El
año de la victoria
Eduardo de Guzmán
TESTIMONIO
DE LOS CAMPOS DE
CONCENTRACIÓN FRANQUISTAS
Guzmán,
Eduardo de: El año de la victoria (pr. de Manuel Blanco Chivite),
Madrid, Vosa, 2001, 397 págs. Precio: 16,23 euros.
Este libro,
que nos habla con detalle de los tan negados campos de concentración
franquistas, fue Premio Internacional de Prensa en 1975, un año
después de su publicación, que pudo ser posible una vez
superados los problemas con la censura.
El fascismo
no es otra cosa que la muerte, y Franco un impotente y amargo asesino,
títere de un régimen que sembró de cadáveres
la Península. El fascismo, como todos los totalitarismos, es
cobarde. Incapaz de comprender la complejidad de las relaciones políticas,
sociales y económicas no encuentra otra solución que imponerse
por la fuerza bruta sobre todo aquel que dice No a sus aberraciones.
Fusilar a hombres indefensos, que se encontraban presos en campos como
el de Albatera, es una muestra de su miedo a la vida y a la libertad,
un acto de venganza. El libro refleja muy bien este Año de la
Victoria, que no es otra cosa (no nos cansamos de repetirlo) que la
muerte, y, pese a la tragedia y sufrimientos que nos cuenta, hemos de
agradecer a Eduardo de Guzmán el que estas páginas de
la historia no se hayan dejado en blanco. Sería una pena, para
las generaciones venideras, que desconocieran las barbaridades a las
que las corrientes autoritarias
pueden someter a un pueblo rebelde.
Como se
dijo durante la presentación del libro, aquí en Madrid,
los compañeros fueron derrotados por las armas, pero no vencidos.
En las condiciones más adversas, siguieron diciendo No. Algo
que en la actualidad no ocurre: antes de empezar, damos por perdida
la batalla.
Quien ha
escrito este testimonio es un magnífico periodista e historiador,
pero el relato no es el proceso de investigación a través
de documentos en bibliotecas y archivos, es el testimonio directo de
un compañero que está sufriendo la represión al
finalizar la Guerra Civil y que quiere dar a conocer las penalidades
y muertes de todos aquellos que ya no pueden dar a contar los hechos.
El libro es una obligación moral del autor con todos aquellos
a losque
vio morir.
Huyendo
del ejército franquista, miles de combatientes por la libertad
se encuentran atrapados en el puerto de Alicante. Los barcos anunciados,
para poder salir y evitar la represión, no aparecen. Muchos,
no viendo otra salida, se suicidan; y los que sobreviven son apresados
y conducidos a un campo, que los mismos presos dieron en llamar de los
Almendros porque en esos días estaban floreciendo los árboles
al lado de cuyo tronco intentaban descansar. Sin comida, casi sin agua,
llenos de piojos y de chinches..., lamentaron no haberse suicidado como
otros lo hicieron en el puerto. Humillaciones, maltratos, añadidos
al frío que pasaban, junto con la fina lluvia que en algunos
momentos les caía mientras dormían... son cuadros que
De Guzmán nos muestra con un estremecedor y patético realismo.
Un pequeña lata de sardinas para tres personas durante varios
días era su alimento.
Pese a
todo, hubo hombre que sobrevivieron. De haber sabido alguno de los Mandamases
del Régimen que aun con las restricciones como la retirada del
carnet de periodista a compañeros como Eduardo de Guzmán,
han podido llegar a transmitirnos las tragedias sufridas, sin duda ninguna
les hubieran fusilado. Para desgracia de los represores, hubo hombres
como él que sobrevivieron y nos dieron a conocer la verdad que
quería ocultar el Régimen. Solo lo consiguieron por un
tiempo: la verdad no puede estar oculta eternamente.
Después
de ser conmutada la pena de muerte a la que había sido condenado,
y pasar sus correspondientes años en la cárcel, Eduardo
se ganó la vida escribiendo novelas del oeste y policíacas.
Sus seudónimos más utilizados fueron Edward Goodman y
Eddy Thorny. Su producción periodística es también,
además de diversa, extensísima: desde su juventud, con
los artículos que publicaba en La Tierra, pasando por Castilla
Libre (fue director), o los de Triunfo, ya en el tardofranquismo. Su
vida y obra, bien merecen ser estudiadas y dadas a conocer. Desde estas
páginas animamos a que alguien se anime a realizar una tesis
doctoral, para dar a conocer a un pueblo adormecido, sumiso y aletargado,
que la realidad que sufrimos se puede cambiar.
Amador