Memorias
de un libertario
Martorell
Gavaldà, Alfons: Memorias de un libertario. De la República
al exilio, Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo
Lorenzo, 2003 (Testimonios, 10), 299 págs. Precio: 13 euros.
Cada
vez que llega a mis manos una memoria anarquista, gano algo de vida.
Recupero, por un lado, un pasado que me pertenece y que no me han transmitido
ni en la escuela ni en medio de comunicación alguno y, por otro
lado, recojo una energía y un placer por la vida que me ayudan
a afrontar este presente y a combatir para mejorarlo. Porque las viejas
y viejos libertarios, al contarnos su paso por la vida, además
de sacar a la luz un pasado que a la memoria oficial poco interesa,
nos transmiten sobre todo ganas de vivir y de luchar, ganas de estar
juntos para mejorar nuestra existencia. Este es el sentimiento que nos
queda al leer la memoria de Alfons Martorell, un obrero mecánico
de Reus que hizo del anarquismo su filosofía de vida.
Alfons
nació en 1918 y participó en acontecimientos destacados
de la historia española, ofreciéndonos su visión
de los mismos como testigo y protagonista. En su ciudad natal, fue miembro
fundador de las Juventudes Libertarias y vivió inmerso en la
efervescencia política de los años republicanos. Tomó
también parte activa en la revolución colectivista de
1936 dentro de la colectividad del transporte mecánico, intervino
como enlace entre las diferentes organizaciones libertarias catalanas
durante los hechos sangrientos de mayo de 1937, y empuñó
las armas en la Columna Durruti para defender Madrid del fascismo.
La
narración de Alfons está cuajada de informaciones que
no suelen aparecer en los manuales de historia académica, y su
mirada de la época no es la de un investigador distante, sino
la de un trabajador manual y anarquista que vive y observa los hechos
desde la óptica de los que sufren el poder y no desde la perspectiva
de aquéllos que lo ejercen o de los que permanecen neutrales.
Echo de menos, sin embargo, que el autor no se haya extendido con más
detalles en las actividades anarquistas durante el período republicano.
Me quedo con la miel en los labios cuando dibuja el funcionamiento del
Centre Enciclopèdic Popular o cuando señala el ambiente
comunitario, lúdico y festivo de los jóvenes libertarios
reusenses (págs. 57 y 58).
Son
especialmente tristes y conmovedoras las páginas que dedica a
los últimos momentos de la guerra, cuando se intensifican los
bombardeos sobre la población civil y cuando miles de personas
dan sus primeros pasos hacia un largo y penoso exilio lleno de incertidumbres.
El inhumano recibimiento dispensado por el gobierno francés es
memoria común de los exiliados españoles: estancia en
campos de refugiados, alistamiento en la legión extranjera, participación
en compañías de trabajo obligatorio. Eran muchos los refugiados
que andaban por las calles sin domicilio seguro, sin papeles, pasando
hambre y con el miedo a ser detenidos y deportados. Alfons cuenta el
hambre atroz que pasaron en Francia a comienzos de los años cuarenta
y cómo se veían obligados a robar de noche lo que encontraban
por los campos para poder sobrevivir, mientras los agricultores franceses
hacían guardia y los echaban como si de perros se tratase («Como
éramos jóvenes, íbamos vestidos con la miserable
ropa que teníamos. La gente se nos apartaba. Sólo nos
querían para trabajar y rendir lo máximo posible, como
las bestias de trabajo»). Leyendo estas páginas es imposible
no pensar en las condiciones de vida de los inmigrantes que llegan a
España jugándose el pellejo en el estrecho y que son despreciados
por una legislación restrictiva y por una población cada
vez menos hospitalaria.
La
historia de Alfons es una historia personal y colectiva a un mismo tiempo.
Su pluma no se recrea en los intríngulis individuales, sino que
apunta a un quehacer comunitario. Inscribe su trayectoria biográfica
en el seno del movimiento obrero libertario y por sus páginas
desfilan muchos compañeros y amigos. Al hablar, por ejemplo,
de Rofes, un compañero anarquista de Reus, Alfons describe con
gran maestría el perfil del tipo de militante de acción
y señala con ecuanimidad las virtudes y las contradicciones en
que incurrían estos militantes(págs.
249-250). Especialmente emocionante resulta la carta del también
libertario reusense Josep Martí Amorós, que sufrió
el cautiverio en el campo de concentración nazi de Gusen y que
dejó su testimonio a Alfons para que lo publicase junto a sus
memorias (págs. 202-212).
Las
últimas páginas del libro están dedicadas a la
vida familiar en el exilio. Alfons vive junto a su compañera
Manola y sus tres hijos en una masía a las afueras de Toulouse.
Allí practican una vida vegetariana, cultivando un huerto sin
abonos químicos ni herbicidas. Juntos crearon para sí
un espacio de convivencia y libertad, un ejemplo de fraternidad minúscula
y universal.
Raúl
Ruano