La creciente sensación de futuro incierto se descarga imperceptiblemente sobre el cuerpo, antes tratado como 'fuerza de trabajo' y ahora obligado a dar pruebas continuas de su performatividad económica y emocional: el cuerpo es valorado como 'fuerza de apariencia'. De allí que la evolución que llevó del transplante de corazón y el implante de un marcapasos al injerto de siliconas y el recetario de anabólicos revele la mutación de las necesidades vitales en ansias de performatividad social. Si, por un lado, la articulación entre belleza y tecnología quirúrgica evidencia los temores actuales a la carne corruptible y resulta un índice analizador del desarrollo desigual de las experiencias colectivas en asuntos de tecnología y moral, por el otro revela la más preocupante emergencia de 'biomercados' y de incipientes disputas comerciales acerca de la 'propiedad' del material genético. El capitalismo ya reclama, en sentido estricto, su 'libra de carne'. Toda esta alquimia genética muestra, además, un cambio de estatuto en la ciencia: del juramento 'prometeico' al 'faústico'. En un caso se capturan saberes para mejorar moralmente -y no sólo técnicamente- a la humanidad, en el otro se actúa a la manera del aprendiz de brujo, que deja salir de la botella a un genio que luego no sabe si podrá controlar. «Si puede hacerse, se hace»: tal es el lema de personas dotadas de conocimientos técnicos muy sofisticados pero de reservas morales, religiosas y culturales pobrísimas. En economías flexibilizadas, en países que han destrozado la idea colectiva de nación, con habitantes que apenas pueden proyectarse hacia el futuro, condenados a idolatrías menores, a recurrir a la moneda como lugar común, a realizar apuestas que no están sostenidas en el talento de cada cual, la experiencia colectiva se hace dura, cruel, carente y, por momentos, delirante. Cada persona está sola junto a su cuerpo descarnado, aquello en lo que, en última instancia, se sostiene. La 'ansiedad cosmética' nos revela el peso que arrastramos, el esfuerzo que hacemos por existir. Pero también revela que el «arte de vivir contra la dominación», en el cual descolló el anarquismo, está en suspenso, por cuanto las necesidades humanas mutan drásticamente y ya no se articulan con la memoria de las luchas sociales anteriores. Si el destino de la época siguiera este curso, una fuerza semejante a la del diluvio se llevaría los puentes de la memoria social.
¿Qué pueden hacer los libertarios en una situación social como esta, signada por la permisividad en cuestiones de comportamiento, por una notable capacidad estatal de recuperación de las invenciones refractarias o por lo menos por una inagotable capacidad de 'negociación' con las mismas, con ciudadanos que en el mejor de los casos están desorientados y en el peor dotados de una percepción cínica de la vida social, y condenados a sobrevivir en un orden institucional al que definimos como mafioso? El ideal de libertad estuvo dirigido en el siglo pasado contra las presiones autocráticas: la injusticia y el hambre se constituían en los 'irritadores' del malestar social. ¿Cuál es el motor del malestar social en nuestros días? De la respuesta a esta pregunta nacerán las formas de lucha contra el orden actual. La última memoria de luchas sociales transmitida a la actual generación ha sido la de las rebeliones juveniles de los años 60, en especial sus facetas asociadas a los cambios de conductas -el 'parricidio costumbrista'- y a la música electrónica urbana. Memoria que casi en su totalidad es transmitida por el orden mediático y pasteurizada a fin de volverla acoplable a las industrias del ocio. Es evidente que no es el modelo del hambre el que informa a las actuales generaciones en todo Occidente. El anarquismo, que ha pasado por muchas fases lunares en su historia (las fases carbonaria, mesiánica, insurreccional, anarcosindicalista, sectaria, sensentista-libertaria, punk, ecologista) necesita hoy de un mito de la libertad que sea 'revelatorio' del malestar social y que dote a buena parte de la población de un impulso de rechazo, tal como el desafío blasfemo y desculpabilizador empujó a los anarquistas contra la Iglesia, y el desafío antijerárquico a negar el orden estatal. Si continuará habiendo 'milagro de la palabra', es decir, anarquismo, es porque él mismo puede devenir contraseña para la esperanza colectiva y para luchas sociales liberadas del lastre de modelos autoritarios. El misterio de la jerarquía cedería entonces su opacidad a una revelación política.

