El
arte comprometido en España
Pascual Madrigal , Ángel Arturo
Madrigal
Pascual, Arturo Ángel: Arte y compromiso. España 1917-1936
(pr. de Jaime Brihuega),
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2002, 428
págs. Precio: 17,00 euros.
Bajo
un epígrafe de Rilke, donde se enaltece la rica vida de "lo
pequeño, lo innominado, y lo superfluo", Arturo Madrigal
emprende un importante estudio sobre el arte comprometido en España.
Como indica
Jaime Brihuega en el prólogo, éste es uno de los pocos
trabajos de investigación sobre esta faceta del arte durante
el período 1917-1936. La historia del arte oficial ha ocultado
o ignorado a esos artistas comprometidos y hasta este estudio no se
había investigado sistemáticamente la elaboración
de un discurso alternativo que pertenece a otra realidad que no es la
institucionalizada. Arturo
Madrigal, con una investigación monumental en diversos archivos,
bibliotecas, hemerotecas, fundaciones, centros de documentación,
ha logrado una obra de verdadera recuperación artística
e histórica, rescatando del olvido toda una cultura de renovación
y vanguardia.
Considera
el autor que el trasfondo político alcanza y circunda todas las
cosas y, desde luego, al arte. Basándose en la premisa de que
los postulados liberales, sovietistas, socialistas y libertarios impregnaron
una realidad cultural muy amplia, investiga una gran cantidad de obras,
publicaciones, escritos teóricos y artistas que coinciden con
posturas políticamente comprometidas y busca los planteamientos
de la vanguardia formal entre quienes optaron por un arte de lucha.
Establece
Madrigal los antecedentes del binomio arte / politica en la España
anterior a 1917, siendo Goya la figura que mejor lo representa, por
su compromiso con la vida y el pueblo. Señala que la pintura
de historia del siglo xix fue una pintura académica de exaltación
patriótica, destinada a los concursos y exposiciones nacionales,
sin función social real, aunque hubo otro tipo de pintura desarrollada
desde 1870 en que figuraba las luchas y tragedias del pueblo trabajador.
En ese
fin de siglo, el anarquismo marcaría los pasos a seguir tanto
en la cultura como en el arte, articulando una estética hecha
por y para el pueblo. Entre las preocupaciones del movimiento libertario
estaba la difusión de las obras aprovechando los medios técnicos
de reproducción: litografía, grabado en madera, fotografía,
etc., y la universalización de la obra de arte a través
de postales, como la serie La huelga revolucionaria.
El período
estudiado queda dividido en tres etapas; la primera, comprendida entre
1917 y 1923, fue impactada por la Primera Guerra Mundial y la revolución
bolchevique.
La
segunda, desde el año 1924 hasta la proclamación de la
República en abril de 1931, acontece bajo el gran protagonismo
de Primo de Rivera. El tercer y último período, entre
abril de 1931 y julio de 1936, es el testimonio de la radicalización
de la cultura y el arte, y las ideologías adquieren una presencia
esencial en el lenguaje plástico.
Durante
la primera etapa triunfa la Revolución rusa, mientras que el
arte, con centros en Zurich y Berlín, opta por los caminos revolucionarios
de la vanguardia. En España coincide con un período de
expansión capitalista e importantes logros de la clase obrera
como la jornada de ocho horas. Ciertos militantes como Zugazagoitia,
Ovejero, Araquistáin, Pradal, Juan Montseny, prestan gran atención
a la cuestión artística, y van indicando su separación
de la idea del arte por el arte. Esa dimensión política
es recogida por artistas como Castelao, Bagaría, Ramón
Acín... Interesa la figura de Salvat-Papasseit, que en 1917 sacó
a la luz Un enemic del poble, revista que esperaba que sirviera como
plataforma de combate para el arte nuevo. En esta publicación
se mantuvo desde el primer número un gran interés por
las ideas libertarias, y a la vez se ofrecieron las primeras imágenes
de la revolución formal, con los dibujos de Torres García
y Barradas.
