La
sangre de Santa Águeda: Angiolillo, Betances y Cánovas
Frank Fernández
Fernández,
Frank: La sangre de Santa Águeda: Angiolillo, Betances y Cánovas,
Miami, Universal, 1994 (Cuba y sus Jueces), XXXII + 186 págs.
El
autor nos sitúa en la última década del siglo xix,
cuando tres biografías se cruzan en el destino: la de un anarquista
italiano, la de un independentista portorriqueño y la de un conservador
y presidente del gobierno español de la época. Son también
tres intereses diferentes que a veces coinciden. El imperio español
todavía conserva, con una política represiva, sus últimas
colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas (no son en realidad las últimas,
España mantiene todavía algunas en África, que
ha ido perdiendo a lo largo del siglo xx). La situación en el
interior de la Península es de gran tensión. El movimiento
obrero es perseguido y reprimido, especialmente el anarquista. El Castillo
de Montjuich es el escenario donde cientos de hombres y mujeres son
torturados, acusados de crímenes que nunca cometieron. Cánovas
del Castillo gobierna con puño de hierro para tratar de dominar
la situación.
Angiolillo,
un anarquista de origen italiano exiliado a Francia y a Inglaterra,
escucha de boca de los anarquistas españoles deportados las torturas
y mutilaciones que sufrieron los compañeros en Montjuich por
las autoridades españolas, y toma la decisión de dar respuesta
a tamañas barbaridades. Después de estudiar la situación,
decide ejecutar al máximo responsable, el por entonces presidente
del gobierno Antonio Cánovas del Castillo. Aunque hay dudas y
lagunas en la historia, parece que el independentista portorriqueño,
el doctor Betances, que por entonces residía en su exilio francés,
tuvo algunas entrevistas con Angiolillo. Con la muerte de Cánovas
se daba respuesta a las atrocidades cometidas con los anarquistas, y
los independentistas podían, con más posibilidades, conseguir
emanciparse del dominio imperial.
Algunos
españoles eran partidarios de la independencia de las colonias.
El federalista Pi y Margall fue un destacado defensor de esta postura
y los periódicos del entorno libertario de la época defendían
la justa causa de los oprimidos. El gobierno, por el contrario, estaba
dispuesto para la guerra y envió a la isla de Cuba un contingente
de militares españoles hasta entonces desconocido. Los anarquistas
que vivían en las colonias tenían sus dudas y diferencias
con los independentistas porque veían en su intenso nacionalismo
la posibilidad de que estos suplantaran la tiranía que gobernaba
desde la Península; además de que en el mundo libertario,
si bien se ha luchado siempre contra las injusticias, vengan de donde
vengan, o sean del signo que sean, nunca se vieron bien las fronteras
(mi patria, el mundo; mi familia, la humanidad). También eran
conscientes, por otra parte, del interés de Estados Unidos por
suplantar a España en sus funciones. Cuba y Puerto Rico, al fin
y al cabo, están a pocas millas de sus costas. Frank Fernández
también perfila las relaciones entre un imperio en decadencia
(el español) con otro en expansión, el americano (Estados
Unidos).
El día
8 de agosto de 1897, en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa),
durante su descanso veraniego, Cánovas del Castillo es abatido
por tres tiros que le dispara Michele Angiolillo. Durante días,
el anarquista italiano, que se hizo pasar por periodista para no levantar
sospechas, se cruza con Cánovas, a quien saluda cortésmente
en la dependencias del balneario. El día de los disparos, el
político y gobernante español se encontraba solo. Su mujer,
al oír las detonaciones, acudió en su socorro e increpó
a Angiolillo, que le contestó: «A usted la respeto porque
es una señora honrada; pero he cumplido con mi deber y estoy
tranquilo. He vengado a mis hermanos de Montjuich.» Acto seguido,
y con su pistola aún cargada, se entregó a las autoridades.
Unos días después del magnicidio, el día 20 de
agosto, tras un proceso militar sumarísimo, era ejecutado a garrote
vil.
«Para
acabar con la insurrección en Cuba sólo hacen falta tres
balas, una para Martí, otra para Maceo y otra para Gómez»,
sentenciaba Cánovas. El destino hizo que esas tres balas las
recibiera en sus propias carnes. Aunque no siempre quien a hierro mata
a hierro termina, el político español murió de
tres balazos directos, cercanos y certeros. Muchas fueron las víctimas
de la política imperialista, sanguinaria y autoritaria de Cánovas
del Castillo, pero esto no ha impedido (¿quizás sea la
razón?) que muchas calles y una fundación lleven su nombre,
que en las plazas se coloquen estatuas con sus efigies... Para hombres
como Michele Angiolillo, pocas páginas de la Historia, pocos
estudios biográficos que analicen las razones por las que un
hombre se ofrece a entregar la vida al realizar un magnicidio...
Por el
texto y las explicaciones que se van dando a lo largo del libro, se
ve
que Angiolillo es un hombre que actúa por una idea y sabe que
su acción le va a costar la vida. ¿Qué actitud,
salvo el fanatismo, que no sea por el ideal, podría conducir
a un hombre a entregar su vida? Sin embargo, en la página 41
hay una errata que viene a decir lo contrario: «Debemos hacer
constar que la retribución es su motivación básica
y primaria», cuando en realidad debiera decir: «Debemos
hacer constar que la retribución no es su motivación básica
y primaria.» Las erratas son como los duendes, se cuelan donde
menos te lo esperas. Hay otra en la página 158 que indica que
la Segunda República española se proclama el 14 de abril
de 1933. Se refiere a 1931.
En opinión
de Fernández: «El acto de Angiolillo sólo es comparable
con el atentado producido en Sarajevo contra el archiduque y heredero
de la corona, Francisco Fernando, a manos de Gavrilo Princip, que provocó
en 1914 la Primera Guerra Mundial.» ¿Puede un magnicidio
cambiar el destino de la Historia? ¿Es ético? ¿Es
eficaz para la libertad y la justicia de los pueblos ejecutar a los
tiranos? El anarquismo se ha dividido en algunos momentos en torno al
uso de la violencia, pese a su lema: «Paz a los hombres, guerra
a las instituciones», las energías ácratas se destinan
a la destrucción de las estructuras de Poder para emancipar al
hombre, pero también ha habido atentados. La interpretación
del compañero Frank Fernández, después de una exposición
de los hechos, de un análisis de la realidad y de un estudio
realizado a conciencia, concluye con que actos como el de Angiolillo
cambiaron el destino de la Historia.
Bien estructurado,
el libro nos da a conocer unos hechos históricos, analizando
el uso de la violencia, el amor por la libertad y el deseo de justicia
social de los pueblos oprimidos. Nuestro compañero alcanza su
pretensión al convertir un tema tan árido como es el de
la Historia, en algo ameno, sencillo, directo.., lejos de lo que algunos,
irónicamente, llaman ladrillos, obras monumentales accesibles
tan solo para una élite que ya conoce los entresijo y que desea
profundizar en ella. Este libro es un buen ejemplo para popularizar
la Historia.
Amador