Christian Ferrer

estado y hombre

Todos sabemos que lo definitorio de una teoría política desde Maquiavelo es la noción de Estado. Se suceden las formas de concebirlo, así como los intentos prácticos por moldearlo a tales concepciones. Muchas veces se cae en la moda actual: ver en el Estado y en los políticos (el gobierno) la salvación de todos mis problemas. Pues bien, hubo unos filósofos antiestatistas que sobre todo desde el xix nos enseñaron que todo lo que depende del Estado es nefasto para el hombre. Podríamos decir que incluso las políticas sociales tan en boga, porque también ellas quitan protagonismo al hombre, evitan su libertad, niegan su capacidad de decidir por sí mismo, en comunicación grupal. Esos sabios soñadores, una cosa no está reñida con la otra, fueron los anarquistas, libertarios, socialistas utópicos o como queramos llamarles. Ante todo fueron humanistas que a muchos nos siguen enseñando después de largos años estudiándolos.
El Estado para ellos estaba sobre todo en contradicción con la libertad, imponía una estructura que decidía por las personas. Y así sigue siendo. La estructura, en línea platónica y levistraussiana, es aquella entidad que domina sobre sus componentes teniendo una existencia que es superior a la de sus partes. La Idea es superior a las cosas que se definen por ella, una empresa lo es a las acciones de los que participan de sus beneficios, Dios lo es a sus criaturas, el capital al trabajo que lo produce... el Estado es dominador de los ciudadanos que lo componen. La materia que rellena el Estado es secundaria, lo que importa es la forma: leyes, convenios, impuestos, quintas, incluso ayudas son estructuras eidéticas y reales de dominio. Son imposiciones trascendentales, condición sine qua non de la existencia de alguien: los apátridas serían la excepción que confirma la regla para los estatistas, para los anarquistas son el ideal de cosmopolita encarnado. En fin, Estado es estructura formal que controla sobre los individuos (que son personas) que lo permiten vivir. La persona solo existe frente al Estado como número de identidad, de seguridad social, de expediente académico, de currículum, de registro de propiedad, de ficha policial... ¡Y seguimos creyendo en el Estado como un padre que nos ha de salvar de todos nuestros problemas!
Habría mil ejemplos textuales para aclarar esta idea, incluso en autores no anarquistas (liberales como S. Mill o Von Mises, estructuralistas como Foucault), pero aquí ofrecemos dos casos de padres espirituales: Proudhon y Bakunin. El tipógrafo francés nos dice en El principio federativo de 1848:«Despojado de toda dignidad el ciudadano y el municipio, se multiplican las usurpaciones del Estado y crecen en proporción las cargas del contribuyente. No es ya el gobierno para el pueblo, sino el pueblo para el gobierno. El poder lo invade todo, se apodera de todo, se lo arroga todo para siempre jamás: guerra y marina, administración, justicia, policía, instrucción pública, obras y reparaciones públicas, bancos, bolsas, crédito, seguros, socorros, ahorros, beneficencia, bosques, canales, ríos, cultos, hacienda, aduanas, comercio, agricultura, industria, transportes. Y coronado todo por una contribución formidable, que arranca a la nación la cuarta parte de su producto bruto. El ciudadano no tiene ya que ocuparse sino en cumplir allá en su pequeño rincón su pequeña tarea, recibiendo su pequeño salario, educando a su pequeña familia, y confiándose para todo lo demás a la providencia del gobierno.»
Esta definición cuadra con nuestra visión de la reducción del hombre. Visualiza mejor que todo lo que podríamos escribir sobre la destrucción de la persona por el Estado. Este tiene otro obstáculo en su propio enanismo, su egoísmo patriota que hace ver enemigos a todos los demás países. Bakunin parece hablar contra esos falangistas y fascistas de la patria y sus valores trascendentales:
