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Una mujer libre
Antonina Rodrigo

Rodrigo, Antonina: Una mujer libre. Amparo Poch y Gascón, médica y anarquista, Barcelona, Flor del Viento, 2002 (Tramontana, 6), 300 págs., 15 hojas con il. Precio: 21,00 euros.

Dentro de los estudios feministas destaca con luz propia la línea de investigación seguida por Antonina Rodrigo [Granada, 1940- ], autora de espléndidos ensayos biográficos sobre la individualidad femenina, que el lector puede percibir en los personajes de Mariana Pineda (1965) -reelaborado después bajo el título Mariana Pineda, heroína de la libertad (1977)-, María Antonia "La Caramba" (1972; 1992) y Margarita Xirgú y su teatro (1974) -reeditado en 1988 como Margarita Xirgú-. Desde algo más que el retrato individual -pues en cada ensayo la autora dibuja el panorama de una época, con un trazo amplio en el que conjunta los momentos sociales y políticos con el arte que los define- pasa a los personajes colectivos, donde nos encontramos con Nuestras mujeres en la guerra civil (1976), con las Mujeres de España. Las silenciadas (1979) o con Mujer y exilio, 1939 (1999).

Esta línea biográfica sobre el universo femenino se completa con nuevos estudios, como los dedicados a un célebre traumatólogo, el Doctor Trueta, héroe anónimo de dos guerras (1977), y a la relación Lorca-Dalí. Una amistad traicionada, obra finalista del premio Espejo de España en 1981. Nuevas líneas de investigación se añaden a las mencionadas y Granada, veta sentimental que desborda siempre la intimidad de la autora, emerge con calidez. La huerta de San Vicente y otros paisajes y gentes (1977), Memorias de Granada (1984) o Los peces de La Alhambra (1984), bello cuento que descubre al mundo infantil las leyendas nazaríes, son obras que muestran la fidelidad de Antonina Rodrigo hacia sus orígenes. A ellas puede el lector sumar sin dificultad alguno de los títulos arriba citados.

Antonina Rodrigo nos sorprende ahora con una investigación global sobre la médica libertaria Amparo Poch y Gascón [Zaragoza, 1902 - Toulouse, 1968], dada a conocer con motivo del primer centenario de su nacimiento. Tres estudios, publicados en este año de 2002 ("Centenario de una mujer luchadora. El regreso de A. Poch y Gascón"; Textos de una médica libertaria; y Una mujer libre. Amparo Poch y Gascón, médica y anarquista), sirven a la autora para convertir con rara habilidad un ensayo, producto de una ardua investigación -véase la relación gratulatoria inicial-, en un relato ameno. Al lector le viene de golpe a la mente un territorio nuevo, prácticamente desconocido, como es el de la medicina libertaria. Cierto es que contamos con estudios importantes sobre esta materia -que, sin ánimo restrictivo o temporal, quedan aquí reducidos por necesidades de espacio a los salidos de la pluma del profesor valenciano José Vicente Martí Boscà sobre Gaspar Sentiñón y Cerdaña (1835?-1902), los hermanos Alcrudo [Miguel José (1884-1936) y Moisés (1892-1936)], fusilados irracionalmente -porque fusilar a personas que consagran su vida a salvar la de los demás resulta estupidez supina- en los primeros momentos de la sublevación fascista de 1936, o los relativos a Félix Martí Ibáñez (1911-1972), a cuya memoria rinde homenaje anual la ciudad de Nueva York en la catedral de San Patricio-, pero el lector no deja de acusar la sorpresa de que haya existido alguna vez la medicina libertaria, revelada desde este y otros testimonios [los editados por Generación Consciente, Estudios y, antes, por Mujeres Libres] con pelos y señales, y caracterizada por aportaciones sustanciales a la sanidad de la época. La desinformación, a la que nos tiene acostumbrados el postfranquismo -en el que, a pesar de los pesares, históricamente seguimos-, sirve para testimoniar la existencia, en una España tan necesitada como fue la de la República, de un avanzado concepto libertario de la sanidad, que -acudiendo al símil de Vicente Ballester a propósito de los sucesos de Casas Viejas- el paso de "los bárbaros" redujo a cenizas. Afortunadamente éstas vuelven ahora a renacer, aunque sea nominalmente, como cuentan del ave Fénix, con el legado de Amparo Poch.