Diversos
dibujantes y artistas son analizados, revelando interesantes perfiles
biográficos. Por ejemplo, el anarcosindicalista Ramón
Acín, autodidacta, pintor, escultor, escritor, caricaturista,
que configuró en múltiples publicaciones un lenguaje artístico
comprometido con la ideología. Fue precursor
del ecologismo, y supo colocarse a la vanguardia de las innovaciones
artísticas de su época. Otra de las figuras revisadas
es el gallego Castelao,
pintor, dibujante, caricaturista, ilustrador, etnógrafo, crítico
de arte, médico, profesor y humorista. Su compromiso social iba
siempre unido a sus ideas artísticas. Prueba de ello son los
cincuenta dibujos que compondrían el álbum Nós,
que contiene una incitación a la rebelión. El caricaturista
político más comprometido del momento era Bagaría.
Fue colaborador en importantes revistas
de vanguardia como Hermes, y en periódicos de gran tirada como
La Vanguardia, de Barcelona.
En el período
de 1924-31, la Dictadura de Primo de Rivera acalló diversos focos
de cultura. Se asiste a la afirmación de la censura, cierre del
Ateneo, destierro de Unamuno y de José Díaz Fernández,
encarcelamiento breve de Valle-Inclán.
Preocupado
por las vanguardias, por esos años Ortega y Gasset hablaría
sobre la deshumanización del arte. Similarmente, Ramón
Sender, partidario de un arte revolucionario, hacia 1930 publicó
en la revista obrera Mañana, su "Diatriba del arte puro".
En 1930, la revista Nueva España, publicada por José Díaz
Fernández, contribuiría al abandono de las vanguardias
y del arte deshumanizado. Ideas paralelas alentaron a algunas obras
exhibidas en la exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos,
celebrada en Madrid en 1925, como el retrato del anarquista Gil Bel
y Aragoneses, por Barradas.
Madrigal
analiza detenidamente el importante papel que tuvieron las revistasanarquistas
en la difusión del arte y la cultura. La trayectoria trazada
por Acracia (l886-8) y Ciencia Social (l895-6), donde se percibe la
atención que los anarquistas confieren a la cultura y al arte.
Tal actitud fue continuada por publicaciones como La Revista Blanca
en su segunda época, editada por Juan Montseny y Soledad Gustavo.
Apropiadamente subtitulada Revista quincenal de sociología, ciencias
y artes, configuró un programa anarquista de renovación
cultural y artística a través de una estética que
relacionaba el arte
con la vida.
Hubo por
entonces otras publicaciones como La Revista Nueva, editada por Antonio
García Birlán (Dyonisios), donde se encuentran colaboraciones
como la de Pi y Margall, donde se ataca el concepto del arte por el
arte. Generación Consciente, aparecida en 1923 en Alcoy, de marcadas
intenciones proletarias, presentaba ensayos sobre el arte de Kropotkin
y Eliseo Reclus.
Destacan
en estos años artistas como Gabriel García Maroto, grabador,
impresor, editor y poeta, con su apuesta por el poder del arte y sus
planteamientos utópicos. Su temática se basaba en las
clases trabajadoras y zonas marginales de la ciudad. Carlos Maside fue
un dibujante políticamente comprometido. Cultivó un realismo
combativo que lo llevó a tomar posiciones similares a las de
su amigo y paisano Castelao. Propuso una crítica política
y social desde sus viñetas de 1918 para Vida Gallega. Sus colaboraciones
posteriores en la prensa madrileña explican por qué se
alejó de los ismos. El pintor y dibujante libertario Shum, Alfons
Vila i Franquesa, realizó en 1931 el primer cartel de factura
vanguardista. Ya entrada la guerra civil colaboró con el Sindicato
de Dibujantes Profesionales, del que fue uno de sus fundadores. Por
esos años volvió a la palestra Ramon Acín, que
por entonces viajó a Barcelona, Madrid, Zaragoza y Granada. Hacia
1928 se acercó a las vanguardias, pero sin olvidar los problemas
sociales. Pintó varios oleos surrealistas entre 1929-30, como
Un sueño en la prisión, con una paloma simbólica
de la libertad.
