La corriente
Luis Andrés Edo
Edo,
Luis Andrés: La corriente, Barcelona, Fundació d'Estudis
Llibertaris i anarcosindicalistes, 2002, 253 págs.
Tengo
ante la vista La corriente, el libro que ha escrito Luis Andrés
Edo, viejo y querido amigo, luchador incansable, que ha tenido a bien
dedicarme uno de los 30 ejemplares de su Edición doble cero,
y por lo cual me siento orgulloso y agradecido.
Es un libro
denso, de lectura apretada y rigurosa.
Es un libro apasionante, que se lee sin pausas, de un tirón,
que se absorbe por los poros del corazón y de la mente. Es un
libro (escrito en la "longa noite de pedra" de las prisiones
franquistas) que, como un Virgilio redivivo y revestido en rojo y negro,
nos conduce a los nuevos Dantes que tratamos de adentrarnos en los penetrales
más hondos, en los secretos de la existencia y de la convivencia.
Edo ha
recorrido el camino por el que ahora nos lleva en una serie de pasos
sucesivos hacia lo esencial de lo libertario. En un primer capítulo
nos habla de pensamiento y de acción: "si el acto de pensar
no desemboca forzosamente en acción, difícilmente se puede
concebir una acción que no fuerce a pensar". La condición
absolutamente fundamental para ejercer la reflexión es fomentar
en el individuo la capacidad interpretativa
y de análisis. ¿Es ello posible sin desprenderse antes
de la alienación, sin rechazar previamente todo principio de
autoridad? Estos días atrás asistía yo a la investidura
de nuevos Doctores en el salón de actos de la UNED. En las palabras
de clausura, la Rectora de esta institución universitaria, en
lugar de invitar a la investigación, a la crítica, a la
aventura innovadora y creativa, exhortaba a los "doctorandos"
a sumergirse de hoz y coz en las tradiciones de nuestros mayores, en
los senderos ya transitados y a resguardo de modernismos peligrosos,
y les proponía como ejemplo a emular a Santo Tomás de
Aquino. Así nos va
El capítulo
segundo enfoca las relaciones entre individuo y colectividad, afirmando
que la proyección plena de un Individuo debe hacerse a través
del Grupo. "La interiorización sólo conduce al extrañamiento".
Esta integración, esta realización del Individuo por su
proceso de socialización, puede acarrear una dosis mayor o menor
de alienación. Para combatir la alienación, el hombre
ya ha venido eliminando históricamente sus ignorancias; le falta
aún combatir sus impotencias: esto sólo podrá hacerlo
a través del Grupo, del Grupo en el que el Individuo desaparece
sólo "nominalmente", no "realmente". Quiere
decirse que esta integración positiva se produce cuando en el
grupo existe la "perfectibilidad", no el liderismo ni la burocratización,
cuando el Individuo no delega funciones, afronta siempre sus responsabilidades,
participa con su acción y su análisis. "El pasado
ha existido, pero ha existido en movimiento. El presente no existe en
sí -nos dice el autor con palabras similares a lo mejor de Quevedo:
"Ayer se fue, mañana no ha llegado / Hoy se está
yendo sin parar un punto"-. Lo actual es algo que se siente y que
se observa; pero que se mueve y se transforma". Un presente que
pretende "durar" es irreal, es petrificador, es un obstáculo
mayúsculo para el progreso; pese a lo cual, debemos estar prevenidos
ante los medios que utiliza: el principio de autoridad, la explotación
del hombre por el hombre y el mantenimiento de los privilegios; en una
palabra: la violencia.
En otra palabra: el Sistema, sea cual sea su titular.
En el tercer
capítulo, Edo nos plantea la incompatibilidad entre dogma y dialéctica,
y se adentra por los territorios de ésta: "No se trata de
desentenderse de la manifestación de los "contrarios",
es decir desentenderse de la dialéctica, como el movimiento revolucionario
antiautoritario lo ha hecho durante casi toda su historia. No es que
el autoritarismo militante no haya actuado constantemente sobre la praxis,
provocando así, automáticamente, la manifestación
de los "contrarios". Lo que no nos cansaremos de reprochar
al movimiento antiautoritario es no haber acompañado esta acción,
sobre la praxis y en la praxis, de una "explicación"
sólidamente fundamentada en su propio "método dialéctico".