Antonina Rodrigo nos introduce en este nuevo revelador panorama y el lector responde a la amenidad narrativa devorando con avidez páginas que combinan el trazo biográfico de Amparo Poch con sus entornos inmediatos. Así, asistimos a una magnífica ambientación de la Zaragoza de 1902, de la Madrid defensora de la República, de la Barcelona de 1937-39 y de la diáspora a la que obliga el exilio. Da paso entonces la obra a una vindicación de la condición femenina, a la que la doctora Poch consagró su obra, su vida y su espíritu -en términos no necesariamente eclesiásticos-. La lectura alcanza tonos emotivos al advertir el enorme sacrificio de la mujer libertaria, que acepta con valentía su responsabilidad en la defensa de la República. No podemos olvidar -a pesar de la vergüenza sintáctica- que la República fue la fórmula de gobierno legalmente instituida. Por ello, en este punto las páginas adquieren un tono épico y el lector comprueba la enorme -desbordante- generosidad femenina, que llega hasta la ofrenda de la vida en el capítulo de "Las milicianas". Los capítulos relativos a la organización de las actividades cívicas, laborales, sanitarias y educativas durante la guerra -cruel paradoja- que defendió a la República son fundamentales para la historia de los derechos cívicos de la mujer, cuyo esfuerzo en los años del conflicto nunca fue inferior -por tanto, sin recurrir a la litotes retórica, superior- a los del varón. Los que lean esas líneas desde el afecto verán cómo la mujer libertaria suplió con creces en la retaguardia el papel del hombre. Ávida de conocimiento y espoleada por una postergación secular, la mujer rompió barreras: se alfabetizó, condujo vehículos, ejerció labores universales -desde tornera a partera-, sostuvo el frente fabricando armas y municiones, cubrió sin fisuras el vacío que se produjo con la incorporación masculina a filas y penetró en un espacio tradicionalmente reservado alhombre. Sólo el franquismo -del que el culto a la masculinidad permanece como una de sus herencias- privó a la mujer de la consolidación de esta conquista social, que desde aquí reconocemos con costas.

Muchos de estos esfuerzos fueron protagonizados por la Dra. Poch. Desde Mujeres Libres, tribuna que compartió con Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada, emprendió la tarea de la emancipación de la mujer obrera despertando la conciencia femenina hacia las ideas libertarias. La idea de captar a la mujer fuera del marido y de los pucheros -entre los que Santa Teresa creía encontrar a Dios- compendia los principales objetivos de liberación, pues la mujer se veía obligada a la sumisión matrimonial y a la tutela ideológica de la Iglesia. Ante este panorama, alfabetización e instrucción femenina se convertían en necesidades inmediatas. Bajo el seudónimo de Doctora Salud Alegre, Amparo Poch incorporó a la revista cuestiones médicas, entre ellas la tan necesaria de la puericultura. Mujeres Libres abordó los temas cruciales del universo femenino, desde la higiene personal y doméstica a la pedagogía, sin descartar los más novedosos del cine y deporte. El sindicalismo y la actividad obrera quedaron recogidos con testimonios gráficos abundantes. Desde la revista se pasó a la acción y el grupo de Mujeres Libres habilitó sedes para la instrucción nocturna de las obreras y organizó actos dirigidos a la liberación de la mujer. Logros concretos de esta actividad fueron los Hogares Infantiles y el Casal de la Dona Treballadora. En el Congreso Confederal celebrado en Barcelona en mayo de 1936 se debatió la igualdad de hombres y mujeres, pero no desde la teorización de este principio universal, sino desde su puesta en práctica en el propio movimiento libertario y en el hogar. En el breve periodo republicano la mujer consiguió conquistas sociales nunca alcanzadas, que, a pesar del paréntesis franquista, no admiten vuelta atrás.

El legado de Amparo Poch, que Antonina Rodrigo ha contribuido a difundir, aproxima al lector al ámbito de la mujer libertaria, desde el que se accede a la visión más amplia de la concepción anarquista del mundo. Por otra parte, y desde la capacidad de sugerencia y la reflexión, facilita al gran público un nuevo testimonio del proceso de desintegración al que el franquismo y sus herederos han sometido a la sociedad libertaria y sus aportaciones. Resultan, por ello, de especial incongruencia actos como el celebrado en el Congreso de los Diputados el pasado 19 de noviembre de 2002 sobre el reconocimiento de las víctimas republicanas, mero recuerdo nominal con el que la clase política -hija y nieta del franquismo- quiere vincularse a un clamor social, cada vez más imperativo. Lo políticamente correcto se convierte una vez más en muestra de insensibilidad social, a la vez que en ejemplo digno de figurar en los manuales de hipocresía política. Amparo Poch fue, por encima de todo, "una mujer libre" y obró en consecuencia en todas sus facetas, incluida la de médica. En la bella utopía que la República supuso para la liberación de las clases más desfavorecidas y, en especial, para las mujeres, casos como el de la Dra. Poch posibilitaron una esperanza práctica de redención del ser humano en la tierra y un ejemplo de cómo conseguirlo. El rescate de ese ideal queda a la libre iniciativa del lector. Antonina Rodrigo nos ha ofrecido un anticipo.

Julián Bravo

2003 Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo l Contacto: fal@cnt.es