Costismo
y anarquismo en las letras aragonesas
José Domingo Dueñas Llorente
Dueñas
Llorente, José Domingo: Costismo y anarquismo en las letras aragonesas:
el grupo de Talión (Samblancat, Alaiz, Acín, Bel, Maurín),
Zaragoza, Rolde de Estudios Aragoneses, 2000 (Cuadernos de Cultura Aragonesa,
33/34), 360 págs.
Estudia
el autor de este libro a un grupo de escritores aragoneses que se incorporan
al periodismo cuando venía a morir su maestro: Joaquín
Costa, el polígrafo oscense. Autor de El colectivismo agrario
en España y Oligarquía y caciquismo, Costa fue muy polémico,
especialmente a raíz de su muerte, acaecida en 1911. Ha sido
reivindicado como precursor del anarquismo por los libertarios, considerado
el padre del federalismo por los republicanos, y otros lo han calificado
como predecesor del fascismo. Las distintas doctrinas sociales trataban
de apropiarse su figura. En realidad se le mitificó y mixtificó.
Dueñas, en el primer capítulo, nos muestra la similitud
y diferencia entre el pensamiento costista y el ideario anarquista.
Resalta la rectitud moral de Costa, pública y privada, su creencia
en la educación y en la cultura como promotores de progreso,
cambio social y mejora individual y la gran influencia que tuvo su pensamiento
sobre generaciones posteriores.
En el primer
tercio del siglo xx, especialmente después de la Primera Guerra
Mundial, por motivos económicos, técnicos y culturales,
hubo una auténtica eclosión y difusión del periodismo
y se popularizó la prensa. En este contexto, y durante esos años,
comenzaron a escribir estos jóvenes rebeldes. Algunos de ellos
habían estudiado en seminarios y tenían una formación
eclesiástica, como Samblancat, y acabaron denunciando a la Iglesia
por no ser consecuente con lo que predicaba, el Evangelio. Nuestros
autores visitaron más de una vez la cárcel por sus escritos
y llegó alguna ocasión en la que el periódico en
el que colaboraban no podía salir porque no había redactores
que pudieran hacerlo: estaban encarcelados. Hombres radicales, vivieron
en una época en la que parecía que no había otra
opción para las letras que la denuncia de una situación
injusta y su fiel compromiso social y político para superarla.
«¿Para qué puede servir si no la escritura?»,
se preguntaba Alaiz. Escritura y compromiso estaban unidos.
A lo largo
de las páginas se analiza la vida y obra de este grupo aragonés
que conformó el semanario Talión: Samblancat, Acín,
Alaiz... Todos estuvieron ligados al anarcosindicalismo, aunque a lo
largo de la vida siguieran distintos derroteros: unos murieron con el
ideal libertario y otros desembocaron en el marxismo, sobre todo a raíz
de la Revolución rusa. Denunciaron el caciquismo oscense, perdieron
la guerra, casi todos murieron en el exilio y alcanzaron un excepcional
dominio de la escritura, aunque están injustamente olvidados
e insuficientemente valorados, y este ensayo pretende una aproximación,
siquiera parcial, de lo que debiera de ser un buen merecido estudio
monográfico sobre cada uno de ellos.
De alguna
manera, la cohesión del grupo vino a fragmentarse por la Revolución
rusa. Los primeros años del triunfo bolchevique fueron confusos
(especialmente por carecer de noticias fidedignas), y en el seno de
la CNT se produjeron intensos debates y pronunciadas divisiones. Los
escritores aragoneses también se vieron inmersos en estas discusiones
y mostraron sus diferentes posiciones ante el acontecimiento histórico
comunista. No obstante, con el transcurrir de los años, volvieron
en cierto sentido a coincidir: todos rechazaron el comunismo autoritario.
El ambiente
que se respiraba en Aragón en la época era anarcosindicalista.
Una prueba de ello es el dato que cita Dueñas: de las catorce
publicaciones anteriores a 1923 que se pueden considerar como prensa
obrera, una es de tendencia socialista, las trece restantes, anarcosindicalistas
o ácratas. Como se puede apreciar, la labor cultural de los libertarios
es impresionante.
El ensayo está muy bien escrito y es ameno, propio de quien se
dedica al mundo de la docencia. Cuenta con un amplia bibliografía
y notas a pie de página.
Amador
«El
peor tirano es la ignorancia»
Samblancat