Democracia
y sindicalismo de Estado
VENTURA
CALDERÓN, Fernando: Democracia y sindicalismo de Estado. Elecciones
sindicales en el área sanitaria de Sevilla. Un estudio antropológico,
Madrid, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2004, 539
págs. Precio: 20,00 euros.
Ni
una sola vez es citado Malatesta en este precioso libro de Fernando
Ventura. Las referencias al anarquismo, por otra parte, son escasas,
como no podría ser de otra forma, dada la sequía intelectual
de esta corriente ideológica en los últimos cien años
(salvo alguna honrosa excepción), y su incapacidad actual para
la renovación de su discurso.
Sin embargo,
la sombra de la crítica anarquista planeará a lo largo
de toda la obra en las ideas de muchos otros pensadores, académicos
en su mayor parte, de las que se sirve Fernando para hacer esta denuncia
del sindicalismo de Estado, pues como bien dice el escritor: «Los
anarquistas, siendo hijos de la ilustración nunca pretendieron
que las ideas que defendían fueran verdades científicas
absolutas. No crearon textos sagrados...»
De esta
forma, ningún científico social tenía que molestarse
en polemizar con ellos, tan ingenuos, tan primitivos, tan utópicos,
tan bárbaros, tan voluntaristas, tan llenos de callos, tan a-Históricos.
La consecuencia lógica fue la condena a la invisibilidad intelectual,
que se unió a sus sucesivas derrotas militares, políticas
y sindicales. ¿Hay algo más sencillo que saquear los despojos
de un vencido, en este caso sus ideas?
De esta
forma, los útiles intelectuales que permitirán diseccionar
este aspecto de la sociedad capitalista, que es su «sindicalismo»,
serán proporcionados por una infinitud de autores académicos,
que amparándose bajo distintas banderas ideológicas como
marxismo, nietzschismo, postmodernismo, y escuelas como la de Grenoble,
de Budapest etc., reutilizarán, reciclarán y volverán
a sacar a la luz una y otra vez de forma inconfesable, las antiguas
ideas de ese pozo sin fondo para la crítica social, que son las
viejas teorías anarquistas del siglo xix.
Sus nombres son conocidos, o deberían serlo, por todos aquellos
que se preocupan por el análisis de la sociedad y su transformación:
Marcuse, Benjamin, Karl korsch, Gramsci, Foucault, Maffesoli, Lefebvre,
Derrida, Braudillard...
Pero el
libro no es en absoluto un ladrillo de teorías, teóricos,
lenguaje para iniciados, y abstracciones incomprensibles e irrelevantes
para el hombre común, sino todo lo contrario. El libro es ante
todo, y sobre todo, una herramienta, un catálogo de lo que no
debe hacerse, de aquello que aquellos que están comprometidos
con la lucha del pueblo deberían intentar
evitar a toda costa.
¿Quiere
esto decir que el sindicalismo es por consiguiente una herramienta inservible
para la emancipación de las clases oprimidas?
Bueno,
Fernando no contesta a esa pregunta, pero sí nos demuestra que
cierta forma de hacer sindicalismo, lo que en concreto es definido como
sindicalismo de Estado, no solo es una herramienta que no sirve, sino
que es una herramienta contra aquellos que la utilizan, en este caso,
amplias capas de trabajadores, que son los que lo sustentan, y por consiguiente
es una herramienta contra toda la clase.
¿En
qué consiste pues el sindicalismo de Estado? A Fernando Ventura
le lleva más de quinientas páginas analizar sus luces
y sus sombras. Si tuviéramos que describirlo en una frase breve
habríamos de definirlo como una herramienta del capitalismo para
la introducción de su ideología dentro de la clase obrera,
para reconducir el inconformismo y la rebeldía de los trabajadores
haciéndolos inservibles para la transformación del sistema,
y conseguir de ese modo su autoperpetuación; es decir, el sindicalismo
de Estado es el garante inadvertido de la dominación burguesa
y de la reproducción del capitalismo.
Decíamos
que el libro no es en absoluto un tocho inaguantable. Si algo lo caracteriza
es el humor; un humor corrosivo y resignado en ciertos casos; impotente
ante el desvarío de esos «sindicalistas» empeñados
en el juego idiota de intentar arañar unos cuantos votos más
en unas elecciones sindicales que decidirán su futuro de «gestores»
de unos intereses que ya no son los suyos, pues dejaron de serlo en
el momento en que se comprometieron a formar parte de la farsa. Gane
quien gane el resultado será irrelevante para el sistema, que
ya ha delimitado lo que les permite hacer, y hasta donde pueden llegar.
En cualquier caso, nada que le afecte lo mas mínimo.