«Esta negación flagrante de la humanidad que constituye la esencia misma del Estado, desde el punto de vista del Estado, es su deber supremo y su mayor virtud. Lleva como nombre patriotismo y constituye toda la moralidad trascendente del Estado. La denominamos moralidad trascendente porque generalmente supera el nivel de la moral y la justicia humanas, ya sea de la comunidad o de un individuo, y a menudo por eso mismo se encuentra en contradicción con ellas. Así, ofender, saquear, asesinar o esclavizar a un conciudadano es normalmente considerado un crimen. Por otro lado, en la vida pública, desde el punto de vista del patriotismo, cuando esas cosas se realizan para mayor gloria del Estado, para la preservación o extensión de su poder, todo ello se transforma en deberes y virtudes. Y esas virtudes, estos deberes, son obligatorios para cada ciudadano patriota.»
Así escribía el rebelde ruso en Federalismo, socialismo, antiteologismo de 1868. El hombre es desvirtuado por toda una serie de estructuras económicas, morales, fiduciales, de marketing, recreativas, etc... Su libertad no es sino una palabra fría dentro de la Constitución o cualquier otro código vigente, escrito desde el Estado.
Pero lo más peligroso es que el Estado no es un ente abstracto, pues si lo fuera no tendría poder. Su fuerza está en que hay personajes que lo dominan, pretendiendo hacer de sus intereses privados supuestas tareas sociales, de alta política o de andar por casa. Sin negar la bondad moral de muchos de ellos, nunca pueden sino agarrarse a los soportes del Estado y defenderlos, pues de lo contrario el gigante los expulsará de sus dominios. Escamoteará, en último caso, sus buenas ideas, atrapadas en sus redes. La revolución bolchevique o la maoísta son ejemplos de ellos.
¿Qué hacer entonces? ¿Hay salida? Por supuesto, podemos crear aparte del Estado, gestionar nuestras tareas hasta donde nos sea posible, libertarnos, salir de la servidumbre voluntaria y pasiva, enseñar a los otros a ser libres. Si, como repetía siempre aquel leonés universal que cogió el nombre de Diego Abad de Santillán para liberarse del control y censura estatales (vivió más de 25 años sin papeles de identidad y negó una pensión de la Generalidad cuando pasaba fatigas a su vuelta a la España democrática, sí, a la del olvido impuesto y el voto en papeletas de colores), hay tiranos porque hay esclavos, la salida él mismo nos la dice (Estrategia y táctica, 1971):
«La otra ruta es menos espectacular: quiere hacer del hombre, de sus necesidades y de sus aspiraciones, la medida de todas las cosas; quiere el ensayo y la experimentación en el campo económico y social; quiere la libertad hasta para equivocarse, para errar; quiere una forma de vida no capitalista fundada en asociaciones libres de productores y de consumidores libres; rechaza todo absolutismo porque sostiene que no hay verdades absolutas, indiscutibles, y por consiguiente, no hay hombres, partidos o clases que estén ungidos con el óleo santo de la infalibilidad; quiere una revolución en la moral, en las costumbres, en las instituciones y quiere iniciar esa revolución desde hoy mismo, como hoy mismo se siembra la semilla de la que puede surgir el árbol frondoso mañana. En una palabra, esta solución edifica única y exclusivamente sobre el hombre y su libertad, para que tome en sus manos y sea responsable de su destino.»
Frente al Mussolini de «Todo para el Estado, todo por el Estado, nada sin el Estado», esta llamada a la libertad y a la rebeldía. Horizontes abre, que no es poco, en un mundo obnubilado por la sumisión y las campañas políticas de salvación, como en otros tiempos lo estaba con las religiosas.

Fernando Pérez de Blas

muere julián pacheco


El 22 de marzo de este año murió Julián Pacheco, un pintor del que ya hablamos en el número 8 de esta publicación y al que desde estas páginas queremos rendir un merecido homenaje.