Los siguientes
cuatro capítulos tienen un carácter marcadamente historicista:
Asi, podemos constatar en el capítulo IV, "Poder político
e historicismo", cómo hasta el tercer milenio a. C., el
hombre vive en comunidades agrícolas, de signo igualitario. Surgen,
a partir de la existencia de excedentes de cereales y de metales para
fabricar armas y herramientas, surgen dos tipos humanos que se han perpetuado
a través de los siglos. Los oráculos, que llegarán
a ser clérigos, y los guerreros, que llegarán a ser los
monarcas tiránicos. Surge el Poder Político: la explotación
del hombre por el hombre; el primer "sistema", sea cual sea
su titular, ya lo advertíamos antes: recordemos Il gatopardo
o, menos literariamente, la transición en este país.
En el V
capítulo, "Origen de las corrientes sociales", vamos
viendo estas corrientes en griegos, romanos y cristianos primitivos.
Edo nos propone entender por auténtica corriente social progresiva
"aquel impulso generalizado en el pueblo, tendente a dignificar
y a incondicionar el pensamiento y la acción del individuo y
la colectividad". Impulso que viene a ser consecuencia de fenómenos
sociales creados por una situación dada, provocando una reacción
colectiva, o bien por una investigación previa de esos fenómenos
que una labor de divulgación hace tomar cuerpo en la colectividad.
Estas corrientes sociales fueron yuguladas: Espartaco, por un lado,
y la aparición de la Iglesia de Roma, del Papado y el Clero como
casta, frente a las ansias liberadoras y antiautoritarias de los primeros
cristianos, son dos ejemplos singularmente ilustrativos al respecto.
El movimiento
socialcristiano y la Iglesia es analizado más profundamente en
el capítulo VI, así como otra gran corriente ideológica
de la modernidad, el marxismo, lo es en el VII, con una capacidad de
profundización y, al tiempo, de "síntesis" (valga
aquí la palabra en un contexto evidentemente distinto del "marxiano"),
realmente loables.
En su parte
final, los últimos tres capítulos, el libro llega al objeto
que sin duda el autor se propuso: ofrecer a los lectores su concepción
de la "Corriente". El capítulo VIII, "La alternativa
libertaria" pone el acento en la afirmación, no en la negación,
como sustento y base de la dialéctica antiautoritaria. "Afirmando
al Individuo en el seno del Grupo no solamente potenciamos al individuo,
sino que afirmamos y potenciamos a su mismo "contrario": el
Grupo, y ello sin unirlos o "reconciliarlos", sino en un enfrentamiento
incesante. El IX, "Concepto de la "Corriente"" supone
básicamente una toma de postura: la opción de "corriente"
prevalece sobre la opción "organizativa". Edo escribe
lo siguiente: La opción de "corriente" implica una
"inclinación" afinitaria del pensamiento, ya sea de
aspecto político, social o filosófico
La "organización"
se halla ausente en esa "inclinación".
Interrumpo
aquí mi reseña de la "Corriente", y no entro
en el análisis de las perspectivas de futuro en la FAI -futuro
contemplado en los años 60 del siglo anterior- que aparecen en
el último capítulo, ni tampoco en la "dignidad",
que invoca noblemente el autor al mostrarse contrario a la integración
de los libertarios en estructuras sindicales de por aquel entonces.
Mi interrupción es para decir lo siguiente: es éste un
libro emocionante.
Es luminoso
y esperanzador. Y es también un libro polémico: provoca
el desacuerdo, como quiere el autor, pero el desacuerdo "de
altura y de fondo". Desde aquí, quiero mostrar el mío
en este punto: si tan miembros del género humano fueron Francisco
de Asís como Adolfo Hitler, si tan de hombres es el ansia de
libertad, de justicia y de solidaridad, como la ambición económica
y el afán de dominio y de poder, ¿cómo diablos,
sin unas bases organizativas mínimas, vamos a poder evitar tanto
mal a inocentes como el que se va a producir, de aquí hasta que,
al fin, la Humanidad llegue al uso de razón?
Joaquín
Rodríguez