¿Pero
quiénes forman parte del sindicalismo de Estado? Los nombres,
mejor dicho, las siglas están en la mente de todos. No solo las
«grandes empresas sindicales», CC. OO. y UGT, sino también
toda aquella pléyade de pequeñas organizaciones corporativas,
de empresa, gremiales, amarillas, etc., y... CGT.
Pero sobre esta última volveremos mas tarde.
Tan divertido
es el libro que a veces nos preguntamos si no estamos ante un vodevil,
ante un sainete. Tan cómicos, disparatados, ridículos,
patéticos, son los acontecimientos que se van describiendo a
lo largo del libro. Tan absurdos nos parecen sus personajes que muchas
veces hemos de preguntarnos ¿esto es real o estamos ante una
farsa? Desgraciadamente todos hemos conocido algún ejemplo de
la vida real que puede compararse e incluso superar este cúmulo
de despropósitos; lo que nos hace preguntarnos sobre la capacidad
del ser humano para autoanalizarse, para hacer balance de sí
mismo, y tratar de entender que está haciendo en la vida.
El libro
se divide en tres partes claramente diferenciadas. En la primera parte
se proporcionan las herramientas teóricas. A continuación
se aplican éstas para a través del hecho concreto de unas
elecciones sindicales en un hospital sevillano, darnos una descripción
del sindicalismo de Estado en una de sus facetas; y en la tercera, y
última, se realizan una serie de entrevistas a ciertos «elementos
sindicales» que nos darán cuenta de sus motivaciones, de
su justificación para hacer lo que hacen, de su análisis
de la sociedad en la que están inmersos, de su personalidad y
trayectoria ideológicas, de su historia, etc.
El libro de Fernando Ventura no aporta salidas, es tan solo una crítica,
un análisis.
¿O
acaso son una salida las pinceladas sobre Coria del Río? Porque
digámoslo ya, tras más de quinientas páginas de
los absurdos despropósitos, que conforman la realidad cotidiana
de esos «sindicalistas», Fernando Ventura, en seis páginas
escasas, como al paso, deja caer una «entrevista» diferente.
Un viejo militante anarcosindicalista, José Palacios Rojas, nos
narra también sus motivaciones, su justificación, su análisis
de la sociedad, su trayectoria ideológica, su historia... Nos
da cuenta de lo que fue la CNT en la Coria del Río anterior al
36. Esta entrevista nos hará caer el velo de los ojos, y quizás
algo más... Como él dice: «Estábamos orgullosos
de ser trabajadores...»
Lógicamente,
la segunda y la tercera partes son las más amenas, y justifican
por sí solas la adquisición del libro; pero para los que
necesiten más, la parte primera les proporcionará el sustento
intelectual que hará mas jugosa la lectura de las otras dos partes.
Opción divulgativa por otra parte que consideramos imprescindible
para adentrarse en la crítica ideológica a la sociedad
que nos rodea y que hacen del libro, como dijimos al principio, una
preciosa aventura intelectual y lúdica.
Hermosísimo.
Una vez dicho lo anterior, y como apuntamos anteriormente, volvemos
sobre la CGT, así es que allá vamos:
Como dice
Fernando utilizando a Foucault y su teoría de la primacía
de la interpretación: «Es el investigador con sus valores,
con su concepción del mundo y sus propósitos, el que hace
hablar a los hechos y a los datos, violentándolos siempre; de
alguna forma interpretándolos.»
No es de
extrañar entonces que sea a la CGT a quien le ocurran los hechos
más inverosímiles; que sea «ella» precisamente
la que en su despropósito llegue a mendigar incluso el «voto
en blanco». Que se atribuyan a este sindicato las posturas más
ridículas: «Cada cuatro años solo pedimos quince
minutos de tu tiempo. VOTA...»
Ya sabemos
que la ruptura veinticinco años ha, del anarcosindicalismo, alimentó
las fobias. No dudamos tampoco de que CGT quizá forme parte hoy
inconscientemente de eso que se define como sindicalismo de Estado.
Pero tampoco ignoramos que dentro de ella aún existen muchos
compañeros que se definen anarcosindicalistas, y lo que es más
importante, que lo son.
Desgraciadamente,
además de la de Coria, también existió otra CNT.
Y no dudamos de que sigue existiendo.
Después
de una «operación colectiva de cataratas», dejó
escrito Peirats: «La primera vez que vi a Cipriano, fue en Toulouse.
Ambos acabábamos de llegar a Francia. Él de la España
de los tristes destinos; yo de la América tropical. No pudimos
intimar porque había una escisión de por medio, y estábamos
en campos diferentes.
Hace un
par de años me lo recordaba el propio Mera:
- José,
no olvidarás que comíamos en el mismo restaurante a mediodía.
Algunos de vosotros; y yo y otro compañero del «otro lado.»
- ¡Y
nos mirabais como a apestados!
C .
Carretero