Este sábado una llamada de su hijo, David, nos anunciaba el fallecimiento de Coral Pellicer, veterana colaboradora de la Fundación Anselmo Lorenzo. La noticia nos caía como un mazazo pues, pese a su delicado estado de salud, habíamos estado hablando unas horas antes con ella para restañar, en la medida de lo posible, la complicada situación de soledad que el confinamiento está causando estos días en las personas mayores y nada hacía augurar el repentino desenlace.

La vida de Coral siempre estuvo marcada por el fusilamiento de su padre, José Pellicer, conocido anarquista y organizador de la Columna de Hierro y la cruel posguerra reservada para los familiares de los asesinados por el régimen franquista.

Con la sombra de ese fusilamiento, que la acompañaría de por vida, Coral se trasladó pronto a Madrid, donde se matricula en la Escuela de Cinematografía, para poder dedicarse a su gran pasión, el cine. Allí coincidió con Berlanga, Picazo, Olea, Erice… Y conocería a su futuro marido, Angelino Fons.

Ya actriz, debutaría en La tía Tula (1964), adaptación de la novela de Unamuno por Miguel Picazo, y poco después, en la La busca (1966), dirigida por Angelino y seleccionada para la sección oficial de Venecia. A esas primeras apariciones cinematográficas le seguirían papeles en Navajeros, La estanquera de Vallecas y, mas tarde, en multitud de series: La Barraca, Cuéntame cómo pasó, Águila Roja, Doctor Mateo, Amar es para siempre, Hospital Central o La que se avecina. También realizaría colaboraciones periodísticas para El País, de la mano de su amigo Moncho Alpuente

En paralelo a su actividad profesional, Coral se dedicó incansablemente a restaurar la memoria de su padre y tío fusilados, reclamando ante los tribunales en 2006 la anulación de sus condenas a muerte. El resultado fue el esperable en una Justicia incapaz de quitarse resabios del régimen anterior y la Sala de lo Militar acabó denegando la solicitud porque el derecho que se le aplicó a José Pellicer y a su hermano Pedro Pellicer para condenarlos a muerte era “el vigente en el momento en que se celebró el consejo de guerra”, “independientemente de la valoración que del mismo pudiera tenerse”.

Si Coral tuvo una fugaz militancia en CNT durante la primera década de siglo (llegó a participar como observadora en el Congreso de Perlora de 2002 junto a una nutrida delegación del sindicato de Artes Gráficas, Comunicación y Espectáculos de Madrid) su apoyo a la Fundación Anselmo Lorenzo fue desde luego constante, y de ella conservamos  un pequeño fondo personal en nuestro archivo. Son casi dos metros lineales de documentación, con libros y publicaciones periódicas, que pasarán a formar parte de nuestra biblioteca y hemeroteca respectivamente. Dentro de ese fondo, también se conserva documentación personal, tanto de ella como de su familia, y una colección de grabaciones de audio con entrevistas en las que Coral nos habla de su trayectoria personal y de su historia familiar. Como documentación digital que forma parte de este fondo, que esperamos tener catalogado en breve, hay que añadir la digitalización del cuento Tilín, que su padre le escribió en la cárcel poco antes de ser fusilado.

Este fin de semana se apagó la voz de una luchadora incansable por restaurar la memoria de su padre y como a ella le gustaba puntualizar “también la del resto de fusilados por el régimen franquista”.

A nosotros nos toca recoger el testigo. Que la tierra te sea leve, compañera.