El
ladrón
Darien,
Georges: El ladrón (pr. de André Breton, ep. de Émile
Armand, trad. del francés por Francisco Madrid), Barcelona, Octaedro,
2003 (Límites, 12), 376 págs. Precio: 19,80 euros.
Esta
es la primera edición completa de El ladrón que se publica
en España. Existe una edición edición en castellano,
mexicana, de 1996, pero que está agotada.
Dice Breton,
cautivado por esta obra, que cuando comenzó su lectura no pudo
interrumpirla hasta que no la concluyó; de su autor, Darien,
el anarquista individualista, que «nadie como él se jugó
tanto el pellejo contra el crimen militar, la lúgubre mascarada
religiosa y demás formas de ignominia burguesa, así como
contra las perspectivas de dictadura estatal [...]»
La obra
es un canto a la rebeldía, a no someterse al Sistema. La ley,
como otras desgracias –nos dice el autor–, hay que tratar
de evitarla. A través de acontecimientos y situaciones disparatadas,
se va riendo de todas las instituciones (Iglesia, Ejército, Parlamento,
Bolsa, Banca...) y de todos los grupos sociales. El protagonista, el
Ladrón, se va adentrando en las clases altas y nos va describiendo
su hipocresía, miserias, prepotencia, etc. En la página
146 y siguientes reproduce la conversación que mantiene con un
candidato socialista-conservador. En muy pocas obras se dicen tantas
sandeces en tan pocas páginas, y el que las emite es el político
que dícese es filántropo.
El libro
es más un tratado filosófico sobre la vida que llevamos,
en parte impuesta por el sistema monetario, que una novela, aunque también
lo es, con una gran calidad de recursos literarios, donde el existencialismo
parece que lo impregna todo. Es la fotografía, el análisis
de la sociedad, desde el punto de vista de un ladrón. Es irónicamente
ácido con la economía y el dinero. El invento de este
comodín, que para algunos fue un gran avance en la historia de
la humanidad, que permitía superar la fase del trueque, donde
se mantenía ocupada a media humanidad buscando a alguien de la
otra mitad que estuviera interesado en recibir lentejas a cambio de
trigo, es el que ha posibilitado con más facilidad la explotación
del hombre por el hombre. Se olvida en muchas ocasiones que este gran
avance, el descubrimiento de este comodín que todo lo puede,
el dinero, es una droga que crea más dependencia que la heroína
y que facilita que mucha gente, sin tener que trabajar, pueda vivir
del cuento. El dinero, que más que nada es una creencia, es virtual,
lo ha invadido todo: el pensamiento, los actos cotidianos, el amor...
Apenas perviven actividades humanas que no estén contaminadas
por el vil metal.
El protagonista
propone el robo como un acto genial, pero este ladrón tiene su
ética y sabiduría: se ha de realizar sin violencia contra
las personas, sin muertes, limpiamente; hay que respetar la estética,
llevándose los valores sin destruir.
También
nos comenta el surrealista francés en el prólogo, que
Darien reprochaba a sus padres el que le hubieran enseñado a
leer y escribir en lugar de haberle enseñado a imprimir billetes.
Ya le agradezco a los padres de Darien el que le enseñaran las
letras (quizás porque me voy haciendo mayor) porque con ellas
nos ha sabido transmitir un gran conocimiento del mundo social y político
en el que vivimos. Si le hubieran enseñado a confeccionar cromos
de banco, quizás Georges Darien se hubiera llevado una buena
vida, pero nos hubiéramos perdido esta magnífica y divertida
obra, donde la ironía es constante y la crítica al Poder,
corrosiva y demoledora.
Ilustra
la cubierta del libro un bonito cuadro de la compañera Remedios
Varo, que ojalá sea un paso más para rescatar del olvido
y dar a conocer su obra.
Amador