Musa
libertaria: arte, literatura y vida cultural del anarquismo español
(1880-1913)
Lily Litvak
Litvak,
Lily: Musa libertaria: arte, literatura y vida cultural del anarquismo
español (1880-1913) (presentación de José Luis
García Rúa), Madrid, Fundación de Estudios Libertarios
Anselmo Lorenzo, 2001, 459 págs. Precio: 2.800 ptas.
Con
gran alegría y satisfacción presentamos hoy esta edición
de Musa libertaria. Publicado por primera vez por Antoni Bosch en 1981,
era un libro muy solicitado y difícil de encontrar; esa primera
edición estaba agotada.
La compañera
Lily, profesora de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos,
conoció el anarquismo de forma muy especial y emotiva. Para un
estudio que estaba realizando, tuvo necesidad de encontrar un libro
que no aparecía por ningún sitio y un amigo le recomendó
que se lo preguntara a Hermoso Plaja, un refugiado español en
México que contaba con una biblioteca muy buena. Fue a visitarle
y quedó prendada de su personalidad y de las cosas que le contó.
Hermoso Plaja era un editor anarquista, y durante la entrevista le comenzó
a transmitir sus ideas. Lily percibió algo muy excepcional en
lo que le contaba y según manifestó después, Plaja
la iluminó. De este primer acercamiento, del gran entusiasmo
que puso y de las recomendaciones que le daba Hermoso Plaja, Lily se
interesó por el anarquismo e inició el estudio de la cultura
libertaria española. Mujer apasionada y amante de la libertad,
se fue dando cuenta de que el anarquismo era su ideal, y ella misma
manifiesta la difícil objetividad para escribir sobre el tema.
Cuanto más leía, más se animaba a seguir estudiando
para conocer el movimiento libertario. Fruto de varios años recorriendo
bibliotecas, hemerotecas y archivos es este trabajo. Ya a punto de concluir,
y con el manuscrito en la maleta, se desplazó al Instituto de
Historia Social de Amsterdam para hacer nuevas consultas. El destino
le jugó una mala pasada. Al llegar a Francia y recoger el equipaje
del aeropuerto le comunican que no encuentran la maleta. Días
de intensa búsqueda, se desesperó al ver que se había
perdido el único manuscrito con el que contaba. El equipaje nunca
apareció y abandonó el proyecto. Cómo iba a volver
a empezar. Pero el tiempo pasaba y no podía olvidar los gratos
momentos vividos con esa cultura que hasta entonces había sido
desconocida para ella. Finalmente se decidió a comenzar de nuevo.
Y gracias a ese empeño y perseverancia,
a su tesón y voluntad, hoy podemos disfrutar de esta lectura.
Hace años
conseguí un ejemplar y lo leí, quedé prendado del
texto. Me pareció una obra de lectura obligada para conocer la
filosofía y las raíces del anarquismo español.
Ahora que he tenido que releer el libro por razones editoriales dos
veces más, sigo pensando lo mismo. En ningún momento me
ha parecido aburrido, aunque poco antes de empezar la tercera lectura
recordé los tiempos en que una y otra vez releía los apuntes
días antes de los exámenes y temí volver a sufrir
el mismo síndrome. No ha sido así. Aunque no es lo mismo
leer por placer o interés que por las dos últimas razones
por las que he tenido que hacerlo con este libro, cada nueva lectura
ha sido un nuevo aprendizaje. El ensayo es magnifico; hay muy pocos
estudios como este sobre anarquismo. No me canso de tener que repetir
que es de lectura obligada.
La presentación
corre a cargo de García Rúa. Trabajador nato, con una
excepcional erudición, Rúa es un ejemplo de intelectual
comprometido. Su cátedra en la Universidad de Granada no le ha
impedido denunciar las injusticias: unas veces como orador, otras como
escritor, en una constante militancia anarcosindicalista. La exégesis
que hace de la obra de Lily en las páginas que preceden al cuerpo
de la obra es de un gran conocimiento no exento de pasión. A
la par, conocimiento y compromiso denuncian la falta de objetividad
de algunos historiadores a la hora de abordar el anarquismo, infinidad
de veces ignorado por aquellos que dicen contarnos con objetividad la
Historia. Le agradece a Lily su gran trabajo esclarecedor.
Me
resulta muy difícil resumir acertadamente tantos temas como la
autora aborda en el libro. Téngase en cuenta que el anarquismo
no solo es una ideología social, es una forma de vida que abarca
y propone análisis en todas y cada una de las parcelas de la
vida pública y privada, científica, económica,
geográfica, ecológica, etc. Lily centra su estudio en
escritos de autores cuyos nombres son poco conocidos o permanecen en
el anonimato. Y a través de esas manifestaciones artísticas
y literarias, de hombres y mujeres en su mayoría olvidados, nos
da a conocer las pretensiones anarquistas de finales del xix y principios
del xx, reflejando y plasmando las ideas, la vida de la época,
los problemas y anhelos de los ácratas españoles por crear
un mundo de libertad, solidaridad, bienestar... Litvak lee la prensa
libertaria de la época, desde la de gran tirada al pequeño
boletín o revista de algún grupo anarquista de un recóndito
rincón de la Península. Y analiza una y otra para completar
una visión global. Además de hablar de autores en su mayoría
desconocidos, Lily no puede obviar a autores de gran renombre que colaboraban
en la prensa anarquista. Aunque a alguno le pueda sorprender, casi todos
los escritores de la Generación del 98 firmaban artículos
en nuestros medios, tales como La Revista Blanca: Azorín, Unamuno,
Baroja, Maeztu...
