DOCUMENTO DEL MES
Mayo 2024
EL nacimiento de la
A circulada
Bulletin Jeunes Libertaires
Así se recordaba en el boletín N.º 22 de 1957 el propósito que había animado la constitución en 1952 de una agrupación juvenil liberada del tutelaje de las existentes organizaciones libertarias. Esa iniciativa encontró eco en diversas ciudades de Francia, y al año siguiente ya salía a la luz el N.º 1 de un boletín que, desde 1953 hasta 1967, fue el órgano de expresión y de reflexión de un interesante y original movimiento de jóvenes libertarios que contaba con una notable presencia de hijos e hijas del exilio libertario español.
El boletín no tenía precio, lo sostenían las aportaciones voluntarias, ni tampoco tenía una periodicidad fija, salían de dos a cuatro números por año, y la difusión era, por supuesto, de carácter militante. Fue precisamente en ese boletín, concretamente en su número 48 de abril de 1964, donde se propuso al conjunto del movimiento libertario la adopción de una A en un círculo como símbolo del anarquismo.
«No había secretariados, ni estructuras formales, lo cual no impedía que se funcionase con un notable grado de eficacia y que, incluso, se pudiese desarrollar actividades comprometidas tales como la ayuda a los insumisos y desertores durante la guerra de Argelia, o la constitución de redes clandestinas de prácticas abortistas, y de vasectomía, o la colaboración con las actividades de la FIJL en su lucha directa contra el franquismo»
Partidarios de una anarquismo sin adjetivos, abierto a todas sus tendencias, los colectivos locales gozaban de una total autonomía, decidiendo por consenso los asuntos comunes, en el marco de unas reuniones nacionales anuales que solían celebrarse en albergues de juventud situados en entornos campestres, así que las mochilas, los sacos de dormir, y la cocina colectiva eran de rigor en un ambiente distendido y fraterno.
No había secretariados, ni estructuras formales, lo cual no impedía que se funcionase con un notable grado de eficacia y que, incluso, se pudiese desarrollar actividades comprometidas tales como la ayuda a los insumisos y desertores durante la guerra de Argelia, o la constitución de redes clandestinas de prácticas abortistas, y de vasectomía, o la colaboración con las actividades de la FIJL en su lucha directa contra el franquismo.
Lo que caracterizó a ese movimiento fue lo que se denominó “el espíritu JL”, una forma de ser que privilegiaba la estricta concordancia entre las ideas y las prácticas en todos los ámbitos de la vida, y que siempre ponía por delante la solidaridad y el compañerismo.
Tomás Ibáñez