El capitulo
IV aborda los años transcurridos entre abril de 193l y julio
de 1936. La importante política cultural de la Segunda República
orientó ciertas medidas como la reorganización de la Junta
de Relaciones Culturales, que coordinaba las exposiciones de arte español
en el extranjero. Fue un período transformador, donde es visible
el reformismo cultural ejercido por los ilustrados de la República,
de forma oficial o extraoficial. Mientras tanto, abundaron los conflictos
obreros, y hubo una proliferación de publicaciones anarquistas
de especial interés: Orto, publicada en Valencia entre 1932-4,
donde colaboraron Ramón Sender, Pestaña, Jean Grave, Isaac
Puente, Max Nettlau, y en la parte gráfica Monleón y Renau;
El Luchador, promovida por Federico Urales; Liberación, aparecida
en Barcelona en 1935; Tierra y Libertad, con importantes colaboraciones
artísticas en los suplementos que aparecen desde 1932; Tiempos
Nuevos, la publicación teórica de la FAI, que empezó
bajo la dirección de Diego Abad de Santillán.
Varios
activistas reaparecieron en esos años. Alberto Sánchez
dio una conferencia en el Ateneo de Madrid en 1932, publicada en el
periódico CNT con el título "El arte como superación
personal". Bagaría regresó a España en esas
fechas, defendiendo la unión de todos los republicanos en un
frente único. Hizo por entonces su primer cartel político.
Carlos Maside, relacionado con el republicanismo, criticó el
fascismo y fue el campeón de los oprimidos. En su segunda etapa
de colaboración en el El Pueblo Gallego, los grandes protagonistas
de sus dibujos son las clases trabajadoras en conflicto con las opresoras.
Ramón Acín fue delegado por Huesca a la Confederación
Nacional del Trabajo. Colaboró financieramente con Luis Buñuel
para costear el documental sobre las Hurdes titulado Tierra sin pan
(1932).
A manera
de epílogo, Madrigal traza un panorama del arte durante la guerra
civil española. Hace notar que el impulso tecnológico
en la imprenta, y la búsqueda de un arte para las masas, supuso
la renuncia a la pintura de caballete en pro del cartel. Este fenómeno
artístico fue capaz de amalgamar un espectro social amplio y
variado. Sus realizadores contribuyeron a la realización de un
frente único contra el fascismo, dirigido al ciudadano medio
como receptor del mensaje político. Tuvo particular importancia
el cartel político de guerra con la aportación de excelentes
artistas como Morel, Fontserè, Galán, Martínez
Ortiz, Txiki, José Arrúe, Aguinache, Arcelus, etc.
Madrigal
concluye que a partir de 1917 se produce el acercamiento del arte y
los artistas a la clase trabajadora, y a partir de los años veinte
el artista se compromete con la vida y la sociedad de su época,
consolidándose un arte distinto de las vanguardias y asociado
a un realismo o expresionismo de combate. Ese arte no escapó
del compromiso de las vanguardias, sino que generó un vanguardismo
político. Hubo una relación entre vanguardia formal y
vanguardia política que enriqueció el concepto de experimentalismo
artístico. Aunque las manifestaciones de estos artistas a través
de estilos como el surrealismo y el cubismo no perdieron nunca sus claros
matices
de realismo.
Hay que
agradecer a Madrigal este erudito y novedoso estudio que revela un panorama
nuevo.
El libro
es fascinante, y completa su rico contenido con una nutrida bibliografía
y un apéndice con una colección de imágenes y de
novedosos documentos de primera mano, como el escrito de Felipe Alaiz
"Vida y muerte de Ramón Acín", una reseña
de una conferencia de Bagaría en Bilbao, y el texto de entrevistas
de Bagaría a García Lorca, Castelao, Gabriel Alomar.
Lily
Litvak