El amor
de los anarquistas por la sabiduría era inmenso, ningún
obstáculo podría detenerlo. Su admiración por el
trabajo y el estudio realizados para desentrañar los misterios
de la vida y del universo era persistente. El conocimiento haría
libre a la humanidad. Manifiesta la autora que ningún movimiento
ha puesto tanto énfasis como el anarquismo en el papel de la
cultura como motor de transformación social y superación
personal. Una de las características de los anarquistas era ese
afán por aprender a leer y tener acceso a los periódicos
y libros. El que no conocía las letras, escuchaba al compañero
que leía en alto para dar a conocer un texto durante el momento
de descanso en los más arduos trabajos. Con cariño y entusiasmo,
Lily nos muestra el gran apego que tenían por la lectura. Los
ejemplos que cita nos hacen vibrar y sentir envidia, un siglo después
de tan entrañables historias, por la forma en que un pueblo manifestaba
tanto entusiasmo e ilusión por transformar la sociedad a través
del conocimiento.
Contra
la alienación, y las tareas en serie, los ácratas proponían
un trabajo más integral y humano, sin rechazar los avances técnicos
y científicos, siempre que repercutieran en beneficio de todos
y no únicamente en el del capital. En su lucha contra la explotación,
preferían exigir más tiempo libre para formarse y autorrealizarse,
que un aumento salarial, que lógicamente también demandaban,
junto con las medidas de seguridad e higiene en el trabajo. Reivindicación,
junto a otras, en la que fueron pioneros. La meta no era únicamente
una mejora material, el anarquismo era una forma de vida que se manifestaba
a diario en el trabajo, en la calle, en casa... La ética, el
respeto, la libertad, el apoyo mutuo eran fundamentales, y la cultura,
la base para desarrollar un mundo nuevo. Praxis e ideas iban unidos.
Revolución personal y revolución social son imprescindibles
para la emancipación. Se pretendía erradicar lacras sociales
como el alcoholismo y el tabaquismo con el ejemplo personal y la difusión
de los efectos perniciosos para la salud que ocasionaban estas drogas.
No asistían a las tabernas y se oponían a las peleas de
gallos y a las corridas de toros. El amor libre estaba muy difundido
en la práctica y en la literatura. Denunciaban la prostitución,
que consideraban era consecuencia de las injusticias y del capitalismo,
pero eran partidarios del amor libre y del control de la natalidad,
otro campo en el que también fueron pioneros. Momentos en los
que había pocas escuelas, los anarquistas proponían una
educación no sexista y no competitiva, racionalista y no basada
en mitos religiosos. Pese a los escasos recursos económicos,
las escuelas racionalistas proliferaron entre los proletarios, que a
toda costa deseaban salir de la ignorancia a la que estaban sometidos
por el Capital y la Iglesia, aunque la actitud frente a esta era más
anticlerical que antirreligiosa. Su empeño en la pedagogía
muestra la confianza en el hombre por perfeccionarse y superar prejuicios
que la humanidad viene arrastrando a lo largo de la Historia. Educación
antiautoritaria que conduciría a nuevos horizontes camino de
la emancipación integral.
Resalta
Lily cómo los ácratas de la época habían
sustituido la fe en Dios por otro credo también absoluto: la
razón humana. Los anarquistas de entonces esperaban que la razón
reinara, y que a través de la ciencia se alcanzase el ideal emancipador.
Los libertarios tenían puesta una gran esperanza en la ciencia
y en la técnica (idealizadas), toda una ilusión. Visto
a posteriori, nos damos cuenta de que vivimos en un mundo en el que,
como decía Luther King, hemos aprendido a volar como los pájaros
y a nadar como los peces pero que todavía no hemos aprendido
a vivir como personas. La ciencia y la técnica pueden ser liberadoras
pero no son los únicos factores para alcanzar la emancipación.
Ello no ha imposibilitado un cierto avance en alguno campos sociales,
aunque ya entonces se reivindicaba trabajar 8 horas diarias y un siglo
después, ya conseguidas, las seguimos trabajando.
Un capítulo
íntegro del libro es dedicado al teatro anarquista y otro al
arte. Obras como Casa de muñecas de Ibsen, la representó
por primera vez en España y en castellano un grupo teatral que
montó el anarquista Felip Cortiella. El teatro fue una gran afición
libertaria y se constituyeron mucho grupos representando obras que en
muchos casos no tenían más trascendencia que la de un
pueblo o región, aunque en otros tenían alcance nacional.
Muchas veces las obras eran suspendidas por la autoridad. Los valores
que representaban y defendían eran contrarios al Poder y denunciaban
las injusticias sociales y mostraban actitudes antimilitaristas.
Una amplísima
bibliografía y un extensísimo índice onomástico
cierran este libro; obra que será un clásico del anarquismo
por tan admirable aporte al saber y a la cultura libertarios. Finalmente,
dar las gracias a Lily, pero tenemos que darle tantas por tantas ayudas
y colaboración con la Fundación, que no caben en estas
páginas.
Amador
«La
misión cultural del anarquismo es fundamentalmente social: que
el arte sea para todos, que no haya más divisiones entre el trabajo
material y el intelectual, que se cierre el abismo que separa minorías
que piensan y mayorías que ayunan.»
«La
meta de la utopía anarquista es crear las condiciones sociales
bajo las cuales las capacidades libertarias y no las autoritarias (por
ejemplo cooperativistas en vez de competitivas), se realicen.»