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El artista en su casa de Arcos de la Cantera, junto a su compañera Celia
el 15 de marzo de 1998


Es la dimensión universal de su obra, profundamente enraizada en los problemas sociales de la humanidad, lo más destacable de este artista. La búsqueda de la libertad es una preocupación que late en el corazón de Pacheco desde su más tierna infancia y que le acompañará a lo largo de toda su vida.
Libertad, igualdad y fraternidad son valores que le empujan induciéndole a realizar, a través de sus obras, una crítica de la sociedad en que vive: una sociedad opresora y alienante que impide el desarrollo y la felicidad del hombre.
Nacido en Cuenca en 1937, se traslada a Barcelona a los 23 años, y es aquí donde se identifica plenamente con los problemas sociales y políticos que asolan el país: huelgas de mineros, reivindicaciones estudiantiles, ausencia de libertad, miseria, desigualdad... son cuestiones que influirán en la temática de su obra. Desde el punto de vista plástico, en esa época, Pacheco recoge las experiencias visuales del Informalismo pero con una intencionalidad distinta, con un discurso más expresivo. Realiza sus primeros 'muros', obras matéricas donde recoge el pensar y el sentir popular; desde la creatividad instintiva del mundo infantil, a los sentimientos, la ironía, las reivindicaciones y protestas que la gente corriente vierte sobre las paredes. Sus declaraciones en la prensa atacando todo tipo de censura en el arte, en el contexto de la dictadura franquista, le ocasionan una presión policial que no soporta y que le obliga a exiliarse a París en 1963.
En el 64 es invitado a la exposición España Libre, que se mostró en varias ciudades de Italia, junto con pintores de la importancia de Picasso, Tàpies, Saura o Julio González. Julián encuentra una gran acogida en ese país, donde asienta su residencia y en el que realizará su más intensa crítica a la dictadura franquista. El trabajo de Pacheco sufre una transformación

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Uno de los impresionantes 'muros'
de Julián

radical hasta asumir una figuración explícita y drástica. Nos muestra una iconografía expresionista y satírica que gira en torno a la situación social española y sus personajes durante el franquismo. La Nueva Figuración de Pacheco asume la evolución del arte contemporáneo y se sitúa ante la realidad de una manera crítica: «Mis obras son el vómito de cualquier cosa que no acierto a digerir. Esta indigestión me la produce la injusticia social, el imperialismo, el capitalismo, el falso comunismo, el lavado de cerebro, el racismo, el fascismo, la opresión, los presos políticos y cualquier abuso de poder de un ser humano sobre otro.»
Pacheco realizó numerosas obras de carácter antifascista y también de denuncia sobre la corrupción política en los sistemas democráticos tanto en Italia como en España, a su vuelta a nuestro país al final de los años 70.
Julián se definía a sí mismo como libertario en ideología y sentimientos, y en muchas de sus obras hace referencia a hechos o ideas anarquistas como el caso de Puig Antich, asesinado durante el franquismo. Su forma de entender la libertad estaba basada en la independencia absoluta y nunca estableció compromisos que le obligaran a limitar su forma de expresarse o de pensar. Esto se hace muy evidente en el conjunto de su obra, cuya multiplicidad formal es el resultado de un lenguaje vivo, en constante evolución
El trabajo de Julián fue muy reconocido en Europa precisamente por ese carácter de denuncia y de lucha contra el fascismo (estaba fresca en la memoria la guerra mundial); sus obras se encuentran en Francia, Italia, Yugoslavia, Alemania, y también en EE UU, y paradójicamente muchas de ellas estarán colgadas en los grandes salones de los acaudalados compradores. En palabras de Pacheco: «Los muros sirvieron para sacar el mundo de los ghettos, y trasladarlo al mundo burgués.»
En nuestro país la repercusión de la obra de Julián Pacheco ha sido mínima, probablemente debido a las mismas causas que le hicieron triunfar en Europa en su momento, y por eso es hora de que reconozcamos el valor de este artista que nos ha legado una obra ejemplar en la defensa de la libertad y de los derechos humanos.

Marisol Caldito